Un nuevo clásico ha llegado,
TEXTO: Rafael Mozún
FOTOS: Óscar Carriqui
Tercer martes y tercer mes consecutivo con Calequi y las Panteras actuando en la Sala El Sol de Madrid, donde se cruzó el ecuador de “Cinco martes para amarte”, una propuesta con una temática diferente para cada cita. En esta ocasión “Back to the roots”, un revival de los 67 shows que el trío original ofreció en “Peor para el sol” añadiendo percusión, batería, bajo y guitarra.
Un tema fijo en los inicios de sus actuaciones es El Candombe de Marte, original de Martín Buscaglia pero totalmente apropiada por Calequi y Panteras en una versión de rotunda síncopa y voces que epatan, donde aprovechan para comenzar la interacción con el público y logran una dinámica de más a mucho más.
El argentino es una máquina de adaptar canciones, plantea diferentes arreglos para cada recital y en ellos delata su eclecticismo: El demonio de labios rojos tiene ecos de cumbia rebajada, en Ito? se adentra en “el mundo oscuro del trap” exponiendo una bossa trap de hipnótico groove, y en varios momentos tortura su guitarra retro con arremetidas plenas de fuzz. La calidad de sonido es más que destacable, consiguiendo en directo unas texturas y una riqueza sonora inalcanzables para muchos en estudio.
Conciertos iguales pero distintos
Sus conciertos son iguales pero distintos. En este peculiar día de la marmota las canciones se repiten, pero el estilo y los arreglos se acomodan para la formación que toque cada día. Ya pasaron los martes de “gozadera party” y “demonios en el brass”, quedan por delante “all star band” y “fiesta púrpura”. Consiguen crear una nueva experiencia en cada oportunidad. Siempre se ha dicho que una canción es buena independientemente del estilo que adopte, y este ciclo es una tesis al respecto que nadie puede refutar.
Su mezcolanza de estilos se surte de variadas geografías. Percibimos los ingredientes y podemos intuir sus coordenadas musicales: De norte a sur y de oeste a este. Desde Paisley Park en Minnesota a Colegiales en Buenos Aires. Desde la cultura del pacífico colombiana al vermú del barrio de La Latina en Madrid. De todo ello surge una mixtura con personalidad, un estilo propio.
También gusta de pintar retazos de otros artistas, ayer fueron Simon & Garfunkel, la lambada o Harry Belafonte, mañana serán otros. Detalles donde conecta aún más puntos cardinales de su mapa creativo.
“A bailar, vamos, que es gratis” ordena el bonaerense antes de La grasa es el vehículo del sabor. Todo el público canta “el sabor… el sabor”, no sabemos exactamente qué sabor es, pero lo reconocemos y nos gusta. Es posible que sea el quinto sabor, el umami, el sabor novedoso que en realidad siempre estuvo entre nosotros. ¿Qué significa umami en japonés? Sabroso.
El cantante aprovechó los descansos para relatar que ese día hubiera sido el cumpleaños de su madre -fallecida hace muchos años- y destaca entre el público a lo más parecido que tuvo en su infancia, su profesora de canto llegada desde Buenos Aires. También presenta a Felipe Ohmatov, compañero durante el confinamiento en el proyecto La Boa de Isaac, que cantó Doesn’t Make You Happy la canción que escuchó y rechazó Norah Jones. Aunque su carrera en solitario esté en sus primeras etapas, lo cierto es que Calequi ya tiene material para una más que jugosa biografía.
Escudero de Coti o Jorge Drexler
En cierto modo la historia de Javi es similar a los protagonistas de “20 Feet from Stardom”, ya que hasta ahora ha sido el escudero de músicos como Coti o Jorge Drexler. Este último nunca falta en las presentaciones del que llama su hermano y no dudó en piropearle horas después: “Calequi es un cancionista supremo, además nos motiva mucho su concepto de concierto muy ligado a la festividad. El disco que está preparando es todo un viaje por Latinoamérica”
Precisamente de ese nuevo álbum -que saldrá a finales de año- dejó un aperitivo en forma de medley con Sao Paulo, San Juán y Medellín y Montevideo, con la sentida colaboración de Drexler, nacido en la capital de Uruguay.
Quizás porque se ha pasado toda su carrera musical acompañando a otros artistas, a Calequi en el escenario le gusta liderar. Dirige a sus compañeros con la mirada, propone nuevas vueltas al estribillo cuando el cuerpo se lo pide y se retira discretamente cuando su papel consiste en sentar la base para que otros se luzcan. Es habitual que los músicos indiquen que les suban o bajen monitores, pero controlar con gestos la intensidad o tipo de luces se nos antoja inédito.
Homenaje a los trabajadores de la sanidad pública
“No perdamos la esperanza”, proclama antes de homenajear a los trabajadores de la sanidad pública e interpretar Hora de sacar la basura, el baile como alegato contra la pandemia más grave del siglo XXI: el odio. Ante eso nos queda el arte. El hombre de la chaqueta extra size -en la mejor tradición de Prince o Little Richard- arenga al público a cantar y les invita a hacerlo desde el escenario. Tablas que reverdecen con decenas de personas bailando en una invasión más que necesaria que rompe la frontera entre artista y público.
Javier Calequi y las Panteras Luisa Corral y Lauri Revuelta. La conjunción astral de estos tres seres tiene algo de mágico. En directo forman un bloque armónico donde sus voces acarician con ternura y precisión cada acorde. Sus timbres empastan a la perfección y en esa conexión encontramos el sonido Calequi. Una maravilla para nuestros oídos que nos hace meditar con rabia por qué comercialmente prima la voz grande sin gracia ni afinación.
Su música es sencilla pero no simple, sus estribillos muestran una gran sensibilidad melódica, mientras los ritmos trasatlánticos navegan por lugares reconocibles sin más destino que el baile, el canto grupal y la fiesta. Es más sencillo etiquetarles sobre emociones que en estilos. Como cuando escuchamos una canción nueva y notamos una sensación de déjà vu, de que ya la hemos escuchado antes. Una percepción que no hace sino revelar que un nuevo clásico ha llegado desde marte, para amarte.
