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Que todos los días sean días de conciertos de Bruce Springsteen

Crónicas

Canta Sabina eso de que todas las noches sean noches de boda. Un imposible. Cantemos nosotros, como anoche hicimos, que todos los días sean días de conciertos de Bruce Springsteen. Otro tipo de imposible. O no. Celebrar la vida, esquivar la desidia. Paganos de dioses, del rock impíos. Todo el oro de lo que vivimos. Musicólogos de morro fino. Encontramos, al fin, el abismo del mundo conocido en la montaña de Montjuic porque, después, debajo, detrás, no hay nada.

Siete años después casi. La de anoche fui mi decimoquinta vez con Bruce Springsteen. Y volví a escuchar perfectamente, no sé si tú también, chirriar el eje del globo terraqueo mientras su giro se detenía. Como un frenazo de emergencia en el Metro con todos dentro quejándonos ladeados al mismo tiempo. El cambio climático lo provocamos nosotros en conciertos de Bruce. No lo digo yo, lo dicen las leyes de la termodinámica. Y mi corazón que late al ritmo del tuyo.

Se nos cayó el cielo encima. Todo. Con sus nubes y su plomo. Nos calamos. Le pusimos épica. Ojalá hubiera llovido más porque ya nos daba igual. Lo esperamos tanto. Costó tantas travesías congregarnos que era como una irrealidad aumentada. Tantos meses esperando y solo me di cuenta de que estaba ocurriendo cuando me picaron el billete del tren en Atocha y, entonces sí, solo entonces, se me puso toda la piel de gallina. Los pelillos de punkta. El bono parques funcionaba, era real. El tiovivo de Asbury Park giraba una vez más.

AMBIENTAZO

Para darle más salseo, resulta que estamos por ahí por la zona de Plaza de España y se escucha el ensayo. ‘I’m going down’ y ‘My love will not let you down’. Se mezcla cierto tipo de costumbre como montar a bicicleta con el miedo a estrellarte que te otorga la edad. Bruce es como montar en bicicleta, nunca se olvida. Solo sale ahí nuestro notas y ya estamos cabalgando. Ojalá hubiera granizado y me hubiera roto la cabeza a pedrolos. ¿No queríamos épica? Yo quiero toda la épica del universo contra mí. Todos la queremos para tener una historia verdaderamente acojonante que contar.

Claro que, si lo piensas, es acojonante solo decir yo vi a Bruce Springsteen. Y me transformó, me atravesó, no sé, algo me pasó. Eso pasa, ocurre, acontece. Son condecoraciones que te ganas en la vida y que valen más que un doctorado en astrofísica, con todo el respeto a los astrofísicos (como periodista, sé que no valgo gran cosa). Esperamos la tira de años, nos diluvió, nos calamos por ir poco preparados, nos trataron como a reses en la entrada y también dentro. Lo de que no haya baños propios para los que pagamos religiosamente nuestra pista delantera a 137,50 euros me parece un agravio mayúsculo. Pero ellos saben que lo haremos otra vez. Juegan contra nosotros y, lo más jodido, contra nuestros más persistentes latidos. Me parece mal. No es justo. No debe costar tanto en la balanza de gastos e ingresos que nos sintamos todos cómodos.

Calado hasta el hipotálamo de los cojones, lo cual quiere decir que no siento ni frío ni calor, solo congelación, me dejo atracar por una cerveza que es como un bastón de mando. Y antes de la hora sencillamente sale la E Street Band, que cada vez es más y más interminable, y luego sale Bruce y dice «buenas noches Barcelona». Por mí, ya estaría. Acudí a la llamada de la jungla, no sin complicaciones, solo para este preciso momento. Quien lo probó lo sabe, que se dice.

Según mis cálculos, en años de perro, Bruce debe tener 350. En años de rockero, quizás 700. Y a ti te pesan las piernas para subir a Montjuic porque llueve. No me lo puedo creer, no puede ser que seas así. Abre los brazos y canta ‘My love will not let you down’, ‘No surrender’, ‘Ghosts’, ‘Prove it all night’, ‘Letter to you’, ‘The promised land’, ‘Out in the streets’, ‘Kitty’s Back’. Ha vuelto a ocurrir. Solo he escrito estos títulos de carrellilla y se me han puestos los pelos de punta. Además que una cosa os digo, no tiene tiempo que perder Bruce y en esta gira parece un concierto de los Ramones. Todo seguido, sin pausa y con prisa.

EL VIEJO ERES TÚ

A ver, pues claro, tiene 74 años. Se nota que ya no es el guerrero definitivo del rock, trota menos, salta menos, todo eso efectista. Pero todo lo demás es igual. Canta mejor, incluso me atrevo a decir. Y con una banda de quince miembros, todo es en vivo, todo es una declaración de intenciones. Lo que hay es lo que ves. Lo que no hay son baños, así que me voy al fondo del estadio en ‘Nightshift’ y canto ‘Trapped’ mientras levanto el puño y micciono. Tiene su gracia, pero no. ‘Mary’s place’ y ‘Johnny 99’, acho. ‘The E street shuffle’, guau. Es que claro, el repertorio es portentoso. Suena todo muy bien, la verdad.

Despiporre generalizado. No me preguntéis por qué pero hay gente descalza. Otros notas sin camiseta. Y yo calado que te cagas pido cervezas. Eso es porque realmente estamos en casa. Bruce es casa y lo que sea ya lo solucionaremos mañana. Esta noche hemos conseguido llegar hasta ese punto de no retorno en el que, al fin, nos da igual mañana. Eso es también un concierto de Bruce Springsteen: el presente más puro. Mañana ya veremos, no me des la chapa. Cuando salga el sol igual estamos aquí como allá. Tira para allá, bobo. Esta noche estamos de rito aquí.

Bruce es el último hombre en pie porque todos los de su primer grupo, los Castilles, han muerto. ‘Last man standing’. Bueno, nuestra ‘Backstreets’. ‘Because the night’. ‘She’s the one’. La bola de demolición que es ‘Wrecking ball’. Sí que es verdad que va todo encadenado sin descanso, no hay tiempo para jugueteos con el público, para alargar jovialmente. Esa es una buena diferencia que marca el paso del tiempo. Te dices, joder, llevamos hora y media y veinte temazos. Pues toma: ‘The rising’, ‘Badlands’, ‘Thunder road’. No hay nada como escribir lo que sientes y piensas para darte cuenta de lo tonto que eres por acción u omisión. En mi caso, por asentimiento propio. Vaya repertorio.

Es una mierda, se está acabando. Vamos a encadenarnos y que nos tengan que desalojar los mossos no sin antes negociar con Bruce en cuclillas ante nosotros. «Por favor, banda de pacotilla, si me queréis, irse». Pues igual no te quiero tanto. No. Yo me quedo. Aquí clavado, que diría Maná (atentado terrorista esta mención). ‘Born in the USA’ es que suena esa batería de Max Weinberg como diez veces más potente que la de, no sé, Slipknot. Steve Slim Fit Van Zandt está ligero. El profesor Roy Bittan es el amo del calabozo. Nils Lofgren rasga tan bien que solo le falta maullar igual de bien. Es interminable la banda, que ahora hasta lleva bongos cubanos y resulta que funciona.

‘Born to run’, el estadio iluminado, es algo que no te cansas de sentir. ‘Ramrod’ es divertida siempre y justo la que estoy escuchando ahora mismo mientras os apelo. ‘Glory days’ son los que estamos viviendo, que no os engañen, mientras estamos vivos. Le mando un vídeo a Vincent, que su papá está mayor y siempre nos gustó mucho y no está aquí esta noche. Los días de gloria somos nosotros aquí y ahora.

‘Bobby Jean’ es un festival de bracitos al aire al unísono guiados por el cantante de rock que aquí nos congregó y que parece que fue ayer. ¿Verdad? Le vi por vez primera en 1999 en La Peineta y me hizo ser quien soy, me transformó, pero ya lo había hecho una década antes cuando grababa en VHS el vídeo aquel en vivo de ‘Born to run’. Solo era un niño. Gracias a Bruce sigo siendo exactamente ese niño y eso es algo que no sientes todos los días.

Ese cable a tierra es Bruce Springsteen esta noche en Montjuic, como todas las demás. No vienes de allí, eres aquel. Reconócete, date el gusto. Salúdate. Pídete la penúltima cerveza y baila ‘Dancing in the dark’ porque sí. ¿Por qué no? ‘Tenth Avenue Freeze-Out’ tiene ese rollo de parar el tiempo recordando a Clarence Clemons, siempre presente. Porque no es el saxo un instrumento que digas ‘oye pues me gusta’, pero si te gusta es por él y nadie más. Pasan tres horas en las que no eres tres horas más viejo sino tres horas más joven, quizás incluso alguna más, y nos vamos con ‘I’ll see you in my dreams’.

No nos vamos porque, en verdad, ya siempre formamos parte de aquellos muros. Nos pertenece incluso la lluvia que amenaza con acartonarnos las articulaciones pero, sabes, nos da igual. Se nota la edad, por supuesto. A ti más, melón. También es verdad que no me cuido tanto como ese pavo que nos trajo hasta acá. Me cuido poco. Pero es que nunca me pudo dar nada más igual. Nacimos para correr, vivimos para contarlo. Y yo solo quiero que todas las noches sean noches de boda y que todos los días sean días de conciertos de Springsteen. Tampoco pido tanto. Y me rompo la camisa como Bruce si los veis necesario. Y hay foto.

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