Lugar: Sala La Riviera. Madrid
Fecha: 13 de diciembre de 2013
Asistencia: 2.500 personas
Artistas Invitados: –
Precio: 22 euros
Setlist: A donde va el finado, Listos para la reconversión, Cosita, Al lodo brillo, Haciendo cábalas, Hasta de perfil, Amaina tempestad, Y venga vueltas, Muela la muela, Vergüenza torera, Salud y buenos alimentos, Qué desilusión, Cada día, Cara a cara, Cuando, En agua caliente, Masculino singular, Flojos de pantalón, Pan de higo, Agradecido, …Y dale!, Majete, Navegando, Maneras de vivir
¡Rosendo presidente del mundo!
Rosendo es como montar en bici. No importa el tiempo que pases sin escuchar sus canciones, da igual el tiempo que pases sin pedalear, cuando llega el turno de entonar alguna de sus estrofas te fluyen inconscientemente desde lo más profundo de tu machacada mente de la misma manera que por instinto pedaleas cuando sobre dos ruedas te encuentras.
Esto lo saben de sobra todos los que alguna vez han acudido a algún recital del rockero carabanchelero, que ayer congregó a 2.500 acólitos en La Riviera madrileña, una sala abarrotada y ubicada en la frontera misma del famoso barrio en el que reina desde finales de los setenta, en la presentación oficial en la bulliciosa gran ciudad de su más reciente álbum, ‘Vergüenza Torera’.
Con media hora de retraso sobre el mejor horario previsto por la organización, el concierto arrancó con ‘A donde va el finado’ y la banda sonando hercúlea, vigorosa e inapelable, con Rosendo como siempre acompañado por sus eternos Rafa J. Vegas (bajista) y Mariano Montero (baterista).
Entre los tres confirmaron aquello de que «La Riviera es un sitio perfecto para tríos», afirmación que cada uno puede tomarse en el sentido que quiera en función del momento y de la salud de su líbido, pero que en este caso en realidad solo se refiere al sonido prácticamente perfecto conseguido con voz, bajo, batería y guitarra. Y menuda guitarra, porque a estas alturas llamar a Rosendo maestro es quedarse obscenamente corto.
Suenan ‘Listos para la reconversión’, ‘Cosita’, ‘Al lodo brillo’, ‘Haciendo cábalas’, ‘Hasta de perfil’, ‘Vergüenza torera’ y ‘Salud y buenos alimentos’ y queda claro que Rosendo (a punto de cumplir los sesenta) y sus secuaces siguen teniendo cuerda para rato y ganas de rockear bien duro, pues siguen sonando como una maldita pedrada impactando contra la luna delantera de un autobús de la EMT (el 35 a poder ser, concretamente).
Aunque el concierto ya de por sí empezó bien, progresivamente la celebración fue a más gracias a una parroquia enfervorizada que recibía con aullidos cada nueva canción y que no paró ni un instante de corear el nombre del maestro de ceremonias. Para cuando el Leño cae sobre los parroquianos en forma de ‘Qué desilusión’ la emotividad se desparrama por todo el local y las gargantas sangran de felicidad al unísono mientras los extraños se abrazan como los hermanos en realidad son.
Con el público (tan madurito como entregado) ya convenientemente domesticado, la velada se fue caldeando inexorablemente aún más gracias a canciones cada vez más celebradas como ‘Masculino singular’ (¿quién si no Rosendo podría juntar en una misma canción las palabras ‘picaporte’, ‘berberecho’ y ‘solomillo’ y hacer que las canten miles de personas sin que suene tan extraño como en realidad es?) llegando al clímax con los clásicos ‘Flojos de pantalón’ (hay punteos que dan la vida), ‘Pan de higo’ y ‘Agradecido’. [FOTO: Patricia Cano]
Para entonces ya había quedado meridianamente claro que Rosendo no es que sea necesario, es que es el único absolutamente fundamental. Aunque parezca que te regaña cuando canta, Rosendo es el auténtico ‘Special One’ y el único que puede permitirse el lujo de aleccionar sin resultar antipático. Todo lo contrario, sus letras forman parte de ese rencor y descontento social que todos llevamos dentro y que canalizamos con ironía y elegancia a través de sus canciones. Es de alguna manera mágico.
Todavía hay tiempo para unos bises con ‘…Y dale!’, ‘Majete’ y ‘Navegando’, momentos locos en los que puede pasar cualquier cosa porque el descontrol es monumental. Pero es que aún hay tiempo para un disparo al aire más con uno de los clásicos más inmortales del rock español, ese ‘Maneras de Vivir’ que no por mil veces coreado pierde un ápice de su sentido.
Llegados a este punto el concierto podría haber durado mientras quedara cerveza en los almacenes de La Riviera, pero tras cien minutos la función se da por finalizada con el habitual grito de guerra de «gracias madrid por siempre se os quiereee». Un final feliz como todos lo entendemos en Carabanchel, nada que ver con los de las misteriosas peluquerías chinas. O tal vez sí y por eso resulta tan liberador y salvaje. ¡Rosendo presidente! ¡Rosendo presidente! ¡Rosendo presidente del mundo!
Grandioso concierto y genial crítica!!