La ilusión inextinguible del rocanrol
Hay algo fascinante en Guns n’ Roses que son una cosa y todas a la vez siempre que vienen a Madrid y todas las veces que toman al asalto un escenario random como el del Metropolitano. El grupo con el repertorio más pequeño y los conciertos más largos. No se puede rentabilizar más todo lo que hicieron entre 1985 y 1990. Un lustro de mierda para cualquier persona normal, bañado en oro para la eternidad para aquellos drogatas de creatividad interminable. La ilusión inextinguible del rocanrol.
Por eso ahora sus conciertos son tan emocionantes como claramente interminables. Capaces de aburrirte a ratos y terminar pidiendo más con los graderíos en pie. Parecía que iban a meter 30.000 y al final era casi un lleno de 45.000 largos porque los caminos de los conciertos de rock de estadio son inescrutables cuando es viernes y hay cerveza a las puertas y el logo de las pistolas y las rosas dispara a propios y extraños a bocajarro en el pecho. Y la foto que aquí luce es de Miguel Rivera de Rock Total.
Axl Rose es la estrella definitiva del rock y por eso le vilipendiamos tanto como le adoramos. Se mezclan tantas cosas. Hay cierto desnivel en las emociones. Parece que todo es normal al mismo tiempo que parece que vamos a descarrilar. La normalidad del vino barato que es ‘Nightrain’, indudablemente momento álgido cerca de las tres largas horas de rock que casi acaba con todos los presentes. De gozo, de tedio, de alegría, de alboroto, agredidos por un perrito piloto. ¿Quién sabe y a quién le importa? Tres generosas horas de Guns n’ Roses con Axl y Slash en 2023 es algo tan molón como seguramente fuera de lugar. Y, de hecho, lo más probable es que, créeme, sea fruto de tu imaginación.
No para mí.
No para mí. Yo tenía doce años cuando vi ‘You could be mine’ en la tele aquel día de verano largo y tardío de 1991. Larguísimo estío como un concierto de Guns n’ Roses en 2023, solo que yo no lo sabía entonces. Pero me propuse adivinarlo desde aquel preciso momento… Y les vi en el Vicente Calderón en 1993. Solo tardé treinta años pero acabo de llegar a casa y no veáis lo que ha cambiado esta ciudad.
Para adquirir conciencia de mi mismo, he cruzado Madrid y varias de vuestras vidas en Metro y he venido directo a tocar mis vinilos de ‘Use your illusion’ para constatar que todo fue real. Que está ocurriendo. Lo de esta noche y lo de entonces. El ‘ilusion‘ uno y el dos. No sé si sonarán, ojalá. Los perforé todo lo que un ser humano puede perforar un vinilo comiendo techo adolescente por voluntad propia. Solo escuchando. Somatizando canciones. Convirtiéndolas en una forma de supervivencia. En cuanto ahorré, me compré el anterior, el ‘Appetite‘. Santo dios.
Puntuales como los señores de sesenta años que son, ‘Its so easy’ a las 21:30. Un cañón. Esa energía está siempre fuera de control. Da igual cuando pongas esa canción. Recuerdo claramente cuando, al fin, volvimos a ver a Axl y Slash en 2017 en el Vicente Calderón y fue una profunda conmoción. Mira que han pasado años, ya unos cuantos igual que conciertos encadenados formidables, pero nada jamás será igual que aquel verano prácticamente estúpido de bueno que fue de 1993 cuando les vi por primera vez. Tres malditas décadas después salen y tocan, como siempre, ahora ya sí puntuales no como en los noventa, ‘It’s so easy’. Again. Y vuelves a tener doce años y te juro que te tiemblan las canillas porque ahora sabes que, por supuesto que no, no es tan fácil.
Giro la cabeza y pongo los ojos en blanco de tedio conmigo mismo porque volvemos, efectivamente, al concierto de Guns n’ Roses en París en 1992. ‘Bad obsession’, macho, está ocurriendo. El sonido es claramente mejorable en la grada donde estamos que es la de los pupitres de prensa, como un castigo, cuando en realidad queremos estar abajo empujando, zascandileando y, por favor, zancadilleando. Nunca jamás en la vida razonando. Jamás imaginé estar aquí jugando a dar lecciones, así que ahora, bueno, pues a duras penas las doy. Hay pocas movidas tan generacionales como aquella retransmisión de madrugada el 20 de diciembre de 1992 en Antena 3. Pero no nos perdamos más de lo que ya nos perdimos. Esta noche hemos vuelto a ver a Guns n’ Roses en Madrid.
Militancia
Ha molado porque han dado la vuelta todo el repertorio de manera que, siendo el mismo, parece distinto. Y me ha molado porque realmente hay pocas cosas tan importantes como la militancia. En cosas bonitas, se entiende, no en plan nazis de mierda. Yo milito, quiera o no, que a veces siento que no quiero, en Axl Rose en calzoncillos. Y está bien, porque le tengo ahí delante con su movida de ‘Chinese democracy’ y, bueno, pues esa regular. Menos mal que luego ya ‘Mr Brownstone’ sí. Esa siempre si. Esa es un uno fijo en la quiniela. Me sigue pareciendo perturbador que toquen ‘Slither’ de Velvet Revolver (a quienes vi en La Riviera en 2004, tengo que decir), pero tampoco está mal ampliar horizontes ya que el repertorio es, en verdad, raquítiquico.
Me llega un mensajito al móvil que asegura que estamos asistiendo a los juegos paralímpicos del rock. No se lo vamos a tener en cuenta porque lo está comparando con Bruce y eso es, y es que es así, incomparable. Está feo comparar en general, imagina comparar con la E Street Band. Sí que tengo la sensación de que el público, para ser viernes, no está de viernes. Quiero decir, uno esperaría ver naves ardiendo más allá de Orión y, aquí, donde estamos, barras de cerveza arrasadas. Mas no. Todo es como demasiado convencional. Tengo la teoría de que es porque demasiada gente llegamos directos de trabajar y esas son unas cadenas que cuesta horas quitar. ‘Pretty tied up’ me saca del error a medias.
Tres horas y media.
Vamos a concretar. Yo tenía doce años y ahora tengo cuarenta y cuatro. El concierto, de tres horas y media, ha sido notable, yo diría. Casi mejor que el de 2017 obviando la gran emoción del reencuentro aquel y el de 2018 aún azuzado por los rescoldos. Pero ahora que hemos dejado pasar un lustro y, en realidad, hemos cambiado más nosotros que ellos, resulta que encajamos mejor. Es una de esas cosas inexplicacbles de la ‘Reckless life’ y del matraqueo de ‘Double talkin jive’. Es contundente, es potente, la banda es un cohete en el pantalón. Me dicen por pinganillo que el sonido mal según el sitio. Pues lo de siempre. Yo, personalmente, bastante bien desde mi pupitre de prensa. Como en el cole pero en pie y con cerveza. Como en el insti pues (ja).
Llegados a este punto voy a hacer un ejercicio de contracción y viaje en el tiempo sentado en una silla voladora del parque de atracciones de esas en las que me da miedo montar. Tocaron: ‘Welcome to the jungle’, ‘Hard skool’, ‘Absurd’, ‘Live and let die’. Las sillas siguen girando, cada vez más rápido pero a su vez pareciera que más despacio. ‘Wichite Lineman’. ‘You could be mine’. ‘Estranged’. ‘Down in the farm’. ‘Rocket Queen’. ‘Anything goes’. ‘TV Eye’ (con Duff a lo Iggy Pop). ‘There was a time’. Tienes que agarrarte las manos para no caerte pero sabes que la cosa va parando por su propio peso. ‘Don’t cry’. Oye, ‘Don’t cry’ muy bien. Slash, por supuesto, como todo el rato, sobrado. Pero es que es bien.
Interminable y así está bien.
Yo comprendo, muy profundamente, que todos queramos más. Pero es que después de ‘Shadow of your love’ hacemos recuento y queda toda la traca. ‘Civil war’. ‘Sweet child o’ mine’. ‘November rain’. Dios santo. El repertorio es interminable y tienen toda la intención de tocarlo entero. Nada que objetar. Axl, bueno, pues a mí me parece muy razonable a su edad, incomparable con la mía y, principalmente, con la que tu cabeza cree que tiene. No es que tu imaginación te traicione, es que te domina para el bien común. Pero esa no deja de ser una tara mágica del rocanrol, lo cual es fabuloso porque si te la arreglan, te quedas en tu puta casa viendo a Vicente Vallés. No te renta.
‘This I love’ es una rareza especialmente rara, y ‘Locomotive’ es la caldera ardiendo que nunca nos falte cuando haga rasca. ‘Knockin’ on heaven’s door’ se hace bola, igualmente, como siempre. A mí, me parece, que si este concierto de tres horas largas lo resumes en dos tienes un sobresaliente. Pero no les vas a pedir a estos pavos, que en realidad tienen cuatro discos que son dos, que resuman a su vez dos discos dobles que deberían haber sido uno en uno. No sé si me explico. Usa tú tu puta imaginación, pues hablamos exactamente de lo mismo. Que todos los días sean días de conciertos de Guns n’ Roses y noches de ‘Nightrain’. En esto estamos imperativamente de acuerdo. Somos esa coalición.
Por supuesto que queda un bis.
Después de treinta coplas, por supuesto que sí, queda un bis. Nótese la tirria y el cachondeo. ‘Yesterdays’, esta mola. ‘Patience’, igual a estas horas es un poco como que te disparen sin chaleco antibalas. ‘Paradise city’ es casa. Sí, es casa, porque a todos nos gustan las rutinas, no solo a los bebés, y mola saber que los conciertos de Guns n’ Roses empiezan con ‘It’s so easy’ y acaban con ‘Paradise city’.
Lo que pase entre medias, en realidad, es una mezcla de realidad y ficción en la cabeza de cada cual. Exactamente igual que la duda de si Axl Rose ha cantado esta noche bien o mal. Igual ni estuvimos allí, puede que no ocurriera, revisa los recibos de la VISA, yo te vi pagar muchos litros de cerveza. Pero puede que solo fuera mi imaginación o, en el más probable de los casos, la ilusión inextinguible del rocanrol.
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