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Robbie Williams dibuja sonrisas y borra penurias en la apertura del Mad Cool 2023

Crónicas

Robbie Williams habla y habla, nos cuenta su vida, baila y nos canta en la apertura del Mad Cool 2023. La noria iluminada gira y gira. El gentío camina y camina, bebe, se tumba, busca a sus amigos perdidos, vocifera, entona y se entona. Lizzo brilla mientras el sol deja su espacio a la luna. The Offspring a 50 grados, The 1975 reventando el tercer escenario. De repente de fondo suenan las Azúcar Moreno (sí, las de verdad). Hemos cambiado el norte por el sur de la ciudad pero parece que no nos hemos movido ni en el espacio ni en el tiempo desde la última vez. Mad Cool ha vuelto, hemos vuelto al Mad Cool.

Se lo pasa bien Robbie Williams, que se lleva todo por delante con ese ‘Let me entertain you’ siempre tan arrollador. Entretenedor nato, se pone soulman danzarín con ‘Land of 1000 dances’ y un poco Freddie Mercury en ‘Monsoon’. Asegura que se cansa por el covid, no por la edad, baja a dejarse magrear por al personal. ‘Strong’. ‘Come undone’. Habla mucho, indudadeblemente demasiado, explotando su faceta de niño terrible. A Gerard le tiene frito, aunque le dedica una canción a él y a sus hijos. Recureda su salida de Take That y nos cuenta su vida en plan charlatán total. Coro colectivo con ‘Don’t look back in anger’ de Oasis.

Está muy fino Robbie a sus 49, casi como que demasiado. Pero lo sigue teniendo liderando un espectáculo vigoroso con su carisma de bufón rebelde de la corte pop. ‘Love my life’, ‘Candy’, ‘Feel’, ‘Kids’, ‘Rock DJ’. Suenan todas las que tienen que sonar y el público, en un porcentaje considerable guiri, se lo pasa en grande. El sonido es estupendo, el cantante canta y transmite esa energía etérea que el público recibe como maná caído del cielo para aguantar un poquito más. ‘No regrets’, ‘She’s the one’, ‘Angels’. Un repertorio considerable, un recital estupendo.

Las fotos son de RICARDO RUBIO.

Robbie Williams convierte el pan en vino, la harina en cocaína y las penurias en sonrisas. Sobre todo las penurias que tuvieron que pasar quienes llegaran al recinto del festival a eso de las siete de la tarde para comerse una tediosa e interminable hora de cola (o más) bajo la solanera. Eso acaba con las ganas de cualquiera, pero no esta noche, no hoy. Quienes lo padecieron no terminaron de entender por qué había que alienarse de esa manera con la entrada tan grande que tiene el festival pero, según hemos podido saber, fue por un malentendido entre organización y seguridad que llevo a estos últimos a obligar a hacer cola a los que ya tenían pulsera, algo no dicho así por los primeros. Lo que no se entiende es por qué no se subsanó en el acto.

Por otro lado, esto también tuvo lo suyo, al salir, si ibas a Getafe también te hacían dar un rodeo guapo de más de un cuarto de hora en lugar de ir directamente desde la salida. Cosas de los flujos de personas y los planes de movilidad. Estajanovistas esforzados somos y estajanovistas esforzados moriremos, el disfrute desde luego nos lo trabajamos con conciencia festivalera.

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Mientras fuera se desesperaban, dentro The Offspring descargaban su contagioso punk rock a (por lo menos y sin exagerar) 50 grados. «Este festival se llama Mad Cool pero es motherfucking hot!», braman los californianos mientras sacan a relucir toda su artillería. ‘Come out and play’, ‘Staring at the sun’, ‘All I want’, ‘Hit that’, ‘Bad habbit’, ‘Gotta get away’, ‘Why don’t you get a job?’ Una detrás de otra, pim, pam, pum, con un Dexter Holland ya totalmente rosa a punto de explotar, vestido de negro y con manga larga. Siempre potentes y vivificadores, con cada canción quitan un lustro al respetable. ‘Pretty fly (for a white guy)’, ‘The kids aren’t alright’, una de los Ramones (‘Blitzkrieg Bop’). ‘Self Esteem’ siempre es un himno triunfante y la cosa acaba con empaque. No pasan los años por nosotros (ja).

The 1975 revientan el tercer escenario. Se les queda muy pequeño. Su pop esponjoso quedaría fenomenal en cualquier banda sonora de peli de los ochenta (no les faltan ni el saxo ni las congas de la época). Pueden llegar a recordar a Spandau Ballet o Duran Duran, incluso a Michael Jackson (‘Oh Caroline’) y tienen hits como ‘Looking for somebody (to love)’ o ‘I’m in love with you’ que resultan de lo más refrescantes. El vocalista Matthew Healy explota la vena canallita tirando de petaca, fumando, con la camisa abierta a los Michael Hutchence. Las chicas (principalmente) aúllan, así que ni tan mal. Una banda para disfrutar en un concierto propio con un montaje propio y aparte de la vorágine en permanente tránsito de los festivales.

Lizzo brilla en la puesta del sol y toda la luz del astro rey se la quedó ella con un espectáculo colorista de ritmo incandescente de pop, dance, soul, funk, R&B y lo que haga falta. Su magnetismo empoderado y su chorro de voz puede con todo con canciones tan irresistibles como ‘Juice’ o ‘2 be loved (Am I ready)’. Se arranca con el ‘I’m every woman’ de Chaka Khan que repopularizó Whitney Houston en ‘El guardaespaldas’ y hasta con ‘Yellow’ de Coldplay. Todo cabe en la pista de baile infinita que monta la estadounidense, acompañada por un cuerpo de baile y una banda de eficacia probada como para no parar de bailar jamás.

Pero hay que parar. Alguna vez habrá que parar. Quieran o no, así lo harán las 65.000 personas que se acercaron a la primera jornada del Mad Cool en el nuevo recinto de Villaverde. Un espacio enorme en el que, como siempre, se pulverizan los récords de las aplicaciones esas que cuentan los pasos. Un pie delante del otro, de aquí para allá, por lo general bien de espacio, aunque es un poco rollo que solo haya una zona de aseos, por muy grande que sea y bien situada en el centro del meollo (meollo, no ‘meo yo’). Según pasan los conciertos pesan más las piernas y este viernes hay más, mucho más con, entre otros, Sam Smith, Queens of the Stone Age, Mumford & Sons o The Black Keys. Alguna vez habrá que parar, pero no esta noche. No hoy.

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