Born to run era la última oportunidad para el desconocido Bruce Springsteen. O estaba en el sitio exacto en el momento justo con el equipaje preciso o el tren pasaría de largo para siempre. Ante tal panorama, el obsesivo nerviosismo de aquel Bruce Springsteen de 25 años era tal que fueron necesarios catorce meses para grabar este disco (en los estudios Record Plant de Nueva York). Y nada menos que seis para finiquitar la canción que le da célebre título desde que llegó a las tiendas el 25 de agosto de 1975.
El paso de los años, los lustros y las décadas han constatado la condición de maratoniano ultrafondista del rockero de New Jersey (Long Branch, 23 de septiembre de 1949), por lo que no deja de resultar mágicamente jocoso que fuera ‘nacido para correr’ el álbum que cimentó al mito, el que estableció los principios y las bases sobre las que se consolidaría todo lo que vendría después.
Y es que sus dos primeros trabajos -Greetings from Asbury Park y The wild, the innocent and the E Street Shuffle, ambos de 1973-, fueron bien recibidos pero, ay, no tanto como a Columbia Records le hubiera gustado (quizás más promoción y confianza en la joven promesa hubieran ayudado). Bruce Springsteen era ‘the next big thing’, su potencial era palpable, pero el éxito comercial se resistía y por ello peligraba su hipotética futura carrera.
MAYO DE 1974
Con esa sensación de ultimátum, el proceso para crear Born to Run arrancó en mayo de 1974 como una apuesta a vida o muerte, a todo o nada. Las ambiciones de Springsteen, en cualquier caso, estaban a la altura de las expectativas, pues su deseo era que el disco sonara como «Roy Orbison cantando a Bob Dylan producido por Phil Spector». Que las grandes canciones que tenía entre manos sonaran eternas, en definitiva.
Pero el problema era que la determinación del músico se mezcló con una ansiedad desesperada, con la cabeza de Bruce Springsteen repleta de sonidos que no era capaz de transmitir a sus compañeros de estudio. Esto le llevó a apoyarse en Jon Landau como productor y mánager (ahí sigue 44 años después) y a fichar a nuevos músicos como el teclista Roy Bittan y el baterista Max Weinberg (ahí siguen también en la E Street Band, y su aportación al álbum es palpable, aunque no tocaron en el single ‘Born to run’).
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El perfeccionismo de un Springsteen bajo presión pudo haber sido un handicap insalvable, pero por fortuna para todos, terminó sacando lo mejor de él con unas canciones tan grandilocuentes como evocadoras, que todavía hoy siguen siendo momentos clave en sus conciertos. A saber: ‘Thunder Road’, ‘Tenth Avenue Freeze-Out’, ‘Night, Backstreets’, ‘Born to Run’, ‘She’s the One’, ‘Meeting Across the River’ y ‘Jungleland’.
Las ocho canciones del álbum trazan el relato perfecto de lo que era pasar de la adolescencia a la madurez en New Jersey y New York a mitad de los setenta, con los anhelos y los sueños que aparentemente pertenecen a otros. Con los miedos de quien no tiene nada que perder pero teme perderlo todo. Los textos muestran la mayoría de edad creativa de un Springsteen convertido en catalizador y en revulsivo: si este muchacho puede trascender con su talento, todavía hay esperanza en este mundo para todos nosotros.
La primera parte de la batalla llegaba a su fin el 25 de agosto de 1975 con el lanzamiento mundial de Born to Run, tercer disco de estudio de un Bruce Springsteen definido por la publicidad de la época como ‘el futuro del rock n’ roll’, según la frase que el propio Jon Landau, otrora periodista de Rolling Stone antes que mánager de la incipiente estrella, acuñó meses antes tras verle por primera vez en concierto.
PUNTO DE INFLEXIÓN
Empezaba una nueva fase en la que no se podía caer en la autocomplacencia pero en la que sí se podía disfrutar del éxito, pues el álbum se colocó en el ‘top ten’ estadounidense y el rockero comenzaba a aparecer en portadas de publicaciones como Time y Newsweek. Al mismo tiempo, la crítica se preguntaba si ese muchacho anunciado como el nuevo Bob Dylan no sería más que un producto de la industria musical: Springsteen convertido en funambulista tratando de avanzar sin caer desde el alambre.
Aguas pantanosas para un muchacho que necesitaba cumplir sus sueños musicales a toda costa, más que nada porque no tenía un plan b, y al que la situación superó en su primera visita a Londres, cuando vio los carteles que anunciaban su actuación de presentación en el Hammersmith Odeon con sentencias como ‘Finally the world is ready por Bruce Springsteen’. Se cancelaron todas las entrevistas pero el recital en cuestión sigue siendo uno de los queridos por sus fans.
Sea como fuere, Born to run fue el comienzo de algo con esas ocho canciones de romanticismo heroico para perdedores con una única bala en la recámara. Historias de callejones, de autopistas, de chicas, de promesas rotas. La huida como actitud desesperadamente suicida en cada surco de un vinilo taladrado con sangre, sudor, lágrimas y la última verdad revelada del rocanrol. Porque todos tenemos dentro un pueblo repleto de perdedores del que intentamos atormentadamente salir para ganar. A vida o muerte.