Quique González en Noches del Botánico 2025

Quique González y Ángel Stanich en el Botánico: dos bandoleros y un destino

Crónicas

Hace una de calor que flipas. Bon Jovi lo calcula en unos 7800 grados fahrenheit. El suelo es lava. Se ven las bolas esas de paja de las pelis de vaqueros rodando. Hay algún disparo al aire, convengamos que de celebración, aunque nunca se sabe con estos dos. Nunca se sabe, en realidad, cuando uno entra en territorio de forajidos y cuatreros. Toman al asalto el tren del dinero y de paso el Botánico Quique González y Ángel Stanich. No cuesta imaginarles descojonándose de la risa debajo del pañuelo a lo Axl Rose puesto en la boca para que no les reconozcamos mientras nos despluman y nos dejan la cartera vacía y el corazón hueco.

Por fortuna para los 4.000 presentes esta velada de viernes en la Complutense, solo parecen interesados en encontrar un Chevy del 57 que a saber en qué descampado estará ardiendo. Así salen a la hora convenida para el duelo, las 20:15 clavadas, ambos dos. Inesperadamente, a traición, sin aspavientos innecesarios, con la naturalidad de quien reclama lo que es suyo. A unos cuantos miles de kilómetros, en Gales, pienso, los Gallagher, dos cainitas y un destino, hacen historia pop. Aquí, ante nuestros ojos madrileños, Ángel y Quique, son dos bandoleros y un destino. Parejas predestinadas quieran o no, por decreto ley.

Buen gusto en Noches del Botánico

Porque, una cosa: con qué gusto programa Noches del Botánico. Una vez visto, a todos nos parece lógico, pero eso alguien tiene que pensarlo: ‘Vamos a juntar a estos dos notas’. Y aquí estamos todos congregados en el único Oasis (ja) en el que sobrevivir al asfalto abrasa-pelotas que es esta ciudad del averno ahora mismo. Quique se retira y se queda a lo suyo Stanich tirando de ‘Another brick on the wall’ de Pink Floyd, a su vez empalmada con ‘Un día épico’.

Las fotos son de Ricardo Rubio.

«Todos están contra mí, todos están en el ajo», canta en esa genialidad que es dedicarle una canción al Ronaldo bueno, esto es, a ‘Nazario’. Igualmente fascinante es esa canción sobre el ciclismo (o no) que es ‘Le Tour 95’ porque, efectivamente, siempre hay un suizo que se crio en Los Alpes (solo faltaba). Por seguir enumerando nombres clásicos, pienso ahora en Neil Young, ya ves, todo muy rock americano del guapo. Mola mucho Stanich, «un cantautor serio en cuerpo de pachacho», que conoció a Quique viendo Lo + Plus, programa al que yo iba de público y nos pagaban mil pelas (tenías que ir con zapatos, de lo contrario te tiraban, como me pasó una vez, algo que pondría de muy mala hostia a Dani Martín).

Para leer más

‘Os traigo amor’, ‘Rey idiota’ con mención al miserable Santos Cerdán de los cojones, ‘Hula hula’, ‘Carbura!’, ‘Mátame camión’. Anuncio de concierto el 6 de noviembre en La Riviera. ‘Metralleta Joe’ y desparrame generalizado y acto seguido todos a saquear las barras, aunque en realidad son ellas las que nos saquean a nosotros. Lo del chupito de tequila a 30 pavos es que no puedo dejar de comentarlo, y una de las camareras me dijo que «una vez» en todo lo que lleva el Botánico se lo pidió «un señor». Ves, es que, por favor, mátame camión.

Fotos de Ricardo Rubio, insisto.

Volvemos al ladito mismo de la mesa de sonido. Es el lugar donde tenemos puesta la MP en el suelo. Ya casi se puede respirar un pelín, aunque sigue siendo de día, lo cual significa que el sol se empecina en calentarnos la colleja. ‘Los detectives’ sirve de llamada a la pipol descarriada por ahí entre tanta cháchara infinita que se despista. Y luego ya el tambor de ‘Kamikazes enamorados’ y ya estaría. Por mí, ya estaría. Pero he venido a beber y escribir, así que, sobre mi caballito, yo tiro.

Miss camiseta mojada

‘Miss camiseta mojada’, seguramente mi favorita. Estamos bien, mejor que bien. No es ya la voz, es la familiaridad de llamarle Quique. Y de que Quique nos cante con semejante familiaridad. Tiembla como si fuera la primera vez, como si fueras a largarte después (y no quisieras). Todos tenemos en el imaginario colectivo idealizadas las noches de verano, las summer nights, summer nights, más todavía si es viernes. Friday night on my mind. Pues está pasando y como esta no hay tantas. Este es uno de esos ‘Trucos fáciles para días duros’. Por ejemplo. ‘Sangre en el marcador’.

«Esta canción nunca pasa de moda. Es peor», anuncia la voz acogedora de Quique antes del momento más rabioso de la noche que es, por supuesto para un ladronzuelo, ‘¿Dónde está el dinero?’ Una canción clarividente, lamentablemente. ¡Los chicos siguen en el parque! Intensidad. Furor. Emoción. Qué bien suena siempre todo aquí (vaya reiteración, pero es así). Lo ‘bueno’ de que no haya nuevo disco que presentar, sino que se viene en el horizonte, es que tenemos un carrusel aleatorio de canciones de aquí, de allá, de ti y de mí. ‘Terciopelo azul‘ es la única nueva.

Nadie podrá con nosotros

Luego, ya, del tirón, ‘Nadie podrá con nosotros’, ‘Es tu amor en vano’ (el capricho de adaptar a Bob Dylan), ‘Pájaros mojados’, la magnífica ‘Orquídeas’. ‘La fábrica’. ‘Se estrechan en el corazón’. Lleva uno no ya años, sino lustros, viviendo en las canciones de Quique que esta tarde-noche de merienda-cena es una suerte de nana entre tanta gente. Y no soy de los «cafeteros» que están al tanto de los músicos que salen y entran sobre el escenario, reconocerlo debo. Pero qué bien esta sensación de familia.

El Botánico huele y sabe de repente a salitre. Es la playa más cercana del centro de Valencia o algo así al revés. Quique es ya a estas alturas como Sharleen y al mismo tiempo en absoluto también. Otro crush de alguna manera. Y ahora tendré que salir a buscarte. Oooh oh. No le des tus datos a la chica de la lavandería (otra extremadamente favorita y ya van dos es ‘Avería y redención’). Claro que nunca habrá otra como ‘Pequeño rocanrol’, que es la gran favorita que me sostiene la cerveza mientras grabo porque soy un plasta que está trabajando, ¿vale? Para dar el coñazo luego en Instagram. Ya me vale. Pero vaya temazo, en definitiva.

Charo sin Nina

‘Charo’ cantada por José Nortes es rarísima. «Cierra los ojos», me dice Palo. Oye, funciona. La movida es que está Nina entre el público, pero hoy no toca, no hoy. Un gran JO. ‘Y los conserjes de noche’, con toda la épica nocturna que ya sí nos sepulta cierra la parte central del recital antes del momento tonto del bis, que arranca con una dedicatoria explícita a los hijos de puta de Wegow. Hijo de puta hay que decirlo más. Algún día empezará una guerra y no será por el lado que todos pensamos. Estoy pensándolo seriamente, ya os contaré.

«Vidas que dejé cruzadas vienen encendiéndose, vienen persiguiéndome». Semejante western, parece mentira, en el Botánico de la Complutense. Pum pum. Ángel Stanich de vuelta sobre el escenario para cerrar el círculo de esta sesión doble. Se van por donde vinieron los cuatreros. No hicieron prisioneros, si bien dejaron algunas víctimas emocionales, indudablemente colisionadas. Después de todo, salimos todos indemnes, evaporándonos por la trastienda de las facultades de la Complutense, como solíamos, para tocarnos. Vaya velada formidable. Y allá, a lo lejos, alguien clama por un Chevy del 57.

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