the cult la riviera

The Cult (2023) La Riviera. Madrid

Crónicas
The Cult en La Riviera: Tormenta eléctrica bajo el sol de medianoche

Tiene Billy Duffy algo de Thor, dios del trueno en su caso sin martillo pero sosteniendo en sus manos con poderío esa hermosa Grestch Falcon blanca de la que sale un sonido capaz de hacer añicos el cielo de la primera noche de verano en Madrid y convertirla en la tormenta eléctrica perfecta. Puede que no sea una deidad de la antigüedad, pero desde luego es un superhéroe de la guitarra que exprime a conciencia también dos Gibson Les Paul, una negra y otra dorada, con toda la pose y sobrado de fuerza.

A su lado, el vocalista Ian Astbury, chamán del rock, emana incienso y misticismo dentro de un largo abrigo negro y con la melena al viento. Entra en trance como el Jim Morrison que una vez literalmente fue –le vimos mutar exactamente en este mismo lugar en 2006, solo hace 17 años-. Danza alrededor de la hoguera, invoca a la tempestad, hace volar no pocas panderetas y aúlla a la luna bajo el sol de la medianoche.

Ambos conforman una de esas parejas icónicas del rock y se hacen carne esta noche en La Riviera madrileña, sala donde ya han debido perder la cuenta de las veces que han tocado a lo largo de los años. La de esta noche ha sido para mí la quinta y siempre acude uno con la misma duda: ¿estará aquí la gente? Pues sí, ahí está la gente. No hacen falta grandes anuncios ni campañas publicitarias, este es un concierto de nicho y el público siempre se entera y siempre está ahí, luciendo con orgullo viejas camisetas de la banda, convenientemente desempolvadas.

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La excusa de esta gira es la presentación del más reciente disco del grupo, ‘Under the midnight sun‘, un trabajo como siempre poderoso y convincente, con esa mezcla de hard rock clásico y los tintes góticos y espirituales que unas veces florecen más que otras. Y es que The Cult llevan todo el siglo XXI encadenando trabajos cuanto menos notables, de esos que mantienen a los fieles aunque estén lejos de sus años de mayor popularidad y comercialidad. Algo que pocos colegas de generación pueden decir sin que se les vean las costuras.

La cosa es que aunque la excusa para ver a The Cult de nuevo en La Riviera sea ‘Under the midnight sun‘, lo cierto es que solo tocaron dos de sus canciones: ‘Vendetta X’ y ‘Mirror’, ambas a mitad de los exiguos noventa minutos (de hecho, algo menos) de recital. Una pena que, aún teniendo buen material de reciente cosecha, decidan proponer un repertorio que va en dirección opuesta, esto es, directo al pasado. Algo que no es un problema en realidad, pues el público, siempre soberano, lo agradece y lo goza preocupándose lo menos posible. ¿Preocuparse? Para qué, anda ya, dame candela.

Clásicos del rock desencadenados

Porque tras el inicio con ‘Rise’ (la única canción junto a las dos nuevas del siglo XXI), el concierto es una jukebox de clásicos del rock. ¿Quién podría quejarse por esto? Nadie en realidad. Más aún teniendo presente la importancia de la nostalgia del pasado que anida en todas esas canciones favoritas que nos acompañan, persistentemente, en nuestra ruta hacia el futuro. «Que el nuevo disco está muy bien pero que me toquen ‘Sun King'», dice uno. Pues dicho y hecho. Épica, grandilocuencia, guitarrones y guitarrazos, gritos y cuernos. ‘King contrary man’, la grandeza de ‘Sweet soul sister’. Festival de riffs desencadenados: ‘The witch’, ‘Lil’ devil’, ‘Aphrodisiac jacket’.

El sonido que empezó ligeramente enmarañado encuentra su lugar entre cervezas y palmeras. Asciende progresivamente la potencia. ‘Phoenix’, delirio en ‘Wild flower’. La banda suena conjuntada y ahí al fondo está Joe Tempesta zurrándole de lo lindo a las baquetas y marcando el ritmo junto al bajista Charlie Jones. Los teclados de Mike Mangan luchan por encontrar su lugar pero no lo terminan de conseguir del todo sepultados por los relámpagos de alto voltaje de Billy Duffy, cuyos solos provocan un curioso efecto dual: algunos se corean saltando y otros se contemplan cual obra de arte casi diríase que en silencio comunal.

Se hacen con La Riviera

El desenlace del tramo principal del show resulta dislocante con tres composiciones casi ya prehistóricas de mitad de los ochenta, cuando eran más góticos y post punk que hard rock. Y aunque el gentío es claramente rockero, celebra con toda la vehemencia posible de un miércoles semejante triada desencadenada: ‘Spiritwalker’, ‘Rain’ y ‘She sells sanctuary’. Para entonces ya hay cero dudas de que The Cult han vuelto a hacerse con La Riviera y los joviales cánticos tradicionales de oé oé oé reclaman un poquito más.

Hay más en forma de bis final y definitivo con más sabor añejo, en este caso decididamente rock con ‘Peace dog’ y ese ‘Love removal machine’ con regusto a AC/DC que deja la energía en todo lo alto y, como mandan los cánones de la música en vivo, a la concurrencia con ganas de más. Casi parece que también están en ese punto Ian Astbury y Billy Duffy, sonrientes colegueando en la despedida final, por un momento parece que igual hay hasta una más. Pero no hay sorpresas, han tocado el repertorio que vienen tocando y, aunque lo han disfrutado, hasta aquí hemos llegado. Se queda corto.

Viniendo a presentar un resplandeciente e inspirado nuevo disco, resulta un tanto curiosa la preponderancia de canciones de ‘Electric’ (1987), álbum del que suenan hasta seis cortes. De ‘Love’ (1985) suenan tres. Con estos dos discos ya tenemos nueve de un total de 16 y, la verdad sea dicha, a propios y extraños mayormente encantados. No en vano, ha sido otra velada de eficacia probada y poderío sobrado. Ya podía estar ahí fuera cayéndose el cielo sobre Madrid, como de hecho estaba, que dentro de La Riviera más de uno vio la luz del amanecer en plena noche. Tal es el influjo del culto.

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