Los Rolling Stones en el Wanda Metropolitano. Por una noche, el rocanrol es eterno con todos nosotros dentro. Es un día de celebración, aquí están los Rolling Stones. Sesenta años ya desde que Mick Jagger y Keith Richards pusieran esto en marcha allá por 1962 y aquí siguen ambos tan lozanos. Más Mick, claro, que deja patidifusa a la concurrencia y en evidencia a todos los aspirantes a estrellas. Del rock, se entiende, esa cosa que casi (no, ya) inventaron ellos. Al menos con las dimensiones con las que esta noche lo conocemos.
Más Mick, decíamos. Pero ojo con Keith, quien tiene siempre su guitarra al once de volumen y cumple con eficacia con una sonrisa permanente en su ajada cara. Tiene motivos para reírse pues, no en vano, todos llevan prácticamente estos sesenta años dándole por muerto. Mas no, qué va. Ahí arriba está, lanzando riffs como un poseso, entre paseo y paseo. De aquí para allá, como cantos rodados. Son ellos, en definitiva. Y entre ambos suman, recordemos, 156 años: 78 each. ¡Saca la lengua! Vamos a lamernos.
Es día feriado, decíamos. Se aprecia en la vibración especial de los aledaños. Miles de personas van llegando, los teléfonos móviles echan humo, rebosan los abrazos y los vasos vacíos. Venga fotos, venga besos. Que donde estás que no te veo. Lo que tardas. Estamos en la puerta W4, pero tenemos que entrar por la 39: es un camino corto pero largo, duro y difícil. Complicado, Pero no nos perdemos. Entramos y ahí está el Wanda Metropolitano también rebosando. Hemos vuelto.
La Vargas Blues Band toma los mandos mientras el gentío se va posicionando y avituallando. Sidonie monta su fiesta particular, como siempre, pero más. Están contentos, son contagiosos. Estamos de festejo. Qué caros son los minis bueno y qué. ¡Bueno y qué! Anochece pero el cielo sigue estando levemente azulado cuando se enciende el escenario. Tan rojo, tan amarillo y naranja. Colores cálidos. Cae la noche y atrona ‘Street fighting man’. Yo aúllo, tú aúllas, él aúlla, nosotros aullamos, vosotros aulláis, ellos aúllan. Todos a una.
Mick y Keith, decíamos. Y Ron Wood, claro que sí, que también lleva lo suyo encima a sus 75 junios. Son los tres que quedan de los de siempre, tras la muerte en agosto del batería Charlie Watts, quien aparece en las pantallas antes de que todo esto empiece. Está presente, es de ley, aunque su lugar lo ocupe el más que solvente Steve Jordan. Al bajo, por supuesto, como siempre desde 1993 (que se dice pronto), Darryl Jones. Ese es el quintento digamos titular al que apoyan Chuck Leavell (piano/órgano), Karl Denson (saxo), Tim Ries (saxo) Matt Clifford (teclados) y Bernard Fowler y Sasha Allen (coros).
Entre todos ponen en marcha la maquinaria encadenando ’19th nervous breakdown’, ‘Sad sad sad’, ‘Tumbling dice’ o ese ‘Out of time’ de 1966 que, según remarcó Mick, tocaban en directo por primera vez. El repertorio no escatima en clásicos, pero sabe tirar también del fondo de armario del que el infatigable cantante saca sus sucesivas chaquetas chillonas. ‘Beast of burden’, ‘You can’t always get what you want’, ‘Living in a ghost town’ (lo más reciente de la banda, de 2020), ‘Honky tonk women. Tú me dirás, Nicolás. ¿Cómo no van a triunfar?
Nadie mola más que Mick Jagger nunca. Es realmente impresionante lo que sigue haciendo. Crea el espejismo perfecto dentro del cual no pasa el tiempo. Puede ser cualquier año. Acapara todas las miradas, cataliza toda la energía. Chapurrea clichés sobre Madrid, España y la felicidad. 53.000 personas le vitorean. Piden la oreja y también el rabo, porque hasta el rabo todo es toro. Y Mick no es el torero, es el toro, como decía aquel. Deja protagonismo en el tramo central a Keith Richards, que se canta sus dos coplas de rigor: ‘Happy’ y ‘Slipping away’ en esta ocasión. Qué tío. Encomiable también. Sus gutarrazos son historia del rock y los arroja contra nosotros como si tal cosa. Sonriendo como un pillo. Qué jodío.
Desafiamos al paso del tiempo en el nombre del rocanrol. Retamos a la muerte mientras suenan los Rolling Stones. Se le canta cumpleaños feliz a Ron Wood porque somos gente de bien (75 hoy, sí). Pasado el ecuador de la velada, vamos ya todos en manada. Si te apuntas a zumba y el profesor es Mick Jagger, sal por patas. Corretea, baila, canta, se desliza. Da la sensación de que tiene que pisar el freno para no dejar atrás al resto.
Por eso, hay momentos en que las canciones bajan el tempo. Normal, están a la velocidad que tienen que estar en 2022 para no atropellar a sus intérpretes. ‘Miss you’, ‘Midnight rambler’, ‘Start me up’, ‘Paint it black’, ‘Sympathy for the devil’, ‘Jumpin’ Jack Flash’. Lee otra vez estos títulos que acabas de leer como si tal cosa. Recítalos. Ponte en situación. Despiporre generalizado con los Rolling Stones en el Wanda Metropolitano.
Queda un bis, claro. ‘Gimme shelter’ sube y sube y la corista Sasha Allen se luce en su combate vocal con el vocalista principal. ‘(I can’t get no) Satisfaction’ echa el cierre con otro de esos riffs a toda roca de Keith Richards. Eh, eh, eh! Al trote. Al galope. 19 canciones y 135 minutos después, es hora de recoger. Los Rolling Stones celebran su sesenta aniversario con otra gira europea que arrancó el 1 de junio de 2022 en Madrid. La penúltima y nos vamos. Mientras Keith pueda seguir sosteniendo la guitarra, otra siempre nos tomamos. Aquella fue la noche que vimos a los Rolling Stones en el Wanda Metropolitano.
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