Pasa Shinova por ser algo así como el grupo del momento. Por eso no deja de tener su encanto que le canten a este presente tan extrañamente fugaz que no nos dejan disfrutar. No es que sea este un arrebato anticapitalista, pero desde luego hay cierto tipo de ira (en mí). Número uno en ventas, es el de Shinova un disco que a mí me suena algo a Simple Minds. Gabriel me cae mejor que Jim Kerr, que no me respondió una entrevista pactada y enviada por email. Es Shinova cierto tipo de gloria en nuestra música pop. Y hablamos de lo que nos viene en gana con Gabriel de la Rosa (cantante), Daniel del Valle (guitarrista) y Erlantz Prieto (guitarrista). Todos me caen mejor que Jim Kerr.
¿Qué esto de El presente?
GABRIEL: Es el nuevo disco de Shinova. El concepto que engloba ese título es algo muy simple, porque durante mucho tiempo hemos tenido la sensación de estar viviendo en tiempos que no corresponden a donde estamos, sino que siempre estamos delante o detrás. Pero nunca en ese preciso momento. Con este disco hemos sentido eso que se siente con las primeras veces hasta el punto de que daba igual lo que hubiéramos hecho o lo que pueda venir después, porque estábamos disfrutando. Y, sobre todo, hemos recordado cómo se jugaba a hacer canciones, siendo muy conscientes de nuestro ahora. Que suena muy a best seller de coaching, pero es así (risas).
Es así, estamos siempre planeando el mes siguiente y nos olvidamos de vivir el presente.
G: Y no sabes donde vas a estar.
DANIEL: Al mismo tiempo, tenemos planeados los próximos doce meses (risas). Con una gira como la que nos viene, que por suerte no para de tener fechas y fechas, hay que tener todo planificado, así que hay que organizarse, pero sin dejar de vivir el presente.
G: Lo que tenemos en la agenda llega hasta diciembre de 2025, aunque hayamos publicado las primeras fechas. Como nos pongamos a mirar el calendario nos peta la cabeza, así que poquito a poco y desde aquí.
Igual se os ha olvidado un poquito eso de disfrutar el presente, porque lleváis ya años sin parar.
G: Sí, paramos. En diciembre estuvimos dos semanas sin hacer nada (risas). Bueno, en realidad estuvimos ensayando. Pero es verdad lo que dices, porque con toda la vorágine de la vida, de viajes, conciertos, estudio y entrevistas, te hacer perder un poco la noción del tiempo y sobre todo de ese disfrute o ese valor que se le debe dar a lo que haces. Sí tengo la sensación de que lo hemos perdido por momentos, pero ahora no, ahora estamos en otro momento muy diferente.
Vivimos todos un poco así, a toda hostia.
G: A nivel social la rueda gira cada vez más rápido. Y es peligroso.
Podemos detenernos un poquito, por lo menos para escuchar este nuevo disco de Shinova. Que por suerte no tiene las más de sesenta canciones que teníais escritas, sino unas poquitas menos.
G: Sí que teníamos un montón. Nuestro productor, Manuel Colmenero, siempre nos pide llegar al estudio con muchas canciones porque para tener varios singles en un disco no te vale con tener diez canciones y ya. Hace falta mucho más para poder hacer una criba, para poder hacer un disco que sea coherente y que tenga una línea artística clara. Haciendo canciones nos salieron 67 canciones, eso es verdad, pero no hemos dicho en ningún momento que fueran buenas (risas). De ahí ya empezamos a escoger. Íbamos a veces con canciones que eran muy buenas pero Manuel nos decía que ‘menudo temazo pero fuera’. Porque eso ya lo habíamos hecho. Eso también es muy bueno porque hemos aprendido mucho y no nos hemos estancado, lo cual ha sido importante a la hora de añadir elementos nuevos y sentir que hemos avanzado artísticamente.
D: Luego está el trabajo psicológico con el apego que se genera hacia una canción en muy poquito tiempo. Que dices ‘esto va a funcionar’ y luego te responden que no.
ERLANTZ: Al principio igual eso lo recibes con rechazo, pero luego el caso es que luego te lo argumenta y le terminas dando la razón. Sobre todo cuando ves la obra terminada en su conjunto, a pesar de que se han quedado fuera canciones que eran buenas.
D: Alguna volverá.
G: Es muy respetuoso Manuel, tiene mucha mano y hace que te vayas a casa motivado para volver con una canción que le sorprenda y nos sorprenda.
El disco suena no sé si más gordo. Potentorro. Con más graves.
E: Sí que era un poco la idea respecto a un sonido más pulcro que traíamos de La buena suerte. Estábamos buscando un poquito más de garra.
D: También hay temas como Gloria, que trata de Bilbao, Nervión, una época más industrial, y se buscó muy a propósito un sonido que representara un poco eso, como más sucio, con esa imagen que narra la canción. Este tema en particular al principio tenía un piano más Coldplay, más brillantito.
G: De hecho, ese sinte lo había oído en el disco The downward spiral de Nine inch nails. Ahí me dije ‘coño, mira donde estamos rascando que son sonidos de algo muy industrial que conecta perfectamente con lo que cuenta la canción’.
E: Y las propias guitarras también tienen mucho de lo que Manuel llama petazetas, porque aunque tienen un hilo conductor es muy variado el sonido. Yo creo que en la grabación teníamos doce guitarras y se usaron todas.
Eso es muy bueno porque todos los grandes grupos de la historia se han terminado acomodando en un sonido, y Shinova tiene el suyo. Igual había un sonido Shinova ya demasiado reconocible y se trata de anticiparse un poco a eso que la gente reconoce.
E: Esa esencia sigue estando, Berlín yo creo que es muy Shinova. Pero sí que hemos salido un poquito de ahí sin perder esa base.
La melodía de Berlín se te mete súper rapidito en la cabeza. Pasa un poco igual con No cambiaría nada. Dos canciones a su manera relacionadas que tratan sobre relaciones no ya amorosas, sino personales.
G: Sí. Hay muchas temáticas en cada canción, pero dos temas principales donde está el mensaje más directo, pueden ser la crítica o retrato social en temas como Pura ironía o Gato azul. Y después está esa otra parte más emocional y no sé si decir más humana que representan muy bien No cambiaría nada, Berlín o también Nuestra postal.
Canciones todas ellas en las que, en mayor o menor medida, hay algo de eso etéreo que llamamos épica. ¿Qué cojones es la épica?
G: Yo imagino un tío en lo alto de una montaña con una espada y siete cabezas a sus pies (risas). No sé, la verdad.
E: La gente lo relaciona siempre con sonidos grandilocuentes.
D: Un tráiler de una peli con mucha parafernalia…
G: Creo que hay algo de eso en este disco, quizás menos que en otros, porque hemos optado por sonidos más crudos.
Habéis mencionado ‘Gato azul’, en la que canta Iván Ferreiro. No me van mucho a mí personalmente las colaboraciones, más que nada porque si me gusta una banda quiero escuchar a esa banda, y no a otros. Pero a Iván se le perdona todo (risas).
G: Nosotros pensamos igual, eh, lo de meter catorce colaboradores en un disco de diez canciones como que nos cuesta como fans de otros grupos. Pero con Iván fue de una manera muy natural. Recuerdo de hecho estar con él en El náutico, que es un sitio maravilloso, cenando y charlando mucho y ya ahí surgió una semillita de hacer algo. Luego cuando teníamos varias canciones lo pensamos, sobre todo ‘Gato azul’ porque me parecía que pegaba más su voz que la mía ahí. Le dimos a elegir y lo vio clarísimo, de manera que ha sido todo muy natural y bonito y un honor. Es uno entre un millón.
Fijaos que a mi ‘Alas’ me suena a Simple Minds. A lo que hacen ahora, al sonido que llevan, que es igualmente gordote, con gran presencia del bajo, tonos graves y una cadencia un tanto recitada.
G: Sí que puede tener ese punto. Nos basamos mucho también en bandas actuales que de repente tienen unas percusiones que vienen del rythm & blues y crean ambientes como pueden ser Imagine Dragons. Es una fórmula que en España no se ha utilizado tanto y nos apetecía.
E: Un poco como esas bases de hip hop con percusiones muy marcadas. Esa canción nace como un experimento para investigar sonidos nuevos y por eso esa percusión. Lo que pasa es que, claro, en cuanto entra Gabri ya es Shinova.
G: Ya me lo cargo todo yo (risas).
D: Una de esas 67 ideas que acabó siendo ‘Alas’ era una base en la que Manuel insistía en que teníamos que tirar por algo casi recitado, algo estilo ‘Te debo una canción’, que la estrofa es esa onda no tan melódica, pero que tiene otra fuerza, mezclada con esas bases que comentaba Erlantz. Era como que estos dos elementos, uno de aquí y otro de allí, tenían que hacer match. Y pasó con ‘Alas’.
Ante todo hay que intentar evitar estandarizar un sonido. Porque en la inercia del momento igual no se nota, pero de repente hay un cambio generacional y el público desaparece.
G: Totalmente. No sé si ha sucedido ya, pero está sucediendo. Creo que hay una escena que se tiene que renovar y que se está renovando también, porque sino se muere. Por suerte, hay bandas que están ahí, que han aparecido, otras que ya estaban, que hacen que se esté metiendo una escena, aunque esa escena haya perdido también su etiqueta.
La escena indie.
G: Por ejemplo (risas).
A mí nunca me pareció el indie una etiqueta de nada, pero bueno, la necesitamos quizás para entendernos.
G: A mí tampoco.
D: Es un poco como lo del pop, que ha ido cambiando en función de la época porque es la música popular. El indie era la independiente que luego dejó de serlo pero se le seguía llamando indie y se englobaba en un paraguas en el que más o menos entendemos lo que hay pero donde cabe todo también.
Vosotros no sois de los clásicos clásicos todavía, que pueden ser más Vetusta Morla o Sidonie, dos grupos a los que las nuevas generaciones ven directamente viejos. Esta es una cosa que me fascina porque tienen mi edad y he crecido con ellos desde hace veinte años, y ahora resulta que somos nosotros los viejos. A vosotros os veo a mitad de camino de eso.
D: ¿Eso es bonito o es feo? (risas)
Bonito, bonito, porque tenéis un público también joven que me parece a mí que la generación anterior no tiene ya.
G: Voy a llamar a mi terapeuta (risas).
E: Yo no tengo treinta, no puedo ser viejo ya (risas).
G: Ya en serio, es que esto tiene que ser así y es lo natural. De hecho, hay un temazo en el disco nuevo de Sidonie que se llama ‘No salgo más‘ en el que dice la letra «mi madre es muy fan». Esa frase es brutal (risas). Es buenísima. Pero tiene que ser así, y uno se tiene que ir para que vengan otros. Hemos estado hace poco en Argentina y vimos a Tiago, un cantante con un guitarra de siete cuerdas, el bajista en Do, era como una banda de nu-metal la que tenía detrás. Un espectáculo tremendo de visuales, él muy impactante y con mucha fuerza, y en mitad del show se hizo ‘Crimen’ de Gustavo Cerati, y la gente joven, muchos críos y crías, súper emocionada. Joder, eso es lo que hay que hacer, tener el respeto a lo anterior. Es lógico que se quiera matar al padre, pero yo creo que en Latinoamérica no sucede eso y la gente que ya estuvo ahí sigue en los altares y hay también hueco y espacio para las nuevas generaciones que llegan. Creo que eso sería bonito que sucediera aquí también.
Y con propuestas cada vez más diferentes, como estamos viendo aquí en los festivales, que cada vez mezclan más de todo. Lo cual está fetén.
E: Ya no está el escenario urbano por un lado y el de rock por otro.
G: Sí, sí, y es lo natural. Yo mismo escucho de todo, puedo tener desde artistas de blues hasta death metal pasando por funk y mucho urbano y mucho rock. Todo seguidito y ahí no hay problema, pero cuando la gente lo ve en un cartel dice ‘¿qué está pasando?’ Pues pasa que la gente ahora consumimos, con lo fea que es esta palabra, música de esa manera, y los festivales se están adaptando también.
El año pasado hubo su controversia con O son do camiño porque compartían cartel Vetusta Morla y Bizarrap y era un mejunje guapo.
D: Yo conozco gente que fue el año anterior que fue Duki y se montó una polémica, pero luego estaba petado. Al final por mucho que haya críticas, si la gente responde, manda la gente.
G: Nosotros tocamos en el Morriña de A Coruña y estaban las fans de Lali estaban desde primera hora en primera fila. Entonces, teníamos las primeras tres filas con chiquitas quietas y detrás toda la gente saltando.
D: Eso fue muy extraño (risas).
G: Al final conseguimos también incluirlas, hubo mucho vacile con ellas, pero eso pasa porque, efectivamente, está sucediendo.
Seguro que tienen un recuerdo muy nítido de Shinova y eso mola.
G: Ya te digo (risas).
Hablemos de los planes. Latinoamérica es la cosa más enorme del universo.
D: Es una apuesta total y hemos visto el crecimiento, que la gente responde, una oportunidad nueva. Consumir es una palabra fea, pero es otro público, se dan intercambios. Eso mola también, hay unos puentes mucho más claros ahora.
Antes era unidireccional de España hacia allá y no llegaba nada de vuelta. Pienso en Soda Stereo, obvio. Ahora al fin se les conoce.
G: No llegaron a venir, ¿no? Un grupo tan grande allí. Es el puente roto que siempre ha existido entre Latinoamérica y España, sobre todo Argentina, cuando hay tantos puntos en común. Y ahora parece que esa distancia la está rompiendo encima la gente de la música urbana, que han reventado a tal nivel que llevan a todas las esquinas del mundo, incluida España. Nosotros, dentro de nuestros grupos más afines, vemos que empiezan a venir, que nosotros vamos, y que se va uniendo la cultura de dos continentes tan lejanos pero a la vez tan cercanos. Creo que la cosa va a mejor, hay más cercanía y hay más colaboraciones.
Aunque no nos gusten.
G: Aunque no nos gusten, jaja.
Tenemos gira con disco nuevo ya en marcha. A dos años. América. Todas las cositas buenas. ¿Qué es el éxito para Shinova? ¿Es lo mismo cuando no tiene ni nombre para una banda?
D: Va cambiando según el momento en el que lo mires. Es diferente. Estar montados en un avión volando hacia Argentina es una cosa que ni te imaginas hace diez años. Estar teloneando a No Te Va Gustar en el Hipódromo de Palermo en Buenos Aires ni te lo imaginas. No lo llegas a normalizar, aunque suene muy naif, pero cuando haces algo muchas veces como que buscas otras cosas. Pero el hecho de estar viviendo de lo que nos gusta, haciendo canciones, es un éxito.
G: Y el dinero y el dinero (risas). Y muchos streamings.
(Risas). Eso lo da una canción como ‘La sonrisa intacta’. Una de la que cansarse. ¿Os habéis cansado de ‘La sonrisa incacta’?
G: Yo creo que todavía no.
D: Yo diría más que ‘Para cambiar el mundo’ porque el rodaje fue muy cansado y aún así no ha dejado de sonar en ningún concierto.
E: ¿Cuántas veces la llegamos a tocar para el vídeo?
P: 425 perfectamente.
G: Flou nunca batería nos dice que nunca he tocado una canción tantas veces. Pero luego ves la reacción cuando la empiezas a tocar delante de la gente y te preguntas cómo no la voy a hacer. Podríamos no tocarla, supongo que hay cierta responsabilidad, pero hay cierta gente que ha pagado, que ha viajado y ha venido para esa canción.