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Metallica abre en canal el Mad Cool 2022

Crónicas

Se gira James Hetfield para contemplar los fuegos artificiales que están lanzando en nombre de Metallica desde detrás del escenario principal del Mad Cool. Desde la punta de la pasarela que le adentra entre el gentío, se cruza de brazos y mira al cielo como todos los demás mientras aún retumban los fogonazos de ‘Master of puppets’ y los bombardeos de ‘One’. Está satisfecho: Metallica ha abierto en canal la jornada inaugural del Mad Cool 2022. Y ahora el cielo de la madrugada madrileña también lo sabe.

Se empleó la banda californiana con oficio y determinación a la faena dos horas y media antes, cuando un océano de teléfonos móviles grababan ya la emblemática introducción de ‘El bueno, el feo y el malo’. Tal era la entrega desde abajo. Y entonces irrumpió Metallica como un carromato del viejo oeste en un carril bici: ‘Whiplash’, ‘Creeping death’ y Enter Sandman‘. Anocheciendo, desde ese extremo de la pasarela en el que son solo los cuatro tocando bien juntos, con los cojones bien prietos, sudando sobre los suyos.

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El sonido es duro, muy duro. El repertorio, apabullante. La superioridad en esta primera jornada, intimidante. ‘Ride the lightning’ y ‘Wherever I may roam’, tajantes. Se aplaude mucho el desarrollo musical de ‘Nothing else matters’, convincente. Bromea Hetfield ante la tibia respuesta del respetable ante la pregunta de si mola o no mola el disco ‘St. Anger’. «Está creciendo ahora dentro de la gente, finalmente», suelta antes de atronar con todo en ‘Dirty window’ y romper unos cuantos miles de cuellos con ‘Sad but true’.

Las fotos de Metallica son de Ricardo Rubio

Pero no importa, porque se corea ‘Whiskey on the Jar‘ como su estuviéramos borrachos en cualquier pub un sábado en la noche. ‘For whom the bell tolls’, amenazante. ‘Moth into flame’, literalmente torrante. Muy potente es ver al vocalista, que nunca ha ocultado sus problemas con los excesos, hablar de salud mental, decir que el suicidio no es la solución final y animar a todos los de la Familia Metallica a hablar con alguien cuando estemos mal: ‘Fade to black’ antes de rematar con la furia de ‘Seek & Destroy’, que engarza con el bis a través de la igualmente iracunda y añeja ‘Damage Inc’.

CATEDRALES DEL METAL

Queda para el final la épica de ‘One’ y ‘Master of Puppets’. Dos catedrales del metal que ahora se bailan literalmente en familia, incluso con niños y sus carritos, más allá de esa a la que apela la banda constantemente. Ha pasado mucho tiempo desde los primeros conciertos de Metallica en España a finales de los ochenta, pero aquí están y aquí estamos. Somos los mismos, a su vez distintos, pero funcionamos, no tiene sentido compararnos: solo disfrutarnos mientras podamos. Y podemos de sobra. La pegada de Lars Ulrich sigue siendo tan terminante como envidiable la pericia de Kirk Hammett y (el ‘último fichaje de hace más de veinte años’) Robert Trujillo. El desgaste de cada concierto de Metallica es palpable pero, según parece, para nosotros más que para ellos. Qué jocoso.

Se pasan un rato los cuatro despidiéndose desde el escenario repartiendo saludos. Volvemos a los fuegos artificiales. Los cohetes, niño. Y, desde aquí, retrocedemos aún más en esta ocasión. Hasta el principio de la tarde con una entrada razonablemente ordenada y escalonada. Ellie Rowsell tiene en su mano al acalorado público durante el recital de Wolf Alice. Yungblud corre una media maratón dando vueltas por las pasarelas de Metallica en el escenario principal: no para el tipo de arengar y trotar: su pop punk vigorizante revitaliza a esta hora en la que el sol todavía aprieta.

MÁS DE 60.000 ASISTENTES

Lo malo de festivales inabarcables del tamaño de Mad Cool es que los cabezas de cartel son tan cabezones que se comen al resto. Y que el recinto es tan grande que hay que atravesar un desierto físico y casi diríase que emocional para llegar a zonas apartadas a encontrarte con los artistas de los escenarios más pequeños. Te agotas solo de pensar en cruzar de lado a lado por enésima vez. De manera que, si a estos sumamos los solapes, casi por pura supervivencia, siempre te quedas con las ganas de ver un montón de conciertos que te resultan en no pocos casos muy apetecibles. Thrice o Frank Turner, sin ir más lejos, este miércoles.

Placebo, por su parte, son incuestionables en esta casa, así que para allá que vamos para reencontrarnos un ratito con Brian Molko y Stefan Olsdal. Lo suyo resulta disfrutable pero se queda corto. Presentan su más reciente disco, ‘Never let me go’, con la brillante ‘Beautiful James’, y esparcen aquí y allá flores de su discografía como ‘Too many friends’, ‘For what it’s worth’, ‘The bitter end’ o ‘Infra-red’. Para cuando terminan en apenas una hora con ‘Running up that hill (a deal with god)’, los más de 60.000 asistentes trotan para arrojarse a los brazos de Metallica, que lógicamente protagonizan el show más multitudinario.

Tras el plato principal, Twenty One Pilots cierran por todo lo alto con un recital colorista y efectista de los suyos, con sus clásicos contemporáneos trufados de recuerdos a iconos como Elvis Presley (‘Can’t help falling in love’). La noche se va difuminando. Después de dos años de sequía pandémica, Mad Cool 2022 arrancó sin los problemas habituales de apocalipsis en las jornadas inaugurales que venimos viendo en otros festivales. Aquí se pudo pedir de todo sin problema, por lo general se pudo llegar y se pudo salir sin sufrir (hablo por mí, me consta que quien llegó con la hora un poco más tardía tuvo que ser paciente, aunque sin los colapsos de antaño) y se pudo disfrutar de la música en vivo. Un buen inicio.

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