‘Anarchy in the UK’: el escupitajo de Sex Pistols en el epicentro del Imperio Británico

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En una época en la que la información no atravesaba el mundo de manera instantánea como ahora, era cuestión de esperar un tiempo prudencial antes de que la incipiente escena punk del Lower Manhattan terminara teniendo su reflejo en las islas británicas. Lo que resultaba complicado adivinar era que la explosión iba a ser de tan violenta magnitud.

Y es que como suele suceder con las grandes tormentas, esta también tuvo su tiempo de preparación, con inicio en Londres en 1972 en el grupo de The Strand, en cuyas filas estaban el guitarrista Steve Jones y el batería Paul Cook. Ese fue el momento en el que los nubarrones sobre el Imperio comenzaron a tornarse progresivamente negros y cargados de saña. Pero aún no era el momento de la huracanada descarga eléctrica. 

The Strand no terminaba de despegar, pero Jones entabló relación con Malcolm McLaren y Vivienne Westwood, dueños de la tienda de ropa y tendencias ‘Too Fast to Live, Too Young to Die’ (posteriormente renombrada ‘Sex’), que se convirtió en foco de la escena punk rock londinense. Un dependiente de dicho local, Glen Matlock, se convirtió en el bajista de la banda, mientras que McLaren ya ejercía como mánager. 

En mitad de 1975, Malcolm McLaren pasó una temporada en Nueva York, en la que también fue mánager de los glam punks New York Dolls (dejando los designios de The Strand en manos de su amigo Bernard Rhodes). Nuevas disputas internas dejan al grupo sin cantante y comienza una búsqueda que termina cuando encontraron a John Lydon, un joven de 19 años habitual de Kings Road, que llevaba una camiseta con imperdibles de Pink Floyd sobre la cual había escrito a mano ‘I hate’ (‘Odio a Pink Floyd’). 

Aunque Lydon nunca había pensado en ser cantante y las primeras pruebas fueron un desastre, McLaren vio en él la actitud suficiente y convenció al resto para ficharle. Pronto Steve Jones Jones rebautizó a Lydon como Johnny Rotten (‘Juanito Podrido’ o ‘Asqueroso’), aparentemente por su mala higiene bucal. Un cambio sin duda definitivo para el impacto del grupo, cada vez más inminente. 

El último asunto antes de ponerse manos a la obra de manera oficial fue dar con un nuevo nombre. Se descartaron Le Bomb, Subterraneans, The Damned, Beyond, Teenage Novel, Kid Gladlove, Crème De La Crème y QT Jones and His Sex Pistols. Tras una sin duda sesuda reflexión, nacían los Sex Pistols, comenzaban a componer material propio y daban su priimer concierto el 6 de noviembre de 1975 en la escuela de arte Saint Martins College, tocando temas de The Who, Small Faces y The Monkees. 

Recital a recital consiguieron un equipo de seguidores -incluyendo a futuros músicos como Siouxsie Sioux, Steven Severin y Billy Idol-, que llegó a ser conocido como Bromley Contingent, en referencia a ese barrio londinense. Desde la tienda Sex se difundía la moda, al tiempo que McLaren y Westwood veían las posibilidades ideológicas y de agitación fascinados por los situacionistas y el pensamiento anarquista. 

«De hecho, no nos va la música. Lo nuestro es el caos», declaró Steve Jones a la revista musical NME tras su primer gran concierto en el Marquee de Londres en febrero de 1976, como teloneros de Eddie and the Hot Rods. Poco después, Joe Strummer, por entonces líder de The 101ers y después al frente de The Clash, vio al grupo y manifestó que el punk rock era el futuro. 

Howard Devoto y Pete Shelley, que posteriormente formarían The Buzzcocks, eran fans del grupo y les montaron su primer show en Manchester. En cada nueva ciudad por la que pasaban surgían de inmediato bandas que seguían su estela musical y estética. En actividad constante, Sex Pistols grabarían en julio una maqueta de siete temas entre los que estaba ‘Anarchy in the UK’, canción en la que Rotten vomita todas las ideas que le estaban dando a conocer Westwood y compañía en Sex. 


«La Inglaterra de principios de los setenta era deprimente. Estaba completamente venida a menos, había basura en las calles, desempleo total, todo el mundo en huelga. Nos criaban en un sistema de educación que te dejaba bien claro que si venías del sitio equivocado no tenías la más puñetera esperanza y ninguna posibilidad laboral. De esto salieron Sex Pistols y luego un montón de pajeros copiones», rememora Lydon en ‘La historia oral del punk’ de John Robb.   

Efectivamente, la escena punk británica ya era una realidad con Sex Pistols a la cabeza y, detrás, The Clash, Buzzcocks, The Damned y Siouxsie Sioux. Tal era ya la relevancia de lo que estaba sucediendo que Rotten y compañía firmaron el 8 de octubre de 1976 un contrato de dos años con la multinacional EMI. Y como feroz carta de presentación, su single de debut ‘Anarchy in the UK’ llegaba el 26 de noviembre de 1976. 

«Desde la descarga de apertura de acordes descendentes de Steve Jones hasta el fantástico sarcasmo vocal de Johnny Rotten, esta canción es una perfecta declaración, una pieza de política punk asombrosamente potente, un estilo de vida, un manifiesto que presagia una nueva era», resumió el periodista y líder de The Membranes John Robb -quien en 2006 publicaría la ya citada ‘Historia oral del punk’-. 

La rabia sonora del single, unida a una actitud indignada y nihilista, convirtió a los miembros del grupo en una amenaza para los sectores más conservadores de la sociedad británica, que no estaban preparados para escuchar los escupitajos de Rotten mientras cantaba eso de que era el ‘anticristo anarquista’. 

A partir de ese punto, apariciones ‘escandalosas’ en televisión con insultos y bravuconadas, que a su vez provocaban portadas en los tabloides, como cuando The Daily Mirror les describió como ‘La suciedad y la furia’. «Me di cuenta de que, en efecto, las palabras podían ser armas y que así eran percibidas por el ‘establishment’ Menudo subidón. Sentí que de alguna forma todo eso me legitimaba», plantea Rotten-Lydon en sus memorias de 2015, ‘La ira es energía’ (Malpaso). 

En las páginas de dicho libro, el cantante explica: «Diputados y concejales hablaban de mí e invocaban, furiosos, la ley de traidores y traiciones, la cual era letal; una ley muy antigua que, según mi abogado, todavía podía suponer la pena de muerte. ¡Dios mío!, pero, ¿por qué? ¿Por unas palabras? Que el gobierno pueda dictar lo que la población debe o no debe hacer es absurdo». 

Y añade todavía otra reflexión: «Me disgustan todos los gobiernos. Éste me estaba prohibiendo decir ciertas cosas, tener una opinión propia. Descubrí que yo era tóxico para los poderes fácticos. Agradezco al sistema británico de bibliotecas, allí aprendí a lanzar granadas verbales. Porque yo no arrojaba ladrillos a los escaparates en nombre de la rebelión sino palabras allí donde importaba. Las palabras cuentan».   

La revolución estaba siendo televisaba, el sistema tenía miedo y EMI decidió despedir al grupo, que pronto conseguiría otro contrato en marzo con A&M Records que solo duraría seis días después de que Rotten amenazara de muerte a un amigo del director. En mayo conseguirían su tercer contrato, en esta ocasión con la Virgin Records de Richard Branson, con quien editaron su único disco, ‘Never mind the bollocks’, en octubre de 1977 (ya con Sid Vicious oficialmente como bajista, aunque su inoperancia hizo que terminara tocando Matlock).

Excesos y disputas harían que el grupo implosionara en plena gira norteamericana en enero de 1978, dejando sin duda un joven y bonito cadáver. Porque como subraya John Lydon en su autobiografía: «No existía nada parecido hasta que llegamos nosotros. Antes de los Sex Pistols, ¿qué significaba el que una canción tuviera trascendencia social? A lo mejor un cantante folk deprimente canturreando con su guitarra. Yo hice mi parte: poner sobre la mesa los corsés y los estereotipos de los británicos». 

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