Damien Rice (2023) Noches del Botánico

Crónicas

Damien Rice en el Botánico: ‘La música que respira’

Ya hemos perdido la cuenta de las veces que hemos ido este verano a los jardines del botánico de la complutense. Casi no nos creíamos que íbamos al evento final, y cada momento lo disfrutamos sabiendo que para cada cosa hay una vez que es la última, que dirían Astrud. Un broche final con el cantautor irlandés Damien Rice. A pelo, sin teloneros. Todos sentados para recibir al enigmático trovador gaélico.

Por alguna razón estaban casi todos los puestos de bebida cerrados, especialmente los más cercanos al escenario, y esto aportó un extra de melancolía a una actuación muy austera. Sobre las tablas del botánico hemos visto grandes espectáculos de decenas de músicos y amplio despliegue visual, pero Damien Rice se sienta con su guitarra en el suelo, entre penumbras, y comienza con ‘The Professor & La Fille Danse’.

Comienza el ritual

Tiene algo de ritual que apenas un haz de luz alumbre al cantante mientras desnuda sus aventuras emocionales, logrando mucha más intimidad que el aforo de varios miles hace prever. Apenas se escuchaba algún vehículo recorriendo la rotonda de la avenida complutense entre los tímidos pasajes de guitarra que daban sustento a afectuosas historias que, cada enmudecido miembro del público, percibe como suya.

TODAS LAS FOTOS SON DE: VÍCTOR MORENO

Musicalmente todo parece sencillo, muchos acordes con los que Bob Dylan inauguró este ciclo se repitieron 53 días después, incluso hasta la petición de apagar los dispositivos móviles, en esta ocasión una recomendación frente a la exigencia de Zimmerman. Siguiendo con la comparación, Damien se muestra muy seguro de sí mismo, pero en ningún momento engreído o petulante. Destila suficiencia aunque en algunos momentos se le vea despreocupado “realmente no hago setlists, ¿qué toco?”.

Damien tiene las hechuras de un genio. Un discurso espiritual y de superación: “A veces la vida no es perfecta, y hace falta tiempo para encontrar el equilibrio para ser la mejor versión de la persona que uno puede ser” o, en ocasiones romántico por la vía del XIX: “No se si lo notan, pero estamos todos muriendo. Este festival y nosotros algún día también”. Entre esto y su voz, de estilo y agudos similares, parece inevitable el recuerdo a Jeff Buckley.

Última actuación del ciclo y de su gira

La de Madrid fue la última actuación de su Sailboat Tour, con el que ha navegado entre los diferentes destinos, hasta que “tuve que dejar el barco en Cap Roig y venir a Madrid en tren”, confiesa con algo de decepción en su mirada. Decepción que es posible que sea irónica, ya que el sentido del humor ácido es una de sus principales bazas: “You are late/ llegáis tarde” les suelta a una pareja que buscaban su sitio, algo después finalizaría un tema con “necesito ir al baño” o, ante el barullo de peticiones de sus fans afirmaría socarrón “¿Wonderwall? ¡vale!”.

Lo que le diferencia de tantos otros es la resonancia de su voz. Como sus letras y sus melodías penetran las cicatrices de miles de almas. Le acompaña en algunas canciones la violonchelista brasileña Francisca Barreto, y su dúo de voces en ‘Volcano’ o ‘I Remember’ parecen embaucar hasta a la luna azul de agosto, cómplice de Rice en esta noche.

Van sucediéndose las canciones. Sin premura alguna. Y las aceptamos como un ansiolítico natural, una manera de hacer las paces con todos y con todo. Ni siquiera efectos de voz tipo megáfono o sorprendentes luces estroboscópicas repentinas logran mutar el ambiente de meditación presente. “He vivido un tiempo en un barco, cuando pisas tierra parece que se mueve».

‘Older Chests’ vuelve a emocionarnos, con el pecho encogido ante un arrebatador fondo de cello interpretado bajo la tenue luz roja de una farola. “Tras este tour iré al estudio unas semanas a ver qué pasa”, ¡No me lo creo! grita un fan, y es que hasta hoy sólo tenemos tres discos en estudio en 20 años.

Damien Rice es un artista que cuida de los tiempos. En directo todo cobra sentido cuando este mago de la sencillez logra distorsionar el paso del tiempo con sus canciones. Como las espacia. Como saborea cada sílaba que pronuncia. Como suelta un chiste y retoma otra de sus historias, donde todos volvemos a caer en el influjo de su sortilegio sonoro. Hasta se respira mejor.

Despedida con estilo

Rice se despide con estilo, agarra una copa de vino y apura tragos cual crooner maldito mientras el público, liberado de sus butacas, se acumula frente a él. Sonríe tímidamente y encara ‘The Blower’s Daughter’ que, con la misma sutileza de las dos horas anteriores, vuelve a acompasar respiraciones.

Casi dos meses después el ciclo de conciertos termina. Puede que el secreto tanto de Damien Rice como de Noches del Botánico sea el de conseguir crear una atmósfera única, un ambiente que motive al artista y emocione o relaje (según convenga) al espectador. Porque si The Song Remains the Same, lo que importa es el entorno. Y un año más lo han conseguido. Un lugar de donde siempre sales sonriendo. Borracho de amor.

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