veintiuno riviera

Veintiuno en La Riviera: la primera mirada pop

Crónicas

La foto es de Alfredo Rodríguez.

Puedo hacer trillones de tropelías en el nombre del pop. No era exactamente así lo que cantaba Bono: In the name of love. Hay tantísimas cosas y a la vez tan únicas que hacemos por primera vez en el nombre del pop. Veintiuna mil veces la misma mierda. Me detengo. Pienso. Seis de la mañana, hora de la pena. Yo solo quiero hacer magia, pasar de Bucay a Bukowski. No sé, nuestra cabeza acaba de explotar y eso que estamos haciendo, literalmente, Bruno y yo. Le tengo en brazos en La Riviera un jueves y de repente un sábado estamos pateando una torreta de DVDs de U2, Scorsesse y Tarantino.

Cada legítimo gesto construye un todo en el que acabamos subiendo el volumen a ‘Salvavidas’ en la cocina del averno mientras fuera caen «piedras de hielo». Es solo una canción y me siento mejor, clamaba Rosendo, de Carabanchel, como Diego, aunque más de mi parte el de Leño. Ay. Pienso en el vacío más oscuro del folio más blanco y el caso es que me sonrío contra mí mismo. Porque el barrio, tan amplio, nos lo talan, pero siempre vimos el horizonte extrañamente lejos.

Para leer más

Bruno tiene seis años y medio. Ha visto a Veintiuno dos veces (son tres, pero es una licencia poética). Veintiuno ha tocado en La Riveira dos veces (no hay licencia, tiene que encajar, joder). La mirada infantil limpia de las primeras veces. Acompañamos a nuestras bandas en cada pasito gigante como a nuestros niños en cada saltito. Para una banda, ese saltito es tan gigante como para nuestros niños ese pasito. Bruno está constantemente haciéndonos conciertos de Veintiuno: desde que nació, quiero decir. Y el otro día, pues Diego nos escogió. Bruno se hizo gigante, yo me derretí.

Cuando uno está tan jodidamente pasado de vueltas como yo, solo puede encontrar sentido en alguna pequeña capullada. Bien, pues esa magia nos la otorga él. En el coche, llegando: ‘Papá, ¿sabes cuál es la primera?’ No. ‘Mamá, ¿no lo sabe, papá?’. ‘Sí lo sabe’. ‘Papá, ¡joder!’. ‘Que tienes seis putos años’. ‘Que no me jodas’. Es una escalada de violencia gratuita que os voy a ahorrar, aunque os mola. Porque le digo: ‘La ruina’. Y se lleva las manos a la boca. Y yo levanto el mentón. Ea, chavalín.

La ruina

‘La ruina’ es una que Diego nos mandó antes de publicarla. Y en casa siempre fue un hit. Justo por eso y porque lo es. Por la exclusividad y la evidencia y por el saxo a lo Bruce. Hombre, claro, sobre todo esto último, qué demonios. Para mí, que de repente sosntengo cargo con Bruno a la izquierda de mi cuerpo y está atravesando La Riviera con unos ojos en los que, cómo coño es posible, se refleja Ibiza. Es jueves, es la Riviera del Manzanares, es Madrid, hace frío, pero él está en un hemisferio que no sale en los mapas porque lo está dibujando en directo como en los conciertos de Muchachito Bombo Infierno. Si no fuera porque me pesa como una caja deluxe del Achtung Baby, diría que Bruno es más de Veintino que de U2. Más de Diego que de Bono. Y no miento, porque ya me lo ha dicho.

La crítica musical canónica, como comprenderás si has llegado hasta aquí, es una puta mierda. Siento ‘Escalofríos’ con tus huesos contra los míos. Eres como un ‘Caramelo’. ‘Mañana lo dejo’. Pienso, como un airbus que despega o aterriza o se estrella, que quiero vivir en un culebrón. ‘Nudes’. ‘Haters’. ‘Mi monstruo y yo’. ‘Salvavidas’ (la buena). Se nos dispersa la noche porque el acústico es una ambición de los grupos pero no tanto del público madrileño que está de jueves mirando no ya al lunes, sino al siguente viernes, ocho días más allá. No se hacen prisioneros en los conciertos de Veintiuno.

Pop. Muy pop. A veces, mil veces, durante los últimos quince años, me han preguntado por qué no soy Mercadeo Rock. Hombre. Mujer. Porque yo habito en Popmart. Pero, aparte de ese tecnicismo igualmente pop, pues porque nos da igual una P que una R. Bruno es una R y recita con su boquita pequeñita las letras mientas yo intento aspirar todo el oxígeno de La Riviera para exhalárselo por las orejas por si decae. ¿Diego es de Carabanchel, como nosotros? Sí, hijo. Y los demás. ¿Pero no eran de Toledo? Bueno, es que ser de Carabanchel da todas las licencias que nos den la gana.

Matty Healy o Diego Arroyo

Por eso, le digo, Diego Arroyo es, bueno, joder, yo lo veo tan claro, Matty Healy. Ambos aman a Prince y todos los ochenta. Creo que el nuestro es mejor compositor, si bien no es menos cierto que el guiri tiene unos temazos que te cagas. Pero que te cagas. Me doy cuenta de que, de alguna manera, esta semana ha sido la más pop de un mercadeo pop que no se considera tan pop como inevitablemente es. ‘Desvelo’. ‘Fiera’. La que lían con ‘La toscana’ no se puede negar, se mete en el concierto hasta la rubia esta molesta que está a nuestro lado y que no ha mirado al escenario ni un maldito segundo. Oye, pagó su entrada. Esa sí que es una operación triunfo.

Igual hace diez largos años que nos encontramos por vez primera. Nadie podía sentir esa explosión. Aunque me voy a tirar el moco, porque yo algo sí vi. No sé. Voy a decir que la parte acústica central, como en enero, no funcionó. Es una apuesta complicada de las bandas que tienen que mantener, aunque casi acuchillamos a alguien porque el concepto festival me la suda ya está en las salas. Y eso pasa, a esa gente se la suda, mientras literalmente nosotros estamos atravesando décadas de distancia: la mirada de Bruno al entrar en La Riviera Vacía es la que confluye en la que tiene Veintiuno. ¿Se va a llenar esto de gente cantando las canciones que nos gustan? Es magia, pero no tiene truco. Es pop: es fantasía.

(Y, como tal, mientras edito esto, Paloma le está leyendo a Bruno lo que he escrito como un cuento y, no os lo váis a creer, se está durmiendo. Es el sábado 2 de marzo de 2024 a las 23:55. Es fantasía).

SIGUE A MERCADEO POP EN

Comparte
Tagged

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *