mercadeo pop

Los caballos salvajes de Mercadeo Pop y la so cruel prensa musical

Artículos

Hubo un tiempo en el que realmente sentía que en mi DNI ponía Mercadeo Pop. Fuente de no pocos malentendidos graciosamente díscolos en plan borbón, dislates entre realidad y ficción. Rollo el rey Lear de Shakespeare. Sí que es verdad que alguna vez pude ir así por la calle, chupa de cuero entallada mediante. Como si alguna vez esta web fuera a pagar factura alguna. Jamás. No es rentable económicamente, con lo cual ya se baja del carro media humanidad. Es una casa en ruinas, de hecho. Una herencia problemática. Pero yo, sin embargo, como tengo una intuición terrible con la vida, prosigo con esta interminable pérdida de energía.

Seguiría, quizás más entusiasmado, si hubiera un feedback guapo. Hay gente que lo sabe y lo pilla y se lo agradezco de la hostia a Nacho Gamboa, por ejemplo. Un visionario. Un banner (que veis a la derecha, uno verde, y os lo cuento porque me da la gana, esto no está patrocinado, es cuestión de lógica pop), cuatro perras gordas y ya es un algo que marca la diferencia y, os digo una cosa sin cortarme un pelo: se lo publico todo (si todo te lo quedas tú, por miseria que sea, nunca crecerá). Nadie parece entender que nuestro tiempo también es valioso. Todo son peticiones y reclamos. Luego te dirán que si te invitan a tal o cual concierto, cuando es mentira, no te invitan: yo soy periodista y escribo todo el rato. Es lo único que sé hacer y ahora iremos con ello. Yo soy profesional de esto y mi visión no es un entretenimiento. A mí me va la vida en ello.

No hay industria musical

Si la excusa de que es que no hay industria musical no fuera eso: una puta excusa de mierda. No es Mercadeo Pop un gran medio de masas, pero a veces me lo parece cuando nos persiguen para hacer entrevistas o publicar noticias mientras, por supuesto, estoy trabajando en otra cosa para poder ir al súper. En mi caso, no sé ni cómo lo he hecho, en infoLibre escribiendo de música y de cultura en general. Es casi pornográfico, pero sí, soy uno de ellos: uno de los que se ganan la vida haciendo lo que queríamos hacer. En el mejor medio de este país, además, por línea editorial y por honestidad (y ni se me chista esto, jaja, caí en el epicentro).

Leemos todo el rato sobre la irrelevancia de los medios musicales. Un mantra que nos clavan en la frente. Ya sé, lo sé perfectamente, nos hicimos viejos en la pandemia de repente. Ya somos pasado los que estamos aquí ahora mismo escribiendo y leyendo. Igual tú no lo sabes, pero actualizo la web de madrugada, cuando todo lo que quiero hacer es dormir o meterme un chute de heroína que me ayude a dormir, por favor alguna vez, de un tirón una noche entera. Pero en lugar de apagarme, me mantengo encendido, reviso cienes de correos sin abrir (lo siento) y escojo al azar alguno y hago un copia-pega de manual que al menos mantenga viva la llama. Esta presión me la inventé yo solito. Ahora mismo es domingo por la tarde y estoy intentando jugar a algo en casa con los críos mientras divago. No soy capaz de soltarme de una cosa ni de la otra. Y suena Fito, encima (me voy a poner a Robe, que es el puto amo).

Amo lo que hago

Bajo ningún concepto quiero que se me entienda mal. El logro de mi vida es que me ofrezcan entrevistas (qué poquitas hago, no quiero hacerlas mal o de carril, me niego) y me pidan que publique noticias o me inviten a conciertos. Cuando pensaba que ponía Mercadeo Pop en mi DNI, hace unos quince años, podía con todo. Ahora mismo, tengo que rechazar sin parar porque hay pequeños Gallar y otro tipo de vida que, sin obsolescencia programada, resultó igualmente ser caduca a su manera. Por supuesto que voy a conciertos, es un lograzo para mí, muy honestamente, ir como periodista por la vida con mi humilde web a todos los que voy. Sigo sin creérmelo. Me toman en consideración. Un poco poder fáctico igual soy. Yo qué coño sé. Qué dolor de cabeza me da.

Del periodismo musical no se vive o se vive mal. Regular cuanto menos. Fatal, qué coño. Yo era un periodista de política de Europa Press que podría haber hecho carrera de aquello que detesta, como tantos otros de mis buenos amigos. Pero no me daba la gana, así que cuando salió un huequito en Cultura, para allí que me cambié. No parece un movimiento inteligente en según qué términos. En los míos, no hacerlo hubiera sido mi rendición. Y si estoy escribiendo esto es porque ni me rindo ni, por supuesto, me rendiré. Yo he venido a este cementerio de muertos a recordaros todo el maldito rato que estáis vivos. Porque os he visto en aquel concierto, en aquel jodido festival especulativo en el que casi morimos. Pero seguimos estando. I’m still alive.

No estamos aquí por la puta pasta

Estamos aquí porque nos une algo intangible que no es la puta pasta. Aquí no la hay. Yo he colaborado con otros medios y nos pagan con suerte 60, 70 u 80 pavos por una pieza (y os estoy hablando de El País, de El Independiente y del que te dé la gana. Literalmente cerré la Rolling Stone de España (de la que fui editor cuatro años) que han borrado del mapa ya han creado una nueva como si tal cosa en un ejercicio de sinvergonzonería magistral. Dime cómo demonios se vive así. Luego está la historia del periodismo musical venido a menos por cuatro gilipollas contando siempre las mismas noticias de Kanye West o Taylor Swift (esto es muy de la década pasada). Convertimos el periodismo musical en cotilleo y chanza, cuando lo mínimo era, al menos, reivindicar nuestros estribillos. Lo dejamos ir, lo perdimos. El asqueroso clickbait todo se lo comió. La precariedad nos consumió. Pero de una manera acojonantemente brutal.

De mí pensáis, con el razonable rigor que yo mismo os otorgo, que soy el tarado de U2 y eso es así. Yo sé que no soy eso, aunque no negaré que el personaje me gusta (siempre quise ser Julián Ruiz pero al revés, en bien, en no anormal). Hay urgencia en lo que declamo: ya solo quedan cuatro medios musicales cada vez más arrinconados. Esta obviedad nos lleva a los otros que orbitamos por ahí y a los que se nos trata como si fuéramos redacciones estupendas, cuando ni los otros lo son. Es un espejismo en el cual, en realidad, yacemos todos inconscientes. Fallecidos, muy probablemente.

Un letrero luminoso en Carabanchel

Yo lo que quiero es poner un letrero de Mercadeo Pop en un local en Carabanchel y que eso sea mi HQ. Y ahí dedicarme a hablaros de grupos, de temazos, de conciertos todo guapos. Ser tangible. Sé hasta donde está el local que quiero. Pero eso no va a pasar porque en el fondo de todo os importa tres cojones. Cosa que me parece lógica y normal. Yo tampoco he venido a reinventar nada. Solo aprendi, principalmente de la revista Todas las novedades que iba a buscar a Madrid Rock religiosamente cada principio de mes. Ahora, no os lo perdáis, soy profe de uni de periodismo y crítica musical, algo totalmente ilógico porque yo voy contra todo tipo de academicismo en mi día a día. Pero. Pero como se paga todo tan mal, pues mira.

Y yo lo que he venido a decir aquí es que es domingo por la tarde, he dormido una puta mierda porque estuve cubriendo los Goya para infoLibre anoche y luego en pleno subidón me dio por ponerme a Bon Jovi a toda hostia y me dormí a las cinco de la madrugada. Ponte tú a hacer noticias de carril para Mercadeo Pop en domingo con tres chavalites to guapes. Pues mira, no. Les hago palomitas y el pino puente y, mientras nos vamos a ver a los abuelos a la Colonia de la Prensa (me viene de serie) se pone NIco Gallar a cantar ‘Shine a light’ de Bryan Adams.

Tan brasas soy que he conseguido que un chaval de once años fan de Plex cante una reciente de Bryan (no lo hace mal el viejo canadiense en absoluto). No voy a explicaros, dicho esto, por qué soy quien soy. En mi DNI pone David Gallardo López. Clara Gallardo tiene afición por bajarme el volumen de los temazos y nos peleamos mucho por eso. Bruno es muy de Michael Jackson y de Brus Springsteen pero, sobre todo, de Brandon Flowers. Nico ha visto ya demasiadas veces a Second para lo que él quisiera en su infancia estándar. Y yo no voy a parar de ser yo, enamorado del Bono de 1993 y de la gira de U2 de 1997-1998 que se llamaba, vais a alucinar, Popmart.

SIGUE A MERCADEO POP EN

Comparte

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *