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Sarria en El Sol: Algo bueno vino a Madrid ese domingo

Crónicas

Sarria en El Sol. El mundo puede ser cruel un domingo por la tarde, más aún cuando el descanso semanal te ha hecho creer que ya estábamos en verano. Todo el mundo por la ciudad estirando al máximo las crecientes horas de luz y frenando la incipiente/inevitable bajona. El pasado domingo pintaba así en Madrid, pero, desde Málaga llegó Sarria al rescate para ponerle la guinda a la semana.

El proyecto del joven Nacho Sarria y sus compañeros recaló en la sala El Sol de la capital –como parte del cartel del 10º aniversario del ciclo Sound Isidro– para dar comienzo a la gira de presentación de El mundo es cruel (pero creo en él) (Esmerarte, 2024), su segundo álbum. Un arranque rotundo en una plaza a priori compleja, pero que se topó con un generoso aforo que se entregó a la causa desde los primeros compases.

No había una canción más idónea para empezar que ‘El agujero’, animándonos a escapar del hoyo del domingo cantando sus nuevas creaciones. Mantuvieron la nota positiva con ‘Algo bueno va a venir’ y sus soleadas armonías, y estábamos dentro. El buen ambiente ya era un hecho y no decaería en los siguientes 90 minutos. Tampoco la sonrisa de Nacho, feliz de ver a gente llegada desde distintos puntos del mapa para este estreno. “Ha sido un tiempo muy bonito para nosotros” comentó el malagueño radiante antes de hacer un flashback al medio tiempo con el que todo comenzó, ‘Gitana’.

Sarria ha tenido margen para tratar con mimo su nuevo trabajo, para estrechar aún más sus lazos como banda y para hacer sonar las novedades rodadas; cualquiera diría que era la primera vez que sonaban ante un público. Todo esto transmitió ‘El cálido paso del tiempo’, la apertura del disco y uno de los momentos más especiales de la noche: una sincronía total y natural entre Nacho y sus fieles escuderos Alejandro Hidalgo (guitarra), Alfon López (bajo), Eduardo Díaz-Miguel (teclado) y Rober García (batería) con hueco para lucir riffs y juegos de voces. Igual de alineados y compactos estuvieron durante ‘Soledad’ y ‘Mala racha’ –nunca una mala racha sonó tan bien– con el absoluto beneplácito del honorable, convertido en coro en la vieja conocida ‘Esperando al sol’, coronada por el solo de Alejandro.

Con Nacho al frente, elegante en armario y en actitud, de voz rasposa y cálida la vez, alternando entre la guitarra eléctrica y la acústica, pasearon los Sarria en apenas unos minutos por los distintos registros que les han llevado más allá del rock. Nos balanceamos al ritmo del sabor reggae de ‘Mi amor nose vende (se regala)’ y echamos unos bailes con la funky ‘Química inestable’. Y, entremedias, un bolero. Que sí, que se quedaron solos en el escenario la voz de Nacho y las teclas de Eduardo y dejaron mudo y emocionado al personal con ‘Rosas negras’. También al resto de la banda que les observaba desde lo alto. Cumplida la hora de recital, volvieron los Sarria más clásicos rescatando ‘Mar de color’ y rasgando guitarras en ‘L’Occidental’. Todo tuvo cabida.

Era necesario un respiro antes de que el quinteto reapareciera para afrontar el tema titular. ‘El mundo es cruel (pero creo en él)’ es el ambicioso cierre y mantra del disco que Sarria supo trasladar con emotividad al directo, controlando su crescendo y acabando en formato coral con toda la sala.

‘A tu vera’, otro hito en el recorrido de los malagueños, marcó otro de los momentos más emocionantes, con la dedicatoria a un fan a petición de sus amigos allí presentes y el paseo de Nacho entre el público con abrazos y cánticos varios. Nos marchamos bailando al son de ‘Flor’, ese single con el ojo puesto en la pista de baile que abrió esta nueva etapa y que derivó en una endemoniada jam con referencia a los Rolling Stones, mientras Nacho presentaba y repasaba la historia de cada uno de sus cómplices y piezas clave de toda esta historia. Una química especial –que no inestable– une a estos cinco amigos que realmente disfrutan tocando juntos (cómo se nota esto desde abajo) y que supieron transmitir con un sonido impecable en la Sol donde, durante hora y media, nos apeteció creer un poquito en el mundo.

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