Lo dijo Eddie Vedder desde el escenario del Mad Cool 2024: un concierto de Pearl Jam es una reunión de amigos. Una de esas en las que nos ponemos temazos de cuando éramos jóvenes airados. Recuerdos de pelo largo. Muchas largas noches quemando el ‘Ten‘, el ‘VS‘, el ‘Vitalogy‘. También el ‘No code‘ y el ‘Yield‘. De principio a fin, disfrutando del ritual en casa de cualquier colega en ausencia de sus padres en aquellos maravillosos noventa. Luego empezamos a hacerlo cada vez menos porque cada cual fue tirando por su camino. Esta noche volvimos a reunirnos. Celebramos unidos con otros 57.000 desconocidos con los que ahora tenemos en común las canciones que aquel jueves de julio compartimos. Cuando nos hicimos amigos.
Ocasión especial, ambiente festivo, el regreso de Pearl Jam a la ciudad seis años después. Diez minutos de retraso que se hacen interminables para los que llevan ya largo tiempo en una espera que termina, al fin, a la brava entrando directamente con la sexta marcha. Porque la banda arranca con el punkarreo guitarrero pasado de revoluciones de ‘Lukin’ y coge rápidamente velocidad de crucero con ‘Corduroy‘.
El dichoso viento desluce levemente un sonido rebelde que se bambolea de más, pero poco a poco va ajustándose y que en la zona frontal ante el escenario (luego ya en sitios tan grandes cada cual tiene su propia experiencia) es bastante bueno, si bien es cierto que adolece de cierta falta de potencia. Volumen un tanto justito para un lugar tan inabarcable, para un escenario principal con un aforo tan grande (no es solo el caso de Pearl Jam, es algo constante y que no pasa en el segundo escenario, que suena como un cohete, al ser algo más manejable). Hubiera sido mejor con el vientecito del demonio domado, pero en absoluto fue malo.
Pearl Jam en Mad Cool 2024
‘Why go’, ‘Elderly woman behind the counter in a small town’, ‘Given to fly’. La banda se lo pasa bien. Eddie desprende carisma y su voz, tan reconocible y generacional, nos canta mientras lleva a lugares en los que fuimos felices. Mike McCreay empieza a entrar en calor. Contemplo a Matt Cameron y me pregunto si se acordará de Chris Cornell mientras toca (baterista de Pearl Jam y de Soundgarden, no se puede ser más mítico). Jeff Ament y Stone Gossard apuntalan con solvencia mientras Josh Klinghoffer (ex Red Hot Chili Peppers hasta que John Frusciante reclamó lo que es suyo) aporta matices como multi-instrumentista y Boom Gaspar pone colores negros y blancos con las notas de su teclado.
El último disco de la banda, ‘Dark matter’, es el más inspirado en muchos años. Una suerte de reencuentro con canciones que encuentran su propio sitio en el repertorio de conciertos excelentes como el de esta velada. ‘Scared of fear’, ‘React, respond’, ‘Wreckage’, la propia ‘Dark matter’. Escuchar ‘Daughter’ en directo es volver al parque aquel en el que alguien tocaba la guitarra y era la canción del momento (poco después sería ‘Wonderwall’, claro, la de años que acumulamos). Suena ‘Even flow’ y automáticamente estoy comprándome el ‘Ten’, el primer vinilo que me compré en el Madrid Rock de Gran Vía hace ya más de tres décadas. La de años que sobre nuestras articulaciones cargamos. En eso pienso mientras Mike McCready se marca un punteo con la guitarra del revés por detrás de su cabeza. Sobradísimo, como siempre.
Otros conciertos de Pearl Jam
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Se esfuerza Eddie como siempre en hablar en español. Coge sus folios con apuntes y alguien dice «atentos que pasa lista». Cachondeo generalizado y ya no puedes dejar de verlo así cada vez que se pone a ello. Resulta adorable, con su punto cómico (siempre hay risitas cuando se arranca, pero de buen rollo, solo faltaba). No falta la mención a Javier Bardem, que provoca tedio generalizado aunque a estas alturas, por habitual, pues como que da igual. ‘Black’, ‘Running’ y ‘Porch’ ponen fin al tramo principal, pero no se vayan todavía, que aún hay más. Llegará a las dos horas el recital, el más largo de todo el festival, con una puesta en escena sencilla en realidad, con las consabidas dos pantallas laterales y una en el fondo del escenario con intensos colores que van cambiando para resaltar las siluetas de los músicos y proyectar grandes imágenes para acercar a los más alejados.
El último disco de #PearlJam, 'Dark matter', es el más inspirado en muchos años. Una suerte de reencuentro con canciones que encuentran su propio sitio en el repertorio de conciertos excelentes como el de esta velada en el #MadCool2024 pic.twitter.com/sZjC2BJOR9
— Mercadeo Pop (@mercadeopop) July 12, 2024
Un bis festivo
El bis resulta inapelable, las cosas como son. Ahora ya me he salido del meollo para volver al carromato con Bruno. Y desde el lado izquierdo se escucha alta y clara la dedicatoria a Miguel Ríos y su hija Lúa en ‘Better man’. El público anda también entregado por estos lares y se viene muy arriba con ‘Do the evolution’ y ‘Alive’. El sonido es bueno aquí, no está ese dichoso viento tan cacareado. Monto a Bruno sobre mis hombros y pegamos brincos en ‘Rockin in the free world’ con los brazos en alto. El recital empezó arriba pero fue igualmente a más, de manera que ahora el personal quiere más gas. Pero es momento de bajar con ‘Yelow Ledbetter’ y disfrutar intentando atrapar un recuerdo que nos pueda acompañar y, seguramente en un futuro, salvar.
Un concierto excelente
Hemos visto otra vez a Pearl Jam. Como sucede siempre en estos casos, hay quien tira de hemeroteca personal para afirmar que tuvieron por aquí noches mejores (el propio Eddie recordó la primera vez en la sala Revolver de Madrid en 1992). Cada uno es cada uno. También había quien salía extasiado. Influye en esto incluso, nunca se nos olvide, que no somos ya unos críos y que esto de la música en directo es un intercambio de energía bidireccional, de manera que quien no da, no recibe. Pero, al mismo tiempo, quien dio, indudablemente, recibió. El concierto fue objetivamente excelente y, a partir de ahí, que el espíritu del grunge de cada cual reparta suerte.
Una jornada larga
Esta segunda jornada del Mad Cool tuvo mucho más. Como Michael Kiwanuka, que literalmente se derritió sobre el festival convirtiendo el sudor en sanación con su evocadora elegancia soul. O unos Mando Diao que sí que lo pasaron peor con el viento en el tercer escenario, teniendo que soportar que al mismo tiempo estuviera funcionando el principal, con todo lo que eso conlleva de maremágnum sonoro.
Keane congregaron a una buena cantidad de incondicionales al atardecer, cuando el sol ya se cansaba de apretar. Respondieron al cariño del público con un bonito show que constató que su hermosa melancolía ha resultado ser atemporal. Aunque Tom Chaplin se siga sorprendiendo de su éxito fuera del Reino Unido veinte años después de debutar con ‘Hopes & Fears’, la música emocional conecta de manera transversal. Y la suya lo es: ‘Silenced by the night’, ‘The way I feel’, ‘Everybody’s changing’, ‘This is the last time’, ‘Crystal ball’, ‘Somewhere only we know’. Todas esas y más tocaron y sonaron muy bien.
Adiós con Greta Van Fleet
Decíamos antes lo del sonido del segundo escenario y Greta Van Fleet lo corroboran. Porque madre mía cómo suenan ahí. No es que suene más alto, es que comparativamente sí que sale una mezcla más potente al tener que cubrir menos territorio y menos gente que el principal. La batería de Danny Wagner suena como un martillo pilón para marcar el ritmo trotón de ‘Safari song’. Los agudos del pequeño ruiseñor Josh Kiszka se clavan en el epicentro de la cabeza mientras el guitarrista Jake Kiszka se lo goza en su papel de guitar hero de la vieja escuela. ‘Black smoke rising’, ‘Light my love’ y el desparrame con ‘Highway tune’.
Se acaba la segunda jornada del Mad Cool 2024. Se va notando el peso acumulado de los tropecientos mil pasos diarios que hay que hacer por el polígono, por el descampado reconvertido o por los aledaños de Getafe. Cada cual por donde sea. Todo sigue funcionando bien, un asunto en absoluto menor que es objeto de conversación constante. Que siga así, aunque tampoco nos confiemos, que si algo hemos aprendido del hábitat festivalero a lo largo de los años es que todo es susceptible de irse a la mierda en cuestión de segundos en cualquier momento. Así que venga, una ducha y de vuelta.