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Tarque en Inverfest: es solo rock n’ roll (pero me gusta que me pase por encima)

Crónicas

Yo sé que es solo rock n’ roll (pero me gusta que me pase por encima). Yo sé que es solo rock n’ roll (pero me gusta que me posea su energía). Lo decían los Stones, yo sé que es solo rock n’ roll (pero me gusta que me lleve a la cima). Puede que sea solo rock n’ roll, vale, pero cuando se hace carne, como este 2 de febrero en Inverfest con Carlos Tarque, los corazones se excitan gozosamente, las mentes se liberan en ruidoso y lúbrico aquelarre y las almas se reparan milagrosamente. Los panes y los peces se multiplican. El agua se convierte en cerveza. Es cosa de brujería. Sota, caballo y rey. Voz, guitarra, bajo y batería.

Todo eso y más, creedme, pasó en La Riviera, llena hasta los topes de unos fieles vestidos de viernes, con caras de viernes, ansiosos de viernes. Completamente viernes. Una ceremonia solemne de religión pagana consagrada a la electricidad transformadora que, sí, se siente, está presente desde el momento mismo de entrar en ambiente. La sala bulle y el personal quiere bulla. Todos sabemos que es solo rock n’ roll (pero nos gusta que empotre a trallón). Tú sabes que es solo rock n’ roll (pero te gusta que te vuele la cabeza). Aquel otro sabe que es solo rock n’ roll (pero le gusta el olor a napalm y el ruidito de grillos del tinnitus por la mañana). Todos estamos aquí porque sabemos que no es solo rock n’ roll (y por eso nos gusta).

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Tras una selección de clásicos del rock de calentamiento, se apagan las luces de la sala y es como si alguien hubiera tirado del freno de mano en el vagón del Metro. Se detiene la rotación de la Tierra y 2.000 personas se giran y gritan en la misma dirección. Es cosa de nigromancia elevada a su máxima potencia. Ahí están Carlos Raya (guitarra), Chapo González (bajo) y Coki Giménez (batería), los tres diáconos del apocalipsis de la Asociación del Riff, respaldando en el rito al sacerdote Tarque, dios del trueno de voz prodigiosa. Bendiciones del rock. Actitud. Volumen brutal. ‘Bombas en son de paz’ para empezar y, a partir de ahí, que sea lo que ellos quieran.

Estamos congregados con motivo de la presentación de ‘Vol.2’, el segundo disco de Tarque con su propio nombre al margen de M Clan. Un álbum que va con determinación a la esencia misma de eso que llamamos rock n’ roll. La diferencia se marca incluso desde la vestimenta: no hay aquí fondo de armario de elegantes y coloridas americanas, sino chupas de cuero claveteadas. Una banda de cuatro tocando ‘Heartbreaker’ a lo honky tonk, empaquetando con firmeza el mensaje de ‘Escapa del amor’ o asomándose el góspel blues en el ‘Juicio final’. El sonido amenaza con reventar los vúmetros (pero es que eso también nos gusta) y el cuarteto cabalga hercúleo.

TARQUE ES EL CANTANTE

Se ha dicho miles de veces pero se tiene que seguir diciendo millones de veces más: Tarque es el cantante del rock español (y más allá). Se quita la chupa y se queda en camiseta de tirantes en plan estibador a lo Brian Johnson. Referencia en absoluto baladí, pues el sonido elemental y electrocutante de AC/DC es una constante en una velada con no pocos ecos a Led Zeppelin, Motorhead, Black Sabbath y todos los grandes nombres del olimpo del rock (también otros más contemporáneos como Royal Blood) hacia los que mira Tarque en solitario. Es siempre un gran placer ver a un vocalista de su talla entregarse sobre el escenario, igual que resulta casi pornográfico contemplar tocar a Carlos Raya, el guitar hero definitivo, realeza de nuestro rock al que si le pinchas no le sale sangre roja, qué va, le brota Sangre Azul. Chapo marca el pulso con solidez y Coki impone el ritmo machacando y redoblando.

Es cosa de ilusionismo y prestidigitación: una banda sobresaliente que hace fácil lo difícil y que te hace creer que cualquiera podría hacer lo que ellos hacen. Será por algún tipo de pacto satánico: a eso suena el relato cinematográfico de ‘El diablo te acompañará’, que termina casi con la aparición mariana de Jimmy Page desde las cuerdas de Raya. Sin descanso suceden ‘Días extraños’, ‘Mar de whisky’, ‘Piel de toro’ o el acelerado ‘Helter skelter’ de los Beatles que rematan a lo pendenciero con guiño al ‘Killing in the name’ de Rage Against the Machine. ‘Flores de acantilado’ crece muchísimo en vivo y resulta ser la definición más tajante y relampagueante de esto que llamamos rock n’ roll y que tanto nos gusta por lo que cada cual sienta.

QUINCE CAÑONAZOS POR BANDA

No hay respiro con ‘Credo’, la ondulación enrevesada de ‘Maldigo’ o el ‘Jealous guy’ de John Lennon en su versión de los Black Crowes. El distanciamiento de esta propuesta con M Clan se mide en galaxias, pero siempre es bonito aunque sea un ratito en una ‘Calle sin luz’ cualquiera que, además, encaja estupendamente en un repertorio que no baja la intensidad en ningún momento y que queda rematado con el trote consistente de ‘Ahora y en la hora’. Un cañón de canción, las cosas como son. Uno más. Y venga, otro. Así hasta una quincena entera de cañonazos contra las palmeras de La Riviera que, maldita sea, no hay manera de que caigan (aunque un poco de cariño ya las hemos cogido, supongo, después de tantos años y tantas ganas de talarlas… alguna noche me llevaré un pedacito a casa, en plan souvenir del muro de Berlín).

Hay tiempo para un bis. ‘He vuelto para veros arder’ es un señor vendaval de canción que despeina cabelleras y hace creer a los calvos que lucen esplendorosas greñas. No es sorpresa, pues aquí, esta noche, en este momento, es ‘Donde nace el rock n’ roll’, himno de declaración de intenciones y autoafirmación que sirve como colofón a una noche sanación que lo único malo que tiene es que se hace corta. Se viralizó el otro día (y la montó) un titular que afirmaba que Arde Bogotá son la mejor banda de rock de España: sin tener yo ánimo de polemizar de más, porque también me gustan y todos entendemos que esto no es una competición, solo tengo que decir que eso aquí, ahora y en la hora, no me cuadra. Porque la mejor banda de rock de España es la Asociación del Riff y, a partir de ahí, aquí se hace lo que diga Tarque.

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