los enemigos en la riviera

Los Enemigos (2021) La Riviera. Madrid

Crónicas
«La vida sin enemigos sería una mierda. Si no tienes enemigos tienes un problema»

Josele Santiago siempre ha tenido la capacidad de condensar el sentir de su público en un par de exabruptos. Y un viernes cualquiera de post-pandemia se convirtió en un evento donde la distancia social se tornó imposible, donde abrazos y brindis volaron ansiosos entre hermandades sin fraude.

Estos dos años sin Enemigos se han hecho más largos que su barbecho de los primeros 2000, una espera que dejó sin gira de presentación un disco recién grabado. Bestieza (2020) supone la décima muesca de su discografía, un cambio en la formación -David Krahe a la guitarra- y una colección de canciones que, aunque quizás adolecen de la rotundidad de sus clásicos, mantienen la esencia de la fórmula enemiga con su ironía lacerante y su marchamo de atemporalidad.

Comenzó el recital con un primer paso en falso con sonido turbio, pero encararon el segundo tema de la noche: Septiembre, y después Señora. El gentío despertó y la fiesta ya no paró. Como perros viejos espolvorearon sabiamente las canciones nuevas entre sus clásicos, himnos que hicieron sonreír y saltar a una audiencia que en ningún momento contuvo su emoción.

El karaoke colectivo es un hecho cuando muchos de los presentes ven hitos de sus vidas plasmados por la pluma de Josele, intercambian anécdotas de la banda en cada pausa y discrepan sobre qué canción necesitan para que el concierto sea redondo.

Los cortes de Bestieza se reafirman en directo: La Ofensa es elegante pero punk (puta gente), Sacrilegio Sideral apela a la dimisión necesaria y Siete Mil Canciones se ha convertido en un clásico instantáneo con guiño incluido a José Luis López Vázquez. Otro componente infaltable es la canción de Fino, en esta ocasión se sumerge en Océano, que nos retrotrae a No Se Lo Cuentes, también presente en la Riviera con su riff inapelable.

El resto es historia del rock en castellano: Complejo con su influencia indudable de Wilko Johnson finaliza -como siempre- con “la primera y última coreografía en la historia de Enemigos”. La Cuenta Atrás sintetiza las ostias que te da la vida. Miedo nos enfrenta al pozo de la adicción y Todo a 100 y sus juegos de guitarras nos presentan a un fucker supuestamente exitoso varios lustros antes de que se crease tinder.

Se agotan los minutos y se agolpan las sensaciones: unos amagos de pogo entre los guitarrazos de Dentro, un canto a la amistad y sus Paracaídas (¿dónde estabas tú el 7 de abril de 2002?) y la enésima revelación de un sonido único y ya casi extinto.

Tan extinto como la Malasaña en la que empezó todo, un barrio ya irreconocible sin muffins, vapeo o CBD, un territorio otrora desafiante de cañas con tapa, heroína y rock and roll. Porque la vida mata, igual ellos tampoco se esperaban tocar algún día con traje, corbata y camisa rosa, pero mientras siga resonando filosofía callejera en la voz cavernosa que despertaba a los vecinos de la calle escorial miles de almas acudiremos a su llamada sin dudarlo.

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