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Tarque desencadenado y más duro que nunca

Críticas Discos

Escuchando el segundo disco en solitario de Tarque me viene a la cabeza José Carlos Molina cantando el ‘Más duro que nunca’ de Ñu. Y es que si con su debut al margen de M Clan ya había quedado claro que bajo su propio nombre iba a desatar todas las tormentas del rock, con esta continuación cinco años después los vúmetros tienden al rojo todavía un poquito más.

Porque este ‘Vol.2’ de Tarque es un disco de rock sin concesiones ni rodeos. Quiero ver incluso en el título un guiño al ‘Vol.4’ de Black Sabbath, una banda a la que igualmente me quiere sonar la progresión instrumental de ‘Maldigo’ con Carlos Raya convertido en Tony Iommi, inventor del riff del heavy metal.
Tarque desencadenado como Django disparando contra todo en tiempos en los que el rock es casi contracultura (pero, por supuesto, perdura y te la sigue poniendo dura).

Esa es la imagen. En un álbum que va a la esencia misma del rock de guitarras, bajo y batería. Y voz, claro, podemos reiterarlo, nunca está de más, pero es que es el mejor en lo suyo (desde hace mucho y ahí sigue). La Asociación del Riff la completan sospechosos habituales como Coki Giménez a la batería y Chapo González al bajo y, entre los cuatro, se van a pegar un buen festín de carretera y salas a partir de noviembre en una cita más que recomendable para la afición.

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Un carromato eléctrico ardiendo colina abajo. Puede adolecer el disco de cierta falta de variedad y de ir a piñón con más o menos acierto en el epicentro, pero también está claro que esa es la apuesta en temas como ‘He visto para veros arder’, ‘Bombas en son de paz’, ‘Credo’, ‘Pacto’, ‘Días extraños’ o esa ‘Piel de toro’ que suena totalmente a Royal Blood. Referencia esta última más contemporánea que no deja de ser en cualquier caso una evolución de todo lo demás. Porque menudo rollazo AC/DC que tiene ‘Tan grande como tú’, si bien de repente deriva en los Rolling Stones o lo que a cualquiera le suene.

‘Escapa del amor’ tiene un punto más comercial pero musicalmente igualmente rotundo. Tampoco falta el blues atormentado de garito marca de la casa en ‘Mar de whisky’, con lucimiento personal del que canta. ‘Flores de acantilado’ es desafiante, fronteriza y un tanto tribal, resulta sencillo prender la fogata alrededor de la cual bailar. El desenlace con ‘Lluvia de abril’ es un medio tiempo con cierta grandilocuencia y ecos, por qué no, de Mott the Hoople.

Esta segunda acometida de Tarque, en definitiva, intensifica la tracción animal del rock más puro de incontrolables bajas pasiones. La intención es hacer de la sencillez virtud y, a poder ser, que te pegue botes algo dentro de la caja torácica. Y es, precisamente por eso, el sueño húmedo de la facción rockera añeja de M Clan, la que pasa de Carolinas y lo que exige es un buen chute en el pecho de insulina. Pues ya estaría: aplica.

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