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The 1975 en el WiZink Center: siempre apetece una fiesta ochentera en casa

Crónicas

Era una fría noche de invierno, martes, con todo lo que eso conlleva de gélido componente exponencial en la gran ciudad, y resultó que un lugar tan gigantesco como el WiZink Center fue el lugar más cálido en el que estar con The 1975 abriendo las puertas de su casa para convertir al gran pabellón madrileño en un enorme salón de lo más acogedor.

Esa es, de primeras, la propuesta escénica de la banda británica, que pone en pie una casita de peli americana de los ochenta a dos alturas, con sus viejos televisores, sus lámparas vintage con tulipa, su mesita de salón, su sofá y, vamos, en definitiva, para entrar a vivir. Ganas tenían más de una y más de uno, cualquiera de los casi 10.000 allí congregados a la invitación. Porque siempre apetece una fiesta en casa.

Más aún si como anfitrión entregado a la causa tenemos al carismático Matty Healy, vagando de aquí para allá en su papel de infante terrible. Saca la petaca, se enciende un piti, toma un chupito, baila sobre la mesa baja del salón y se tumba (literalmente) en el sofá mientras canta y ve la tele. Pose y carisma al frente de una banda sobrada de ocho músicos que tocan todo y de todo. Clásicos contemporáneos como salidos de otra época que ya no sería pero que cada noche con The 1975 es.

La banda sonora de aquella peli molona americana

Porque musicalmente los británicos, de un tiempo a esta parte porque no fue así como empezaron hace ya una década, están empeñados en sonar como la banda sonora de aquella peli molona americana de los ochenta que tanto te flipaba (cada cual que rellene aquí el espacio). A eso suena exactamente ‘Looking for somebody (to love)’, la canción que abre el festejo colectivo tras la preceptiva intro y con la que solo falta que aparezca Axel Foley con un deportivo empotrándose contra la casa de la banda. O ‘Happiness’ o también ‘Oh Caroline’, que quizás sean más para viejas comedias románticas por ese saxo que anda por ahí reclamando su protagonismo cinematográfico, que obtiene a ratos. La coreadísima ‘I’m in love with you’ sigue la senda de ochenterismo ilustrado.

En escena los músicos se mezclan con los camarógrafos, que registran todo como un videoclip en vivo en plano secuencia para las pantallas laterales, terminando de montar así el concepto teatralizado del concierto con ambición escénica y cierto toque de art pop (sin duda influencia de sus queridos Talking Heads). Hay un pasaje, ‘Me’, concretamente, en el que Matty canta incluso en pie en el tejado, que es bien sabido que es desde donde se siente y se comprende de manera más abrumadora el latido de una ciudad bajo tus pies.

Ecos de Prince o Duran Duran

Los ecos a Prince o Duran Duran no se van a marchar, pero con ‘You’ emerge ya también ese rock alternativo que marcó los primeros pasos musicales del cuarteto británico. Porque son cuatro en esencia, aunque en escena dupliquen sus manos para que todo sea tocado en estricto directo, algo casi contracultural en pleno 2024. Se acaba la primera parte del show, centrada en su último álbum, ‘Being funny in a foreign language’ (2022), con ‘When we are together’ con Matty tocando la acústica y el piano y encendiéndose un cigarro, algo igualmente casi desafiante para un artista en los tiempos que corren.

El interludio da carpetazo también a la parte más teatralizada y teatral del show con el vocalista contemplando una pequeña montonera de televisiones que no cesan de emitir mensajes. Claramente en la línea que ya hiciera U2 con su ZOO TV hace treinta años, Healy parece no soportar lo que dicen Noel Gallagher (contra The 1975, por supuesto), Mark Zuckerberg, los bombardeos contra Palestina o la tala indiscriminada de árboles en el mundo y termina siendo engullido por un televisor un poco en plan ‘Poltergeist’ (por seguir con la deriva ochentera).

La fiesta no acabó, solo se trasladó

Los operarios han desmantelado buena parte del atrezo, pero la fiesta no acabó, solo se trasladó. De alguna manera ya no estamos en la casa, debió haberse hecho tarde, y los supervivientes siguen la parranda por ahí, con nueva ropa y renovadas energías por el cambio de contexto. Un clásico. La corista, guitarrista y lo que surja Polly Money entona ‘Jesus Christ 2005 God Bless America’ y empieza el tercer acto en el WiZink con The 1975, titulado precisamente como esta gira europea, ‘Still… at their very best’ (la del pasado año era ‘At their very best’).

El guateque prosigue, decíamos. Cuando uno hace una fiesta en casa sabe más o menos cómo empieza todo, pero luego ya pues, ah, el azar. ‘If you’re too shy (let me know)’ abre este tramo que pica de aquí y de allá del solvente repertorio creado por el grupo a lo largo de cinco discos de estudios de diverso pelaje y condición. Ritmos ochenteros en los que no faltan las congas y otros más contemporáneos pero todos ellos bailables en ‘TOOTIMETOOTIMETOOTIMETOOTIME’ o ‘The sound’. La guitarra con la que empieza ‘It’s not living (if it’s not with you)’ desata el aullido colectivo que se repite, en realidad, con cada nuevo acorde de cada nuevo tema, en una especie de ritual de apareamiento o de llamada a la caída del Imperio Romano.

Un desenlace ruidista y desmadrado

Baladote importante es ‘Somebody else’. Pop expansivo ‘Love if it we made it’. Poderoso rock alternativo es ‘Sex’, en un desenlace entregado a la distorsión con Adam Hann perdiendo toda la delicadeza previa, Ross MacDonald desmelenándose (metafóricamente en su caso) en el bajo y George Daniel aporreando con saña. La fiesta ha alcanzado tal velocidad que ya solo puede encontrar su final, no sin antes revolverse contra su destino con ‘People’, un cierre machacón el de The 1975 en el WiZink cercano al metal en plan Marilyn Manson. Parece otra banda, desmadrada al amanecer entre la gente de bien tras una noche de celebración y festejo.

Una banda que en seco se apaga y cierra la emisión después de dos horas de viaje no solo musical, sino diríase que también físico, aunque en realidad nadie se ha movido del sitio. Serán la ensoñación de una noche pop, mezcla realidad y ficción. Festivos, con sonidazo y un espectáculo en varios actos convincente y sólido, de elevada aspiración artística. En el WiZink Center The 1975 constataron que siguen en su very best, disfrutan de su madurez y su casa sigue sin estar a la venta. Otra cosa es como se la encontraran a la vuelta de tanta jarana, pero ese ya es un problema de los convocantes, no de los invitados, que ya se sabe que no se preocupan demasiado por el mobiliario, sino de pasarlo especialmente bien. Fue, en cualquier caso y a grandes rasgos, y lo digo antes de apagar la luz de mi mesilla para el necesario descanso, una velada cálidamente fetén.

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