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Todas las mañanas después de los conciertos de Second

Crónicas

Yo no sé qué va a pasar cuando no esté Second. Sé, eso sí, que todo lo que ha ocurrido en nuestra vida ha sido real y esta noche ha vuelto a sonar. Ojalá el final de todas las cosas que importan retumben como la pedrada en la cabeza que nos deja Second. Pum. Pedrá. Es un domingo jodidamente claro de noviembre en la ciudad, el cielo está abierto esperando a que lo pintes. Si yo pudiera pintar el cielo con un rotu blanco escribiría (joder, que responsabilidad me acabo de buscar), «sonará en todas partes».

Porque ‘Sonará en todas partes’ es la canción que nos trajo Bruno debajo del brazo, por aquello de no saber de qué va todo esto. Espero que él lo sepa. Bruno tiene seis años y ha visto a Second seis veces. ¿Acaso no es formidable? Ya te digo si lo es. Agarro cuanto puedo la mano de mi padre nonagenario y me escapo de mi vida irrelevante sin parar para hacerlo (y le pongo vídeos de anoche y me dice ‘ah, sí, sí’), pero anoche era la de Bruno la que agarraba en Las Ventas (que me dice ‘a ver, a ver’). La vida es lo que nos pasa entre cada concierto, que es a su vez la vida multiplicada por mil y condensada en el instante que dura tu canción favorita.

Puede no ser tu favorita, puede ser solo una canción, como cantaban Leño. Pero te sientes mejor. Y las canciones o bien te atropellan o bien te tiras contra su parabrisas y das vueltas de campana como Bono en el vídeo de ‘Stuck in a moment’ (truñete pretencioso reciclado). ‘Mira a la gente’, es constantemente arrollada por vehículos a cámara lenta, vuelan alto, caen, rebotan, ruedan sobre el asfalto. Me estoy montando mi popia peli en el ruedo de Las Ventas porque hemos venido a ver a Second, en su último concierto en Madrid. Es importante porque nos han marcado la agenda desde diríase siempre.

Me decía Paloma ayer ¿y qué vas a contar si ya lo has contado todo? Eso me sigo preguntando mientras tecleo. No sé qué contar. El vacío que sentimos después de los conciertos importantes, quizás. A mí, se me quitan las ganas de comer, es la dieta pop slim fit. Algo que esperas tanto que te pasa por encima. Revisar los vídeos y gemir bajito resacoso. El croquetismo ilustrado. La persiana un centímetro arriba o abajo. Son importantes los pequeños detalles. Volvimos a casa enteros, lo cual no es poca cosa, pero sigue siendo lo de menos.

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Mola mucho maquearse para un concierto, pero ¿y después? Después volvíamos por la M30 escuchando Second viendo pasar los edificios, las luces, los coches estrellados contra la mediana. Se desató el caos magnífico y, mientras meto la llave en la puerta del portal, me digo ‘no quiero entrar’. Porque un concierto se acaba cuando entras en casa. Es el bis final que te queda como espectador. No lo puedes alargar más. ¿Quién no querría alargar los conciertos de su vida tanto como fuera humanamente posible? Yo vivo en algunos de ellos, solo que no lo sabéis. Son veladas importantes. La noche de anoche lo fue, como es la mañana de hoy domingo.

Tan importantes son las noches como las mañanas después de los conciertos. Ya no estamos tan maqueados. Solo hay desidia y desahucio. Un agujero emocional. Y miro mis notas. Y veo que empezaron con ‘2502’ y ‘MIra a la gente’. Fue un pelotazo. Lo más jodido de la mañana siguiente es que tienes que redibujar la noche con otra luz. Llegados a este punto, reniego abiertamente de la critica y la crónica musical. Me parece imposible convertir la oscuridad en luz y, encima, ponerle una música concreta que solo suena en la cabeza de una serie de personas. Anoche en Live Las Ventas fuimos 3.000, el mayor aforo convocado por Second en Madrid en sus veinte años, hay que joderse (y encima no en el lugar más cómodo, con cierto apelotonamiento, las cosas como son, aunque sonó estupendo, esto también es de ley decirlo).

‘Flores imposibles’, ‘Nueva sensación’, ‘El contorno de tus sueños’. ‘Muérdeme’, claro. ‘Primera vez’. Da igual todas las canciones que pueda enumerar. Esta es otra de esas mañanas después de un concierto de Second. No ha habido tantas, quizás viente (que no son pocas tampoco), pero es verdad que han sido todas formidables. Me acuerdo de las canciones, pero tengo más presentes las reacciones a la luz del sol. Es ahí donde y cuando se hacen eternas. Las canciones. En la cerveza del día después con las gafas de sol afirmando: «es que es un temazo». Ahí. Ese es el tinnitus bueno. Mis dieses para él en ese sentido.

Te preguntarás si el concierto estuvo bien. Pero eso, como eres inteligente, ya lo sabes. Suena muy bien Las Ventas con carpa. Y no hubo víctimas mortales, lo cual siempre es un punto positivo para todos como civilización. Podría haber ocurrido lo peor en ‘Muérdeme’. por supuesto, siempre es un delirio. ‘Rodamos’ es una incitación clara al desastre. Cantáis mucho y es un placer. de verdad que sí, estar en un concierto en que la gente va al concierto a estar y cantar, no a posturear. La gente de Second te hace volver a creer en los motivos correctos de todo esto. Tenemos una edad, sabemos las reglas, los códigos y las consecuencias.

Una mañana me levanté en otra ciudad. Otra vez directamente no sabía donde estaba, algún planeta por descubrir, seguramente. Hubo no pocas camas inesperadas. Muchas veces al día siguiente hubo que ir a trabajar, porque la clase obrera es lo que tiene. Sonaba ‘Rincón exquisito’ y yo iba en el 34 por Marqués de Vadillo, vamos, no me jodas. Otra mañana, en Murcia, lo recuerdo perfectamente, no recordaba nada. Nadie sabe muy bien lo que pasa en el tránsito de la noche al día que es, en definitiva, como resucitar cada día. Mi ‘Rincón exquisito’ será mi tumba cada vez que salga el sol y, cuando deje de hacerlo, sonará nuestra canción.

Os escribo desde donde me sentaba yo, con mi chupa vaquera roída, mis convicciones vapuleadas y mis dudas eternas sobre mis propias palabras. A Juan Gallardo le sigue pareciendo todo bien a sus 92 años. Le sigo agarrando la mano, no es esta su mañana aunque ha venido el Summa a casa. Él no se va. Mi padre no se ha muerto, aunque ya no puede hacerme bocatas de Nocilla. Ahora que Second se han ido, solo queda el reencuentro y eso es lo que lo hace de cada nueva mañana algo bonito. Hagamos de cada rincón exquisito algo al menos digno. Cada mañana después de un concierto de Second es hoy y es, a partir de ahora, siempre.

Los conciertos de Second son ya un recuerdo eterno. Los postconciertos también. Las mañanas siguientes también. Pero el grupo murciano tuvo la despedida que merecía de la capital. Con todo el papel vendido y el público, su público, totalmente entregado a la causa. Estuvieron, como siempre, intensos, emocionantes, poéticos, con un repertorio consistente interpretado con entrega y pasión. Por última vez disfrutamos de su directo de alto nivel, del que siempre he dicho que les tendría que haber llevado a llenar recinto más grandes. Second es un grupo por encima de la media que, por lo que sea, no ha terminado de reventar comercialmente pero que tiene, eso es así, una conexión profunda con su gente. Y ese es un éxito que está por encima de las cifras y del paso de los años. Esa es, a su manera, una eternidad que perdurará a través de muchas otras vidas.

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