quique

Quique González: «Los garitos de cantautores o de rock son ya casi un gueto»

Entrevistas

Lleva Quique González (Madrid, 1973) con nosotros, diríase, todas las canciones que no hemos tenido tiempo de escuchar y todas las que nos quedan por escuchar. 25 años de canciones.

Quique. ¿a cuanto equivalen los años de rockero en años de gato?

Bueno, depende (risas). Si lo contamos como Keith Richards, seguramente 250 años. Pero es cierto que si no me hubiera dedicado a esto hubiera tenido otro tipo de experiencias menos interesantes y emocionantes, hubiera visitado menos ciudades, hubiera conocido menos personas. Y menos músicos, que es la gente con la que más me relaciono. Y toda su experiencia también, de alguna manera, se comunica con la tuya. Seguramente equivalen a unos cuantos años más de experiencia comparado con trabajar en, no sé, una oficina o un bar, que es otra cosa.

Yo mismo puedo ser un oficinista revestido del romanticismo de ser periodista. Te escapaste de este tipo de mentiras. ¿Cuándo?

Vaya (jeje). Para mí, el más decisivo de todos fue mi maestro Carlos Raya, mi hermano mayor, aunque ya hace mucho que no grabamos discos juntos. Los seis primeros los grabé con él. Y aunque no grabemos juntos sigo aprendiendo de aquella época y le tengo muy presente. Fui el otro día auna tienda de guitarras, Arde Madrid, que fue donde me dieron el teléfono de Carlos. Yo estaba buscando un profesor de guitarra acústica, y sin pensarlo un momento Patrick, el dueño, me lo apuntó en una tarjeta de la tienda. Eso es lo que creo que cambió mi carrera. Y mi vida. Si no hubiera conocido a Carlos, mi vida hubiera sido muy diferente. Y, por supuesto, conocer a Enrique Urquijo y que me pidiera la canción y sirviera de llave para que otra gente se interesara por mis propias canciones. Esas dos personas han sido las más decisivas para mi.

¿La tienda sigue abierta tanto tiempo después? Eso es todo un logro.

Sí, sí. Bueno, estaba cerrada, pero porque era muy pronto. Yo bajé a las 9:30 y creo que las tiendas de guitarras no abren hasta las 11 como poco (risas).

No sé cómo se siente uno haciendo retrospectiva. No sé si quieres hacerla, si te apetece hacerla. 25 años es una cifra tan redonda, que es lo que toca.

Pues creo que me está sentando bien. Yo no soy muy nostálgico. De hecho, siempre lo digo, era más nostálgico cuando tenía 20 o 25 años de cosas que ni siquiera había vivido, que ahora. Y, sin embargo, me está sirviendo para tener perspectiva con lo que he hecho, con las canciones que he grabado. También en directo estamos tocando discos íntegros en el orden que fueron publicados y eso está resultando un viaje muy emocionante que me está también devolviendo a lugares y a personas y a canciones que no había olvidado pero las tenía al fondo del cajón. Creo que me está sentando bien este trayecto y esta parada para ver con una visión más panorámica estos 25 años.

Es que si uno no para a veces no valora con justicia lo que ha hecho. Que a veces es mucho más de lo que creemos.

Sobre todo es que asimilarlo te reconcilia un poco con lo que has hecho. A mí me hace sentir bien. No pienso que esté en un refrito tirando del cajón, al contrario. Y al encontrarme en directo tocando canciones que igual hacía 25 años que no tocaba, y verlo reflejado en las parejas que se conocieron cuando presentaba ese disco hace tanto tiempo te pega un buen viaje, nunca mejor dicho.

¿Has vuelto alguna vez a ese Rincón del arte nuevo donde comenzabas, entre otros lugares, a tocar en Madrid?

Claro, sí, me gusta pasar por delante.

¿Y qué siente uno? Los lugares quedan marcados a fuego. Se quedan ahí hasta que llega la bola de demolición.

Pienso en la cantidad de artistas que pasaban por allí de diferente pelaje. Una cupletista que había tocado con Olga Ramos, que era una señora de 90 años que iba todas las noches al Rincón. Pienso en el Pollito de California viniendo haciendo eses desde la calle de abajo a las tres de la madrugada y las carcajadas que me echaba con él cuando le veía. Lo de Enrique que hablábamos antes. Carlos Chaouen, que fue un súper compañero que tocábamos juntos y nos conocimos allí mismo… Al principio cuando tocas estás sangrando un poco a tus amigos, tu familia y tus novias porque es el público que tienes. Y me acuerdo un montón de eso. Igual desde antes de la pandemia no paso por allí cuando está abierto, pero sí he pasado a horas en las que estaba cerrado y me vienen un montón de recuerdos y agradecimientos porque fue el primer sitio donde me cogieron una maqueta y me dieron un día para tocar.

En Libertad 8 sigue estando el cajón lleno de CDs que dejan los artistas por allí. Se pueden coger gratis con la única condición de que no los uses de posavasos o para espantar a las palomas en los balcones. Una labor muy importante que se sigue haciendo a la vieja escuela.

Claro que sí. Y los dueños de esos clubes y esas salas son héroes porque les están echando fuera con la gentrificación y el turismo exagerado. El circuito de salas en cualquier ciudad es fundamental para la vida cultural. En Madrid hay mucha oferta, pero garitos de cantautores y de rock son ya casi un gueto. Pero imagínate el jazz. Yo recuerdo que cuando empezaba había por lo menos una sala para aficionados del jazz en cada ciudad y eso ya… En el norte más, pero en el resto de España es muy difícil encontrarlas y me da mucha pena. Porque sin salas, para una banda que empieza, que tengan que someterse a tocar en un festival y que se pierdan todo ese proceso… Me parece que hay un vacío y una pena ahí.

Rulo siempre dice que es un cantautor con alma de rockero. No sé si 25 años después tú estás en un lado u otro de esa dualidad.

Pues mira, al principio me importaba mucho que no me llamaran cantautor, pero últimamente me gusta. Antes en España el cantautor tenía unas connotaciones políticas y más tradicionales que parecía que solo eran tíos que hablaban de la transición y daban mucho la chapa. Pero es que realmente a veces hablamos de los cantautores como si fuera un género, cuando no lo es. Yo creo que el rock n roll es un género, el jazz es un género, pero en la canción de autor el denominador común es que tiene normalmente una guitarra, y a veces un piano también. Pero no es un estilo, cada uno bebe de más de los brasileños, de los latinos, de la música francesa o la española. De hecho, yo por ejemplo nunca toqué en el Libertad 8 y me irritaba un poco que me llamaran cantautor porque me metían ahí en ese circuito. A mí me gustan los cantautores que tienen un sentido de banda y por eso para mi Tom Petty es un cantautor y Bob Dylan también. Y James Taylor o John Mellencamp, aunque hayan hecho rock de estadios durante gran parte de su carrera. Pero me gusta el rock n roll y la canción de autor. Mi músico favorito ahora mismo es Joe Henry, que yo creo que es cantautor pero viene del free jazz. Le vi el otro día en el Café Berlín tocando solo con la acústica y con su hijo, que toca un poco de saxo y clarinete y me pareció el mejor concierto que he visto en los últimos años. Y es un cantautor de manual pero incomparable a cualquiera que lo haga en España.

Las etiquetas, siempre lo decimos, limitan.

Sí, es verdad, pero supongo que lo hacemos para colocar un poco, para que la gente coloque las cosas en un sitio en su cabeza.

Tu etiqueta extramusical, si me permites, es la de luchador, por supuesto peleando a la contra. El tipo aquel que se fue de una multinacional para hacerse independiente cuando nadie hacía eso hace unos quince años. ¿Te has visto un poco así, como un llanero solitario peleando contra los elementos? Igual es una visión un poco romántica…

Bueno (risas), romantizándolo así, no me importa. Lo que pasa es que yo creo que es algo común a todos los que nos dedicamos a esto. En mi caso se acentuó más esa faceta mía porque lo hice, efectivamente, en un momento en el que nadie se autoeditaba y yo venía de grabar con multinacionales. Pero yo creo que la mayoría de mis compañeros y de la gente que conozco y admiro en esto, algunos con mayor o menor suerte y mayor o menor pelea, todo el mundo ha tenido que enfrentarse al poder establecido, por decirlo de alguna manera. A la autoridad de las discográficas en su momento y a la dictadura de los festivales, supongo, ahora.

Desde luego, te sirvió para coger impulso. Un movimiento inesperado que abrió nuevos caminos.

Sí. Paradójicamente, a mí me empezó a ir mejor ahí, cuando cogí una acústica y me puse a tocar yo solo con mi coche y un teclado enorme que llevaba y me hacia yo casi todo. Entonces aprendí un montón y es verdad que eso, supongo que porque no lo hacía mucha gente, provocó un interés en gente que igual no se había acercado a mi música y de repente iba a tocar a Murcia a La puerta falsa y venían cien personas a verme, que para mí era increíble eso. Así me pude empezar a ganar la vida con el oficio. Y aprendí también mucho a manejarme yo solo instrumentalmente. Siempre hay un poco de inconsciencia en las decisiones suicidas (risas), como mucha gente las veía en aquellos momentos, pero yo reconozco que me vino muy bien y me empezó a ir mejor.

¿Es en ese punto cuando empiezas a vivir de la música exclusivamente?

Sí.

Ahora la gente quiere vivir de la música cuanto antes. Muchas bandas se preocupan de tener seguidores en Instagram antes de publicar su primera canción. ¿Tú cuanto tardaste más o menos en llegar a ese punto trabajándotelo de concierto en concierto?

Antes de grabar el primer disco igual yo ya llevaba cinco o seis años tocando en clubes y lo compaginaba con currar en un restaurante donde estaba. A partir de que hice la canción para Enrique, aunque no era capaz de vivir de mi música, podía vivir de adelantos de autores y de los derechos de autor que tampoco eran la hostia, pero sí que por lo menos podía pagar el alquiler y etcétera. Yo creo que a partir del segundo o tercer disco ya pude vivir de ello sin grandes penurias y sin grandes lujos, pero dignamente.

Justo después de esa decisión suicida, grabar un disco como ‘Ajuste de cuentas’ rodeado por tantos amigos tuvo que ser una buena bocanada de oxígeno fresquito.

Yo creo que eso también ayudó. Fue idea de David Bonilla…

Para no variar, porque todo el mundo dice lo mismo de él en un porrón de entrevistas.

Sí, es que ahora mismo él es el único que mantiene un poco ese amor por la música. Creo que puede apoyar a menos artistas de los que le gustaría, porque ahora va todo muy por la música urbana, que yo todavía no sé lo que es, y me consta que David sigue apoyando a muchos artistas de la, digamos, vieja escuela. Grabar este disco fue idea suya y yo tampoco pensaba que iba a tener ese impacto, pero había unos invitados que lo hicieron espectacular y la banda estuvo súper bien esa noche. Y el vídeo quedó muy chulo. De hecho, yo creo que se ha mantenido súper bien a lo largo de los años la producción y la escenografía, y he visto grupos jóvenes un poco con esa estética. Yo le compré la idea a David y salió bien gracias a Bunbury, Drexler, Miguel Ríos e Iván Ferreiro, que se salió del mapa, mucha gente se acercó a mi música.

¿Y cogimos velocidad de crucero con ‘Daiquiri blues’ o es cosa mía?

Yo creo que fue con el disco anterior, ‘Avería y redención’, justo antes de la crisis del 2008. Yo creo que hicimos como ochenta conciertos en esa gira, y eso que era un disco un poco experimental y todo lo contrario a ‘Ajuste de cuentas’. Esa gira fue súper bien de conciertos y de público, de las giras más felices que recuerdo. De hecho, ‘Daiquiri blues’ fue un disco muy chulo que funcionó muy bien pero en directo tuvimos un montón de problemas y, para mí, la gira no salió como tenía que haber salido. No digo a nivel de público, que estuvo bien, sino de lo que se me quedó a mí.

O sea, que llevas, digamos, unos quince años ya de verdad bien, haciendo las cosas a tu modo y con todo razonablemente en su sitio.

Razonablemente, sí, jeje. En este oficio hay mucha incertidumbre, hay picos y valles, como todo en la vida, pero sí creo que a partir de ‘Daiquiri’ y de ‘Delantera mítica’ se asentó todo un poco más y sentí que tenía más seguridad con lo que hacía. Más valentía y menos temor e incertidumbre a lo que venía.

Como quince años son unos cuantos y, de hecho, estamos hablando de 25, seguro que ya te está llegando la siguiente generación de público a tus conciertos. Eso es muy bonito, pero también un aviso (risas).

Sí, claro, ya van a mis conciertos los hijos de las parejas que se enamoraron con mi segundo y tercer disco, jeje. Es muy chulo eso, la verdad. Te hace sentir un poco viejo, pero es emocionante. No sé si les están haciendo un gran favor a sus hijos pequeños viniendo a mis conciertos, no sé si se lo acabarán recriminando cuando se conviertan en adolescentes problemáticos. Pero yo por si acaso le regalo una armónica cada vez que viene un niño o una niña pequeña, por lo menos para que se la guarden de recuerdo y para que les den la brasa en casa todo lo posible (risas).

Para que se puedan vengar de sus padres.

Claro (risas). No, pero más allá de eso, yo entiendo que la nueva generación, la gente de 25 o 30 años, es difícil que conecte conmigo que tengo 50. A mí me gusta tener la idea de que escribo canciones de mi tiempo y de mi edad, diez años más mayor o diez años más joven, pero ya. Siempre se puede dar el caso, pero no sé en qué está interesada la gente de veinte años, yo creo que está en otra película y que la brecha generacional entre mi padre y yo, que me parecía grandísima, creo que es muchísimo más grande entre los chavales de veinte años y lo que yo les puedo contar. Me parece que han pasado muchas cosas ahí a nivel social también, afortunadamente algunas, que hace que haya un poco más de incomprensión y de trinchera generacional.

Yo vivo obsesionado calculando el paso del tiempo. En plan ‘si yo ahora tengo estos años y me gustaba este disco del 93 hace treinta años, es como si yo entonces me hubiera ido hasta el 63’. Y las cosas del 63 me parecían terriblemente viejas.

Yo pienso un montón en eso, jeje. Sí, sí. A mí me pasa una cosa igual. Yo me digo, joder, ¡si nací en el 73, se estaban haciendo los mejores discos de la historia y no me estaba dando cuenta! (risas). A mí me pasaba cuando empecé viendo a gente como Sabina o Serrat, que todavía les quedaba un montón de carrera y yo ya les veía como dinosaurios, y no lo digo con sentido peyorativo. Les veía como gente inabarcable que ya habían hecho toda una carrera, y realmente llevaban el mismo tiempo que llevo yo ahora haciendo esto, tendrían igual como cincuenta años. Y yo me decía ‘no voy a llegar ahí ni de coña’.

Y ya que la has tirado, ¿te gustaría llegar a los ochenta tocando? Serrat se retiró hace unos meses y Sabina tiene este año todavía unos últimos conciertos que huelen a despedida aunque tampoco lo ha dicho así.

Si tengo salud y pasión y ganas y no me mareo en la furgoneta y no tenemos que parar cada media hora para ir al baño (risas), sí que me gustaría. Lo admiro muchísimo, pero también creo que hay una idea interesante en saber retirarte a tiempo si no te acompaña la salud o si lo pasas muy mal al salir a tocar, etcétera. Me gustaría, siempre y cuando sea en unas condiciones dignas (risas).

Los músicos tienen derecho a jubilarse también. Parece que nosotros tenemos el empeño de que no, de que tienen que seguir hasta que nos cansemos nosotros de ellos. Pero eso no es así. No todos van a ser Mick Jagger.

Es que joder, creíamos que iba a ser Keith Richards el que nos iba a enterrar a todos, pero al final va a ser Mick Jagger (risas). Y bueno, es que han hecho un disco buenísimo los Rolling Stones ahora, a mí me encanta. Le han echado horas buscando canciones.

Más horas que tú a ‘Copas de yate’, porque ha sido una cosa mucho más rápida y de divertimento.

Sí (risas). Y, bueno, es que las canciones ya estaban hechas (risas). Pero sí, ha sido todo bastante casual. Nació con un espíritu lúdico y la idea era grabarlo en cinco días. La idea inicial era grabar cuatro o cinco canciones y acabamos grabando ocho, eso sí, tocando todos a la vez, con una banda increible y Toni Brunet produciendo que ha sido un espectáculo verlo trabajar en el estudio. Queríamos que sonara muy orgánico, no darle vueltas a las cosas. A veces intentas complicar las cosas y buscar algo que no sabes qué es cuando lo tenías ahí en la primera toma. Hay una cosa que dice Rick Rubin, que es uno de mis productores favoritos, que es que el resultado de las cosas, que te parezcan buenas o malas, no depende del tiempo que le has echado en el estudio. A veces lo primero que haces es una cosa orgánica sin mucha instrumentación y empiezas a meter recordings y no llegas donde querías y tienes que volver a lo primitivo. Yo estoy bastante de acuerdo con eso.

Es interesante también que las versiones escogidas no van a tiro hecho. Es un divertimento no tan obvio y ahí están Kiko Veneno o Carlos Cano o Radio Futura.

Lo fácil hubiera sido ir a Antonio Vega, Enrique Urquijo, Serrat, Sabina o Lapido. Lo he hecho en directo con todos ellos, pero es que hay muchísimas canciones suyas que han sido versionadas por todo el mundo y estas yo creo que no. Debería decir que casi ninguna ha sido un súper éxito de ninguno de estos artistas.

‘Tócala Uli’ si acaso, pero más que éxito yo creo que era una canción que corría por esos garitos que ahora son guetos.

Pues sí, yo creo que sí, es más de garito. Yo trabajaba en San Mateo 6, aquí al lado de donde estamos, y al lado había un bar llamado Nashville al que me encantaba ir, muy pequeño con una barra muy pequeña, donde una noche tocaron los Immaculate Fools. No sé cómo acabaron ahí, pero tocaron (risas). Y sí, eso, que el hit de aquel disco de Gabinete Caligari no era ‘Tócala Uli’, sino ‘Camino Soria’.

¿Estas canciones van a sonar en vivo junto a las tuyas?

Sí, pero una o dos como mucho por concierto, porque si no tendría que dejar de tocar las mías. Y para mí este disco es un poco bonus track, aunque estamos muy contentos de cómo ha salido. Quiero centrarme en mis canciones y en mis discos, que creo que tiene más sentido.

En esta gira estáis tocando un disco completo en la primera parte y luego en la segunda canciones de diferentes épocas. Esto ya se está asentando mucho como formato en sí mismo. ¿Qué tal lo estás viendo tú?

Pues yo veo que tengo mucha suerte con el público que asiste a mis conciertos porque hay mucha fidelidad y mucha cercanía. Nos lo están poniendo fácil para tocar los discos completos que estamos escogiendo. Tocamos por ejemplo primero en orden ‘Salitre 48’ o ‘Daiquiri blues’, paramos cinco minutos y luego vamos con canciones de diferentes etapas sin bis al final. Me está gustando, no sé cómo no lo había hecho antes. Lo estoy disfrutando. Es muy emocionante y tengo la suerte de que la banda es increíble y muy generosa, no ya solo de buenos músicos, sino de que les estoy pidiendo que se aprendan sesenta o setenta canciones y ya todos tenemos cuarenta y pico tacos y el relojillo del Windows se te queda un poco tupi. Pero lo estamos disfrutando mucho.

Después de tanto tiempo, no sé si ha cambiado mucho el significado del éxito para ti. Igual en su día era petar un palacio de deportes, pero ahora es otra cosa.

Mira, lo estoy diciendo mucho en las entrevistas y estoy convencido de que cuando todos los músicos empezamos de manera amateur, el 99% hemos dicho la frase de ‘me conformaría con vivir de la música’. Y con perspectiva, joder, yo lo he logrado. He logrado vivir de la música de una forma más que digna, con cierto reconocimiento y mucha lealtad de un montón de gente. Es importante que no se nos olvide esa idea para seguir estando agradecidos a la música. También te digo, cuando grabé el primer disco estaba tan emocionado que me veía tocando en Las Ventas en un año y siempre me digo ‘menos mal que no paso’, porque nadie está preparado para eso, y creo que cuento más natural es el camino y más piensas en el medio y el largo plazo, al final te salen canciones mejores y tienes algo más sustancial y que a la larga, por lo menos a mí, me satisface mucho más que aquello.

Hay que ir a la velocidad que dicen las señales de la autovía, disfrutando del paisaje. De lo contrario, ya te digo donde acabamos.

Sin duda (risas).

SIGUE A MERCADEO POP EN

Comparte
Tagged

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *