TEXTO: Rafael Mozún
FOTO: Ricardo Rubio
La música para las masas tiene estas cosas. Salimos de Getafe en coche a las 17:00 y a las 18:10 ya estábamos dentro del festival. Un plan sin fisuras. Había atasco, claro, el habitual de salida de fin de semana hacia la playa, pero nuestro afán en llegar pronto se vio recompensado. Al rato, desde los escenarios, se podía divisar una carretera de Valencia donde la gente se apeaba de los coches y llegaba al recinto andando, abandonando al conductor a su suerte.
Con razón nos encontramos unas instalaciones semivacías durante las primeras tres horas, donde, como siempre, reivindicamos el picoteo, la tapa, el menú degustación, la minuta estrecha y larga. Comenzamos con las powerpoperas The Beths, que debutan en el escenario Tous, situado justo en la entrada, y se revelan ideales como entremés con sus rasgueos ramonianos y finales punk pop.
Los dos escenarios principales son gemelos, uno está seguido del otro y consiguen que siempre haya música sonando. De manera análoga, el resto de escenarios grandes están siempre alternándose. Música no falta. Japanese Breakfast presentó su disco Jubilee frente a un público apostado en las primeras filas con camisetas de Depeche o Kendrick. Sonaron canciones como ‘Kokomo, IN’ mientras disfrutamos de la suave cuesta que -unas horas más tarde- posibilitarían que varias decenas de miles de personas pudiesen ver bien a los cabezas del día. Un pequeño desnivel que es una característica ciertamente valiosa en un festival de masas.
The Delgados son una banda que, con temas como ‘Coming in From the Cold’ o ‘The Light Before We Land’, son casi un culto en la escena del rock alternativo, aunque tuvieron problemas de afinación. Más allá de la broma, es curioso que estos dos factores estén siempre tan asociados.
Queríamos nuestra ración de caña y allí estaban Soul Glo, sampleos soul entre sacudidas hardcore. Tupatupa de manual con momentos metaleros que hubieran firmado los Cavalera y pogos pequeños pero combativos. En aquellos momentos la cola para la lanzadera en Arganda era kilométrica y la organización, con buen criterio, decidió atrasar 35 minutos la actuación de Depeche Mode.
Con miles de personas varadas en la A3 llegó nuestro primer enamoramiento: Gabriels son un trío de teclista, violinista -excelente contrapunto rítmico- y cantante que practican un soul muy agospelado. El cantante Jacob viste smoking con capa de interior rojo -casi- de vampiro. No sólo su presencia es imponente, con el tamaño físico -y artístico- de un Solomon Burke, también posee un micrófono dorado, una voz de oro y un falsete de platino.
Además del trío titular había otro teclista, un bajista que inoculaba intensos grooves y tres coristas de vestido negro y guantes blancos que ejecutaban hipnóticos bailes. Temazos como ‘Blame’ o ‘Love and Hate in a Different Time’ parecen directamente llegados de los 60, mientras que con ‘Back To Life’ volvimos al año 89 de la mano de una genial versión de Soul II Soul con vídeos de baile de numerosas procedencias. Nos encantaron hasta las proyecciones, que demostraron que algo sencillo puede ser muy poderoso. Hicieron bailar felices a los que denominaron el “Primavera Madrid missionary baptist church”.
Labor de investigación
Qué importante es la labor de investigación previa de un cartel. Nunca hay que quedarse en los tres cabezas, siempre hay uno que decepciona, otro en horas bajas y el tercero puede que incluso te lo cancelen por una tormenta. Mientras tanto en el escenario Amazon, con algunos charcos pero 100% operativo, The Mars Volta ofrecían sus composiciones más populares con largos desarrollos instrumentales tras una elegante escenografía con seis espejos deformes. Confesemos aquí que siempre hemos sido más de At The Drive In, pero Cedric y Omar presentan calidad desde cualquier denominación.
The Moldy Peaches son el desprejuicio estético y musical. Disfrazados de arlequín, cebra, seta o con pijama, sus canciones no denotan mayor cordura. Divertidos y Zappianos en su absurdo. Recordaríamos más tarde su estribillo “These burgers are crazy” cuando ingerimos una hamburguesa de alto coste, carne quemada e ínfima calidad.
Los Depeche
Llegó la hora que casi todos esperaban y Depeche Mode abrieron las festividades con varios temas de su nuevo disco ‘Memento Mori’. Ya no está el fallecido Andy Fletcher, al que dedican ‘World in my Eyes’, pero siguen los imprescindibles Dave Gahan y Martin Gore. El cantante no está en su mejor momento, su voz parecía que nunca llegaba y se nota en su rostro el paso de los años. También se nota la edad en un Gore con la piel cuarteada, pero claro, él nunca fue el sex symbol unisex y arrebatador que fue Gahan.
Las canciones que canta Martin siempre son un punto álgido en todos sus conciertos. En Arganda entonó ‘Home’, y desde aquí le damos las gracias por mostrarnos un hogar y llevarnos a él. Su último vinilo -de este mismo año- incluye un tema que nos parece que entra de cabeza entre los clásicos de la banda. Quizás sea una herejía, pero ‘Ghosts Again’ contiene todo lo que ha hecho grande a los británicos con bríos renovados y un riff, ¡qué riff!. Un riff mágico y celestial.
A estas alturas de la película es el público el que lleva a Depeche Mode en volandas, y es que, aunque ya no estén en su mejor estado de forma, su setlist es avasallador y admiramos a las leyendas de las uñas pintadas de negro, los coros con vibrato de Martin o el molinillo de Dave. ¡Qué decir del balanceo de brazos del frontman para no dejarle en la estacada otra vez!. El Clark Gable de los ochenta se mesa su pelo engominado y procede a manejar a las masas. Historia Pura.
El Kendrick
Giramos el cuerpo 45 grados a la izquierda y ya estamos frente al concierto de Kendrick Lamar. La edad media se ha reducido a la mitad y casi toda la concurrencia es extranjera. No es ninguna exageración proclamar a Lamar como el líder de la música negra en lo que va de siglo. Su lenguaje musical contiene jazz, hip-hop, funk y soul, y ha conseguido conquistar tanto al público como a la crítica, que consideran esenciales varios de sus lanzamientos.
En directo se suceden los tresillos, los subgraves y las explosiones pirotécnicas ante una lona con el mensaje “Warning shots not required”. Porque Kendrick es el heredero de los músicos que también fueron líderes en la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. Su música es claramente de este siglo, pero se pueden perseguir las migas que el de Compton (la misma ciudad origen de NWA) espolvorea por sus temas. ¿Nuestra mención favorita? El ‘Give Up the Funk’ de Parliament al cerrar ‘King Kunta’.
Los Bad Religion
Abandonamos al americano y llegamos casi al final de Bad Religion, pero los californianos siempre se guardan varios ases en la manga: ojito al póker de ases de cierre: ‘Punk Rock Song’, ‘Sorrow’, ‘I Want to Conquer the World’ y ‘21st Century (Digital Boy)’. Han pasado más de 40 años desde que quisieron conquistar el mundo y siguen contando por victorias sus batallas.
El Fred Again
Teníamos muchas ganas de ver a Fred Again…, espoleados por las unánimes alabanzas sobre su directo, que convencía hasta a los escépticos de la electrónica. Sesenta y cinco minutos después coincidimos. El británico de 29 años puso boca abajo el Primavera Sound con un show que, pese a su comercialidad, no explota los clichés de otros popes del género.
Su discurso audiovisual es tan simple como adictivo. Combina tomas de Fred en directo, el público exaltado y los diferentes cantantes sampleados. Imágenes siempre filtradas en tonos suaves con azul, rojo o blanco, replicadas por la potente iluminación instalada. Cada canción implica un personaje diferente, y el productor pasa de tocar el piano con sensibilidad y delicadeza en un tema dedicado “a todos los hermanos y hermanas” al frenesí de ‘Jungle’ o ‘Turn On the Lights Again..’ donde desata la euforia entre la chavalada.
“Esta la vamos a cantar todos” propone antes de ‘Angie (I’ve been Lost)’, si bien el recibimiento más cálido fue para ‘Billie (Loving Arms)’. El espectáculo resulta coherente y cohesionado. Ya tenemos ganas de volver a coincidir con un simpático y humilde Fred que no se cansó de pedir aplausos para Tony, su ayudante y compañero de escenario.
Skrillex
Aún quedó noche para que Skrillex hiciese temblar el press lounge, sentir el rock de guitarras de Unwound y flipar un poco con la japonesa Kyary Pamyu Pamyu, que con su música a medio camino entre el videojuego y las canciones infantiles, hizo bailar sus coreografías a un público que vivió una regresión a su infancia.
Terminó el viernes y lo aprovechamos magistralmente. Siempre moviéndonos cuando la masa no lo hace. Llegar antes, irse pronto. Consejos de primero de festival que nos hicieron la vida más fácil en un recinto que, inconvenientes ya reseñados aparte, se nos antojó imbatible. Gran jornada musical el día que la narrativa cambió de la lluvia y la cancelación del jueves a la ineficacia del transporte de miles de personas. La música para las masas tiene estas cosas.