El cantante de Green Day, Billie Joe Armstrong, en La Caja Mágica de Madrid el 1 de junio de 2024

Green Day: bueno para el Madrid

Crónicas

Bueno para el Madrid era el lema de Gómez Pintado cuando aspiraba a presidir al madridismo, y es la frase que define esta noche de sábado loquísima con Green Day en La Caja Mágica. Más que nada porque, como ya sabemos, el Real Madrid ganó la Champions, Green Day lo petó de más y, efectivamente, yo era el chiflado de la camiseta de Otaysa mogollón de vintage que caminaba entre vosotros. Todo esto lo escribo del tirón para que Alfonso no se lleve una «profunda decepción». Pero es que, al mismo tiempo, es toda la verdad que tengo.

Vamos a lo primero. The Hives son la felicidad. Lo segundo. Green Day tan pros como siempre. Lo tercero. Demasiada gente. Siempre la misma mierda. Ocurre con las explanadas, los lugares planos, la tierra plana. Se quiere meter todo lo que diga la ley, pero la ley no está luego en el concierto y no sabe que es un poco infierno. Siete días antes estábamos en el Tomavistas tan pichis con 15.000 personas (porque no vendieron más, no nos engañemos) y luego ocurre que metes 35.000 y todo se va a la mierda. Si vendemos experiencias, no vendamos experiencias de mierda.

Delante, fenomenal

Porque delante, claro, fenomenal. Lo más. Pero detrás nos cuentan que fue un terror. Yo mismo lo vi, pues atravesé todo el recinto con Miguel para llegar a los Hives y ya era complicado a las siete y cuarto de la tarde. Después pasó que no se podía avanzar y que la gente se quedaba atascada en una de esas situaciones peligrosas sin salidas laterales que como un día pase algo, va a pasar de verdad. Y, joder, recordemos el día aquel de Green Day en el Mad Cool cuando se mató el acróbata Pedro Aunión. El mal fario andaba por ahí, aunque por fortuna no se quiso manifestar. Cuando lo haga, que lo hará, vamos a alucinar.

Sería tan guay que en un lugar donde caben 35.000 alguien dijera pues no vamos a meter más de 25.000. Ya está. Es imposible, claro, pues esto es un negocio y si caben, caramba, caben. Pero en un pabellón, un estadio, cada cual con su localidad numerada, vale. En estos sitios no se puede hacer porque encima al sonido del concierto, como los recuerdos, se lo llevaba el viento. Y es una pena ver a chiquillos con sus mamás y sus papás apretujados sin poder meverse para luego ver regu o no ver. Pongo cara de circunstancias según escribo, el mundo no es ideal, desde luego. Me siento culplable incluso como periodista desde mi privilegio, pero esa es una movida con mi madre casi nonagenaria, ya se lo he dicho esta mañana, que me hizo ser monaguillo de crío.

Hablemos de música, venga. Como os digo, yo tuve la fortuna de estar delante, lo cual te da una visión ventajosa de las cosas siempre y te hace pensar en la lucha de clases constantemente. Pero esa es mi movida en mi cabeza. Yo quería ver a los Hives, como os decía. Pero mucho. Primeras filas y madridismo nuestra obsesión. Es que con los Hives no son ya las canciones, que también, es la energía que generan, que deber ser, supongo, lo más parecido a eso que llaman felicidad. A mí no me cansa el español macarrónico, cada vez demasiado selecto para mi gusto, de Pelle Almqvist. Esa manera de arengar a las masas es muy futbolera y bombonera. Como para perder la chaveta toda la nochentera.

The Hives son la felicidad

‘Main offender’, ‘Walk idiot walk’, ‘Hate to say I told you so’. Los Hives no bajan jamás del ocho. Ni en lo vúmetros ni en la nota final del cole. Hicieron lo de siempre, pero cómo lo hicieron. La primera vez que les vi en La Riviera en 2008 no sabía yo que me iban a dar tantas tardes de gloria. A plena luz, todo ancho el pulmón, habitar en un pogo to molón. Jo. Ay. La verdad es que me pasa mucho que no sé cómo explicar lo que siento en los conciertos, aunque cuando me pongo sí que lo sé explicar. Es un salto al vacío, un folio en blanco que luego lleno de mamarrachadas pop. Me cuesta especialmente describir este tipo de euforia. Supongo que si os pudiera abrazar lo entenderíamos todo rapidito. Pues eso. Un abrazo.

Fotos de Ricardo Rubio.

Green Day. Pues vuelvo a la lucha de clases. Es que los conciertos antes eran lugares donde sudar con tus desiguales y ahora ya son una extrapolación de toda la mierda diferencial que vivimos. Con lo que me gusta a mí poguear con un facha. No me hagáis caso, es una tontería. Pero oye, menuda liada la de Green Day. En todos los sentidos. Porque el concierto muy bien, aunque ya sabemos que la felicidad va por barrios o segmentos o según donde te puedas conformar después de haber pagado cien pavetes. Qué putada eso. Te joden la tarde y no compensa. Es algo que lamento de corazón.

No os he contado que Bruno Gallar sueña cantando ‘Bohemian Rhapsody’. Se pone a gritar «escaramús escaramús» a las cuatro de la mañana. En esta casa son todo infartos. Así que ayer cuando empezó a sonar esta antes del conci le llamé, pero ahora me dice que se escuchaba muy mal. Jo, qué pena. Con lo que me cuesta separarme de mis niños (nada) los sábados para hacer el cabra (ejem). El disco nuevo de Green Day es muy bueno, me gusta mucho. ‘The american dream is killing me’ es un temón.

Madrid se entrega a Green Day

La movida con Green Day es que no creo que haya, no lo hay, un grupo que haya tenidos dos discazos con semejante éxito comercial y calado popular separados por diez años. Preocúpate cuando empieces a contar tus recuerdos por décadas. Pues ‘Dookie’ cumple treinta y ‘American Idiot’ veinte. El primero me lo grabó un notas del insti después de perseguirle de forma incansable, yo lo quería, él lo tenía y no me lo quería dar. Le tiré una cinta TDK a la cara y le dije que me lo grabes o acampo en tu portal. Así se hacían las cosas en los noventa. Me lo grabó, aunque me detestaba y era de un curso mayor. Isaac se llama el gilipollas. Te mando otro abrazo donde estés.

Todas las fotos son de Ricardo Rubio.

Y la primera parte del concierto es eso, el ‘Dookie’ después del single más reciente. Ya pogueamos en La Riviera por los 25 años y luego en Sevilla, hace un lustro, parece otra vida. De cuando al MTV era un canal musical, jugábamos al Tony Hawk y los skaters se reunían en Colón. Todo eso pasó en su día y anoche por mi cabeza. Con un sonido potente y todo actitud. Vuelvo a reiterar que esta es mi visión desde la parte delantera en la que cada vez estoy más convencido de no merecer estar, si acaso no lo estaba ya de antemano. Desde allá, todo lo que pasa acá, a tu espalda, es como que no pasa.

El personal pregunta por el fútbol. Es interesante esa fusión de música en vivo y balompié. Estamos a lo que estamos pero estamos a su vez en otro lado, unos menos, otros tanto. Se entablan conversaciones inesperadas, hay algún abrazo gratuito, el Real Madrid de los cojones propicia eso también. En verdad mola. Luego todo el ‘American Idiot’ entero, que parece que fue ayer cuando fuimos al Madrid Arena a la gira de presentación pertinente y escribí esto desde la perspectiva de Jesús, mi ahijado, que por aquel entonces tenía como diez años y ahora es mi abogado. Y necesitas un buen abogado siendo Mercadeo Pop, ya os lo digo. No por nada, sino por lo que tengo aquí colgado.

Sábados serios, domingos tontos

Disfruto mucho escribiendo tonterías con un mínimo de sentido los domingos. Más aún después de esta semana en la que había prisa por contar lo del Tomavistas, Thirty Seconds to Mars, Deftones y, ay gensanta, Taylor Swift. No tengamos tanta prisa, el concierto de Green Day sigue reverberando en La Caja Mágica. Desde mi cocina en Carabanchel miro por la ventana y lo escucho como tantas otras veces escucho la movida. ‘Boulevard of broken dreams’, ‘Wake me up when september ends’, ‘Jesus of Suburbia’. Acho. Es que este repertorio es muy serio. Es mejor que un grandes éxitos porque, en realidad, fuera de estos discos tampoco hay tantos. Y hay algunos muy mierdas. Eso es precisamente lo que les da entiedad a los aquí comentado. Seriously.

Dos horas y media. Mola mucho sentir en el pecho palpitar los redobles de Tre Cool (tiene la cara rarísima, que alguien le diga que pare). Billie ya no me parece tanto un Bruce Springsteen en miniatura porque Bruce Springsteen tampoco es ya apenas Bruce Springsteen, aunque ambos sigan siendo to molones. El concierto se acaba, la velada nos va mandando a casa. Aunque lo que pide el cuerpo es jarana y ahí están Lagwagon para quien quiera. Yo un poquito mientras os piráis, que sois mogollón. Salgo por el pasillo interminable de La Caja Mágica y voy pensando random, pero una idea bajo a tierra: yo otro concierto de los Hives me clavaba ahora. Y otro de Green Day. No tiene límite la voracidad del sábado noche. Una velada que se puso rara.

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