sting madrid

Sting en Starlite Christmas Madrid: el siglo XX vive la lucha pop sigue

Crónicas

Sale Sting al escenario del Starlite Madrid algo después de las diez de un viernes en la noche y de repente está todo bien. No es que estuviera necesariamente mal antes, sencillamente ocurre que como no te lo planteabas ahora lo constatas. Su sola presencia sobre las tablas te hace caer en la cuenta de que, sí, joder, ahora está todo bien. Puede que todo este tinglado navideño no sea lo que nos trajo hasta aquí, pero ahora que la música suena está todo bien. Que no es para nada poca cosa. Estar en el concierto adecuado es estar en casa, es estar donde debes. Estar, detente un instante a meditarlo, que te invito a un vino, a cubierto cuando tantas cosas están fuera mal. Y aquí estamos, bajo techo una noche más en la ciudad.

Lanza Sting un mensaje en una botella contra los 7.000 asistentes: ‘el siglo XX vive, la lucha sigue’, dice el papelito. El p*to Gordon Sumner está de visita por Navidad. Viene para recordarnos que, aunque el siglo XXI sin duda nos enterrará, el XX sigue molando mucho más. Y para vigilar si, en cada respiro que damos, sabemos escoger bien nuestro limón Schweppes (la de años que tenemos los que entendemos esto, tu vida cambió, eh). Eso también. Aquellas canciones de los setenta, los ochenta y los noventa son, sin parafernalia ni postureo, el motivo correcto. En las canciones están las respuestas a la diáspora de tu propio estado de ánimo. Y aquí estamos, te lo acabo de decir, una noche más en la ciudad.

Crónica relacionada

Confiesa Sting que es un inglés en Nueva York pero debe tratarse de un jocoso error porque está en Hortaleza. Se le ve bien a sus 72. Fibrita guapa de blue eyes y camisetita sin mangas que ya quisieras tú que te quedara igual de fetén que a él. Como no sabemos muy bien donde nos metemos, resulta que entre tanto espíritu comercial navideño esto suena bien (y se ve muy bien porque la estructura es romana en esencia, de abajo arriba la gradería), lo cual es una sorpresa de lo más agradable. ‘Every little thing she does is magic’. ‘If you love somebody set them free’. ‘Spirits in the material world’. Tres de Los Police (de esta nomenclatura me sacáis del Starlite con los pies por delante) y dos clásicos en solitario. Menuda talla, semejante envergadura.

El escenario es sencillo porque no necesita más. Está como siempre desde hace treinta Dominic Miller a las guitarras. El doble de Stewart Coppeland a las batacas (incluso en el aspecto físico, de ahí la chanza) es Zach Jones. Teclista y tres coristas completan una formación musicalmente impecable, siempre comandada por un Sting que se complica lo justo y que dosifica claramente la energía y pareciera que cuenta cada paso. Un pie delante del otro, un pie delante del otro (si escuchara a La M.O.D.A. seguramente fliparía), va de un lado al otro del escenario lento, firme y seguro. Dejándose ver y querer, cantando con un micro de esos de oreja dándole bien duro a ese bajo astillado que es historia viva de nuestro tiempo. Historia viva del siglo XX, se entiende (él mismo lo acepta así, y tira de un repertorio añejo plagado de clásicos, pasando total de nada mínimamente moderno). Todos somos el bajo ajado de Sting: estamos, daño arriba, daño abajo, igual de cascados. Pero funcionamos.

Sting lleva toda la vida aquí

Ocurre con Sting que lleva toda la vida con nosotros. No sé hasta qué punto comprendemos el efecto en nosotros de tipos que, como él, ya estaban ahí cuando aprendíamos a caminar y, de manera mazo loca, parecen conservarse detenidos en el tiempo mientras nosotros ya comenzamos a encorvarnos. Será, indudablemente, una cuestión de nunca perder la fe. Por eso, precisamente, suena tan bonita ‘If I ever lost my faith in you’. Como ‘Fields of gold’ o esa ‘Brand new day’ que hace menearse hasta a los plumillas más fatigados del pop (venga, Javi, arriba). Esta última estuvo graciosa porque Sting preguntó varias veces en español a quien iba a tocar la armónica si estaba «seguro» de poder hacerlo como Stevie Wonder. Pues hombre, igual igual no sería, pero fue estupendo. El chico respondió que venga, que palante. Pues claro.

‘Shape of my heart’ siempre es como cierto tipo de delicadeza que hace falta en las cosas. ‘All this time’ brilla, es luz, y recuerdo perfectamente que le grabé en una casete de mierda de un vinilo del Fer, amiguito del cole desde chiquititos, con quien hace nada estuvimos viendo a Jamiroquai y tenemos planes mucho más perversos. Ya no se hacen conexiones así a través de cintas magnéticas con acordes grabados a fuego pero, por lo visto, da igual, porque se llenan los Bernabéus como si fueran Rivieras. Yo qué sé, Karol G, reguetón a muerte, es que nos han envejecido de un plumazo. Yo no sé nada, pero a Sting se le perreaba en los garitos antes de que se inventara el perreo y nos tirábamos la cerveza encima mientras lo inventábamos. A veces me siento como un carabanchelero caminando sobre la luna. ‘Walking on the moon’, se entiende. Tan solito.

Sonaba So lonely

Porque sonaba ‘So lonely’ esta mañana del viernes 15 de diciembre al salir de casa en la Avenida Nuestra Señora de Fátima. Bajo un cielo azul de esos que dan confianza. Y encima viernes. Pensaba «es la mejor de Police». Subí el volumen, por supuesto. Iba a una rueda de prensa de Gomaespuma. No pintaba nada mal. No salió nada mal. Cayó la noche. El cielo se tornó negro. ‘So lonely’ seguía siendo la mejor canción de Los Police y Sting me la estaba cantando (redoble de tambores) a mí. No hay tantos días así en tu vida. No ya que te cante Sting, no digo eso. Días que empiezan bien, que prosiguen según lo esperando y que acaban con gente feliz cantando. Esos son los menos. Pero haberlos, haylos, así que, queridas y queridos, no queda otra, hay que buscarlos.

Un bis rapidito

Leí con desconcierto ya en casa que había habido cierta movida con entradas duplicadas. Lo desconozco, pero igual sí que eso explica por qué había gente de pie en ciertos lugares donde no pegaba mucho, esto es, en los pasillos centrales, vaya, directamente. No pareció problemático, yo eso no lo sentí así. Pero sí que ahora, visto tras la queja, pareciera que encaja. En cualquier caso, tampoco pareció ir a más y sonó ‘Desert rose’ antes de la debacle definitiva para los móviles de ‘King of pain’ (con el telonero hijo del prota, Joe Sumner, a la voz) y el colofón de ‘Every breath you take’. Madre mía, qué temón. Y ya.

El bis fue rapidito porque tampoco estamos ya para gilipolleces. ‘Roxanne‘ palante, muy bien, y rebajamos la marchita para finiquitar con ‘Fragile‘ mientras, confieso, huimos raudos a la noche. Una vez más, por los motivos correctos. Quiero que veáis una imagen: la nuestra saliendo de IFEMA, un viernes en la noche de diciembre de 2023, acelerando por la M40 porque había un niño que esperaba ser rescatado y una abuela que merecía ser liberada. Sonaba Sting. Cantábamos respetuosamente entre líneas discontinuas a 99 kilómetros por hora en el Ford Puma azul centelleando. Y aquí estamos, vivos, una noche más en la ciudad, en esta demencia absoluta que es el siglo XXI.

SIGUE A MERCADEO POP EN

Comparte
Tagged

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *