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El majestuoso y caótico debut de Red Hot Chili Peppers

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Majestuosos y caóticos querían sonar Red Hot Chili Peppers antes de su disco de debut y convertirse, efectivamente, en Red Hot Chili Peppers. Y así sonaban en su imaginación Anthony Kiedis, Michael Balzary, Hillel Slovak y Jack Irons antes incluso de su primera desordenada actuación el 13 de febrero de 1983 en el Rhythm Lounge de Hollywood. No pasaban de unos inexpertos teloneros de Gary and Neighbor’s Voices, pero tenían intención.

Bajo el imposible nombre de Tony Flow & the Miraculously Majestic Masters of Mayhem, aquella noche de 1983 el cuarteto estaba creando, desde la improvisación y la despreocupación, un nuevo genero musical que aunaba funk, punk, rap y rock. Todo ello bien removido en una inapelable batidora de la que saldría el mejunje que marcaría tendencia durante los siguientes años, mientras perfeccionaban la fórmula.

Apenas un año y medio después de aquella memorable actuación, los ya sí Red Hot Chili Peppers editaban el 10 de agosto de 1984 un disco de debut de título homónimo. Que no dejó satisfecho a nadie, es cierto, pero que abría a su vez la caja de pandora con canciones rudas y vibrantes como ‘True men don’t kill coyotes’ y ‘Out in L.A.’

Porque aunque tuvieron que esperar hasta la década de los noventa para disfrutar del éxito masivo, durante los ochenta Red Hot Chili Peppers se curtieron, se foguearon, dieron centenares de conciertos. Incluso fueron producidos por George Clinton, se excedieron con los vicios y perdieron a su guitarrista original Hillel Slovak por sobredosis. Pero básicamente aprendieron a lo bestia en un viaje desde el underground punk de Los Ángeles hasta el primer puesto en las listas de éxitos de medio mundo.

LA AMISTAD CÓSMICA

Anthony Kiedis y Michael Balzary (quien aún tardaría un tiempo en asumir el apodo de Flea) se conocieron con apenas 15 años en el instituto Fairfax del centro oeste de Los Ángeles. Su amistad y su unión casi cósmica fue el germen que provocaría el nacimiento de la banda, no sin antes incorporar a la ecuación un tercer elemento llamado Hillel Slovak.

En su primer año en el instituto, Anthony disfrutaba con la música en directo de grupos de versiones en el patio de Fairfax, a pesar de que consideraba que Queen y Led Zeppelin pertenecían a otra época ya muerta. Una de esas bandas era Anthym Play, en la que estaban el baterista Jack Irons (quien aparte de los Peppers, tocaría también años después en Pearl Jam) y el guitarrista Hillel Slovak.

Anthony y Hillel conectaron muy rápido. De nuevo en una de esas uniones instantáneas como la que el futuro vocalista ya había experimentado con Flea. “Él entendía un montón sobre música y era un gran artista visual. Al rato de conocerle pensé que era mi nuevo mejor amigo de por vida”, rememora Anthony, quien también recuerda que Hillel fue quien enseñó a tocar el bajo a Flea (hasta entonces más interesado en la trompeta y el jazz).

Anthony, Flea y Hillel se hicieron inseparables en sus correrías nocturnas, viciosas y sexuales por Los Angeles. Un tiempo durante el que la música no era precisamente el eje de sus vidas. Pero antes de acabar el instituto, Anthony se mudó a casa de un colega que pasaba marihuana y que, aparte, tenía una gran colección de discos de ska, punk rock y vintage blues.

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Por inercia se convirtieron en cuatreros antisociales aficionados a robar comida en supermercados y saltar a piscinas desde las azoteas más altas (Anthony se rompió la espalda en una de esas). Los tres amigos encontraron su banda sonora en el punk rock underground de Los Ángeles. Ya desde el inicio haciendo gala de una desprejuiciada tendencia a la fusión. El punk más salvaje y el funk más abrasivo fueron su puerta de entrada a la música.

Anthony y Flea intentaron hacerse un hueco en la escena punk de la ciudad. No necesariamente como músicos inicialmente, pues se trataba más bien de subirse a la ola para exprimir la vida todo cuanto fuera posible. Pero allí estaban bandas como X, The Circle Jerks, Black Flag, China White, The Screamers y The Weirdos. Todas ellas influencias primigenias de los futuros Red Hot Chili Peppers.

“Por esa época mi disco favorito era el debut de Blondie. Estaba totalmente enamorado de Deborah Harry“, relata Anthony Kiedis en su autobiografía ‘Scar Tissue’. En sus páginas reconoce que incluso la pidió matrimonio en una fiesta en el Tropicana Motel de Santa Mónica tras un concierto. Huelga aclarar que la cosa no fue a mayores, evidentemente.

En esta línea, Anthony añade: “Mi primer concierto de punk rock fue en el Palladium con Devo tocando con The Germs. La energía en la escena punk rock en Los Angeles en aquellos años era ilimitada. Más creativa, excitante e importante que nada que nadie haya visto antes. Era como el comienzo del Renacimiento en mi propia ciudad. El rock era una bestia envejecida y aburrida, lista para morir”.

Aún seguían sin plantearse en realidad la posibilidad de dedicarse a la música profesionalmente. Pero mientras tanto, por aquella época Anthony, Flea y Hillel alimentaban su afición acudiendo regularmente a concursos de baile en Osco’s. Una discoteca de hip-punk-rock en La Cienaga, en cuya pista de baile inventaban locos movimientos de frenopático.

“Yo quería que la gente se sintiera de la misma manera que esa música me hacía sentir a mi. El problema es que no era guitarrista, ni bajista, ni baterista, ni cantante. Sólo era un bailarín y un maníaco de las fiestas y no sabía muy bien cómo convertir eso en un trabajo”, admite sin tapujos un Anthony en sus memorias.

Por aquel entonces, el futuro cantante andaba también fascinado por Defunkt y quedó conmocionado tras escuchar en la radio ‘The Message’ de Grandmaster Flash and The Furious Five. “Fui a comprarme la cinta. Su rapeo era fantástico. Comencé a vislumbrar que no tienes que ser Al Green o Freddie Mercury para tener un lugar en el mundo de la música“, recuerda.

EL DEBUT EN DIRECTO

De tanto tiempo como pasaba de bar en bar codeándose con lo mejorcito y lo peorcito de la música de la ciudad, era cuestión de tiempo que Anthony quisiera ir más allá. Así fue como propuso a su amigo Gary Allen, líder de Gary and Neighbor’s Voices, que le permitiera hacer una performance con sus otros tres amigos. Efectivamente, él no sabía cantar, pero confiaba en su energía y en sus cualidades para liderar una banda. Así fue como convenció a Gary de que les dejara hacer esa actuación, que sería única por una noche en la vida.

Sin embargo, cuando Anthony terminó de rapear su poema ‘Out in L.A.’ sobre las frenéticas y agresivas bases rítmicas de sus amigos, sin saberlo habían creado un nuevo género. Una rabiosa fusión de rap, funk, punk y casi thrash, que revolucionó el rock de cabo a rabo de manera instantánea. El público no sabía ni lo que había sentido. Pero el dueño del local les pidió que regresaran más noches. Así comenzaron a hacer ruido. Mucho ruido, a pesar de no tener canciones. Ni nombre, ni expectativas.

“Pasó algo muy especial esa noche”, relataría años después Anthony Kiedis en un documental Behind the Scenes para la cadena de televisión VH1. Sus recuerdos van en la misma línea que Flea, quien recalcaba que nada más terminar les pidieron que volvieran al escenario”. “Fue una locura. Todo lo que hacíamos estaba fuera de control y la música era parte de ello”, apunta el bajista.

Se convirtieron en estrellas locales. En pocas semanas agotaban entradas en todos los locales. Cada semana se les quedaba más pequeño el underground angelino. Y eso a pesar de que las fiestas y los excesos continuaban, de la misma manera que ellos seguían sin tener un repertorio en condiciones. Aunque es cierto que a ‘Out in L.A.’ se sumarían rápidamente otras canciones como ‘Get Up and Jump’, ‘Police Helicopter’, ‘Green Heaven’ y ‘Nevermind’.

“Son la mejor banda en el mundo que haya visto. En cinco años el resto del mundo los conocerá y en siete serán la banda más grande del mundo”, profetizó con asombrosa precisión Nina Hagen en 1983, mientras mantenía una relación con el siempre ardoroso Anthony. La alemana se equivocó pero tan solo por unos poquitos meses, pues en 1989 la banda logró al fin un éxito razonable con su disco ‘Mother’s Milk’, preludio de la locura desatada en 1991 con ‘Blood Sugar Sex Magik‘.

“No había nada como Red Hot Chili Peppers. Eran geniales y tenían mucha energía“, afirma Gwen Stefani en otro momento del mencionado documental Behind the Scenes de la VH1. También aparece en el programa el líder de Smashing Pumpkins, Billy Corgan: “Cuando les vi por primera vez, nunca había sentido tanta libertad en un escenario. Flea gritaba de dolor entre las canciones de todo lo que le dolía el agujero que tenía en el pulgar”.

LA MAQUETA, TOCAR DESNUDOS Y FIRMAR CON EMI

Ya con cierta reputación y con un puñado de canciones interesantes entre manos, el cuarteto decidió grabar una maqueta para dar el siguiente paso y llegar al siguiente nivel. Alquilar un penoso estudio en Hollywood Boulevard y pagar al ingeniero de sonido les costó apenas 300 dólares, pagados íntegramente por Anthony. “Esa maqueta es de lejos lo más productivo e inspirado que habíamos hecho. Y en los siguientes veinte años no tuvimos otro momento de tanta magia y felicidad», llegó a afirmar el vocalista.

Apenas había transcurrido medio año desde su debut y tan solo contaban con una maqueta, pero Red Hot Chili Peppers ofrecieron en julio de 1983 una de sus actuaciones más legendarias en el local de striptease Kit Kat Club. Allí fue donde, durante los bises, Anthony, Flea, Hillel y Jack aparecieron en el escenario desnudos. Bueno, en realidad tapando sus partes nobles tan solo con unas largas medias deportivas, que aparte de ocultar también tenían una evidente representación fálica en plan trompa de elefante. Lo que era una atrevida broma terminó convirtiéndose en una exigencia de los promotores locales, que querían tenerles así sobre sus escenarios (y en una imagen icónica de la banda).

Pocas semanas después conseguían un contrato discográfico con EMI. Pero prácticamente al mismo tiempo tanto Hillel como Jack Irons decidían dejar Red Hot Chili Peppers y centrarse en su banda paralela, What is This?, que llevaba más tiempo, parecía tener más mimbres y contaba también con un reciente contrato más suculento. A pesar del golpe moral, Flea y Anthony se repusieron y así llegaron al grupo el baterista Cliff Martínez y el guitarrista Dix Denney, quien poco después sería reemplazado por Jack Sherman.

La maquinaria parecía funcionar de nuevo, aunque la afición de Anthony a todo tipo de drogas llevó a los dos amigos a una situación límite que terminaría resultado purificadora. Flea no podía más y le manifestó su deseo de dejar también la banda para dedicarse por completo a Fear, la formación punk rock con la que llevaba ya unos meses. “Flea, no lo puedes dejar. Voy a ser el James Brown de los ochenta”, replicó un Kiedis que se la estaba jugando en cada palabra.

LA GRABACIÓN DEL DISCO

Flea y Kiedis escogieron al guitarrista de Gang of Four, Andy Gill, como productor del debut de Red Hot Chili Peppers. Pero lo que parecía una unión natural pronto se convirtió en un suplicio para todos los implicados. Gill quería domesticar el sonido de la banda y los estudios El Dorado de Hollywood se convirtieron en un campo de batalla. Tanto es así que Flea terminó entregando una caja de pizza con sus propias heces al productor en un gesto tan infantil como desafiante.

Con el paso de los años, Kiedis admite que quedó más que decepcionado por cómo sonaban canciones a priori tan excitantes como Get up and jump, Out in L.A., Green heaven y Police helicopter. Sin embargo, la vida en la carretera funcionaba a las mil maravillas, pues en cada concierto había más público que en el anterior: “La discográfica estaba decepcionada con las ventas pero yo no veía problema. No soy uno de esos chicos que sueñan con discos de oro. Para mí, la vida era lo que tenía delante y estaba haciendo una gira en una furgoneta Chevy azul”, rememora Kiedis en su biografía.

Sin embargo, las tensiones del estudio entre Anthony y el guitarrista Jack Sherman se trasladaron a la gira. Ambos terminaron discutiendo una noche en el escenario delante del público, provocando en poco tiempo el regreso de Hillel Slovak al grupo. Los tres amigos volvían a estar juntos de nuevo mientras Red Hot Chili Peppers despegaban tras su debut y afrontaban la grabación de su segundo disco con la producción del gurú George Clinton, quien veía en ellos la “capacidad cruda y liberadora del funk”. La vida les sonreía aunque, por supuesto, no iba a ser así de fácil. Pero esa es otra historia.

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