La audacia, la osadía, el apetito por romper los moldes, el descaro, la confianza en sí mismos. La chulería, si me apuras. Hay un montón de cosas que U2 no debió dejar nunca atrás. Pero los noventa se acabaron y, con el cambio de década, se acabó la etapa clásica de la banda irlandesa, que en 1997 tuvo el arrojo insolente de empezar una gira sin estar seguros al cien por cien de cómo tocar sus nuevas canciones.
Lo suyo hubiera sido que tras encadenar obras del tamaño de ‘Achtung baby’ (1991), ‘Zooropa’ (1993) y ‘Pop’ (1997) -con cita requerida al Passengers de 1995-, U2 hubieran seguido pisando el acelerador hasta estrellarse contra el muro o, en plan ‘Regreso al futuro’, atravesarlo al alcanzar la velocidad suficiente y entrar entonces en otra dimensión. Pero se cortaron, les falto ese punto de temeridad que resulta adorable cuando todo sale inexplicablemente bien.
Los noventa fueron la década de la celebración perpetua para U2 y sus fans, con esas giras dignas de dibujos animados que fueron ‘ZOO TV‘ (1992-1993) y ‘Popmart’ (1997-1998). Pero fue precisamente tras esta última, cuando llegó el momento de recontar los daños y recoger los escombros por haber ido tan lejos con la fiesta de la experimentación, por haber sido tan libres, cuando la banda irlandesa se dijo a sí misma eso tan recurrente de ‘no vuelvo a beber‘. Los estadios medio vacíos y las fechas canceladas antes de anunciarse (principalmente) en Norteamérica hicieron dañito cuando pasó el subidón y apareció la resaca.
Y ya se sabe que hay un tiempo en la vida en el que las mejores decisiones se toman en pleno subidón. Pero cuando rondas las cuarenta, quien más quien menos algo ha aprendido sobre ello. Y las resacas duran más de lo aconsejable física y mentalmente. La gira terminó remontando en Europa y Latinoamérica y congregó a 3,9 milones de espectadores en 93 conciertos con ganancias de 171,6 millones de dólares. Fue la cuarta gira más lucrativa de los noventa pero, aún así, un fracaso relativo para U2.
«Creo que sentíamos como si la hubiéramos pifiado con ‘Pop’, aunque era fuerte y directo y fue la base para una gran gira»
THE EDGE
«Estaba contento por cómo había salido todo. Pero estaba todavía más contento de que se hubiera acabado», resume el batería Larry Mullen Jr con su habitual sinceridad quirúrgica en la biografía coral ‘U2 by U2’. Tampoco se queda atrás el guitarrista The Edge: «Creo que sentíamos como si la hubiéramos pifiado con ‘Pop’, aunque era muy fuerte y directo y fue la base para una gran gira».
«Vendimos siete millones de discos, que no está nada mal para ser uno de nuestros trabajos más pobres, según la crítica», apunta por su parte el bajista Adam Clayton, con retintín y la perspectiva del paso del tiempo en la citada biografía de 2005. Pero sea como fuere, en términos de negocio, Popmart fue un pequeño gran desastre. Es el mercadeo del pop, amigo. De manera que el siguiente paso, seguramente propiciado por la dichosa crisis de la mediana edad al cumplir los cuarenta, fue reiniciar.
«Había más que nada una sensación de alivio«, admitía The Edge hace unos días a Rolling Stone: «También teníamos la mente puesta en el final del milenio. Para nosotros, ese fue un momento muy significativo en el tiempo que sentimos que teníamos que marcar. De alguna manera, fue un momento natural para reiniciar y reevaluar todo lo que estábamos tratando de hacer como banda».
Y vamos que lo hicieron. Recularon. No se atrevieron a comprobar si podían viajar en el tiempo como Marty McFly y se quedaron en tierra. En esta tierra de mortales. El tan cacareado regreso a las raíces que tanto se vendió en su momento. La intención era recuperar a los fans que se habían largado de la fiesta antes de tiempo al no poder seguir el ritmo de ingesta, y la estrategia estaba clara: los U2 que todos habíamos conocido habían vuelto.
Eso funciona para la gran mayoría de público casual, ese que llena estadios y convierte discos en best-sellers. Y funcionó, pues ‘All that you can’t leave behind‘, conocido como El Innombrable por cierto sector de parroquianos, publicado el 30 de octubre del 2000, despachó 12 millones de copias. Cinco más que ‘Pop’, así que misión imposible cumplida. Fue la reinvención comercial definitiva de U2 para afrontar la segunda mitad de su carrera recuperando y consiguiendo nuevos fans.
«La gente creyó que ‘All that you can’t leave behind’ era como un retorno a los antiguos U2. Y la verdad es que todavía utilizábamos el estudio de manera similar, aunque no era el final de la caja de ritmos. ‘Beautiful day’ tenía una a lo largo de toda la canción. La tecnología se ha convertido en una parte vital de nuestro trabajo, pero en ese álbum fuimos un poco más sutiles en ese aspecto», plantea Larry Mullen.
El que fuera su mánager desde sus inicios hasta 2013, Paul McGuinness, como albacea del legado de U2, lo tenía clarísimo: «Fue una buena idea hacer un disco que recuperara de nuevo el sonido U2. Salió el 30 de octubre del 2000 y fue número 1 en treinta y dos países». De manera que a ellos les salió bien, principalmente por ‘Beautiful day’, su último gran clásico –con permiso de ‘Vertigo’, que llegaría en 2004 y se quedó cerca-. Y a nosotros también nos salió bien, principalmente por ‘Kite‘.
Pero empecemos por ‘Beautiful day’, single de adelanto que vio la luz el 9 de octubre y que reconcilió de inmediato al grupo con el éxito más puramente comercial. Está bien, es indudablemente un himno, pero como primeros singles quien esto escribe siempre recordará el impacto de ‘Discothèque‘ (1997) o ‘The fly‘ (1991). También de ‘Numb‘ (1993), claro. Esa capacidad para dejar al personal totalmente desconcertado se había dejado deliberadamente atrás. Y eso es imperdonable en la creación artística.
«Queríamos demostrar que podíamos componer grandes canciones que fueran emitidas por la radio»
LARRY MULLEN JR
Para Bono, ‘Beautiful day’ tiene «reminiscencias directas del inicio de U2, pero con Edge aportando una calidad vertiginosa y futurista, de forma que no suena retro». Eso es cierto, pero de nuevo es Larry Mullen quien habla más clarito: «Queríamos demostrar que podíamos componer grandes canciones que fueran emitidas por la radio«.
Y prosigue el batería: «‘Beautiful day’ suena muy natural cuando la escuchas por la radio, pero obtenerla fue duro. Estuvimos días y días intentando componer ese rompecabezas. Teníamos que demostrarnos a nosotros mismos que éramos mejores que en nuestro último álbum. Creo que lo conseguimos y fue fantástico emerger de nuevo con U2″.
«Este era un álbum que confesaba nuestro pasado, cosa que no habíamos hecho antes», remarca en U2 by U2 The Edge, quien señala a un momento crucial: «Se produjo un gran debate acerca del sonido de guitarra en ‘Beautiful day’. Yo tocaba la Gibson Explorer, que daba el sonido real de U2, el que habíamos hecho nuestro y que después abandonamos hasta War. ¿Debíamos o no recuperarlo? Bono estaba particularmente indeciso acerca de esta cuestión. Pero cuando la toqué, se puso de pie. Era absolutamente indiscutible».
Veinte años después no tiene mucho sentido extenderse sobre el álbum, así que va un resumen apresurado: ‘Beautiful day’ es un hit, ‘Stuck a moment’ el estribillo pegadizo, ‘Elevation’ el petardazo para el directo, ‘Walk on’ la grandilocuencia u2sera, ‘Kite’ la canción, ‘In a little while’ la otra canción, ‘Wild honey’ una pequeña delicia, ‘Peace on Earth’ el intento de trascendencia, ‘When I look at the world’ la injustamente olvidada, ‘New York’ la oscura guitarrera, ‘Grace’ el capricho delicioso y ‘The ground benneath her feet’ el incomprensible descarte (porque era el tema principal del ‘Million Dollar Hotel’, vale, pero es que podría haber sido uno de los singles del álbum).
Me apetece también mencionar las caras-b, esos descartes que no escuchamos tanto pero que están ahí siempre esperando nuestra poquita atención. ‘Levitate’ es el puente perfecto entre ‘Pop’ y El Innombrable, ‘Summer rain’ la típica acústica inofensiva, ‘Love you like mad’ la que dejaron a medias aunque prometía, ‘Big girls are best’ otro experimento con aire noventero, ‘Always’ la prima hermana de otra. Y luego está ‘Stateless’, que acabó también en la banda sonora de la peli del guion de Bono, ‘Million Dollar Hotel’, pero que está entre lo mejor de siempre. En fin, decisiones que se toman en la vida.
Decíamos antes que tuvimos suerte por ‘Kite‘. Retomemos eso. Las canciones favoritas de uno van cambiando, no son inamovibles. Pero ‘Kite’ permanece. Hace un rato nada más la escuchaba mientras destendía y doblaba la ropa de mis pequeños, medio cuerpo fuera por la ventana siempre abierta al mundo de la cocina, fría noche cerrada ya. Es bastante tarde, pasó la medianoche. Y ‘Kite’ tiene esa calidez, esa tierna manera de arropar que tienen los papás y las mamás.
Según The Edge, Bono «estaba convencido de que ‘Kite’ hablaba sobre sus hijos», aunque el guitarrista se dio cuenta «de que era más bien sobre su padre«, quien acabaría muriendo el 21 de agosto de 2001, en pleno ‘Elevation Tour’ de presentación del álbum. U2 tocaban esa noche en Londres y no cancelaron, aunque el deceso se produjo aquella misma mañana.
Habla Bono: «La muerte es el tema central del álbum. Cuando eres adolescente te sientes inmortal. A los veinte empiezas a tener algunas dudas. Con treinta te das cuenta de que estás en peligro. Después nunca más te vuelves a sentir inmortal. Y cuando tienes cuarenta te sientes muy feliz de poder despertarte cada mañana».
La segunda gran canción del álbum, para mí, es ‘In a little while’. La nana cantada a distancia desde el bar. la penúltima cantilena de los borrachos nocturnos que creen que nunca les atrapará la luz del día. Que lo sienten así. Y en ese estado de enajenación transitoria afloran las sensibilidades que habitualmente luchamos por enterrar todo lo profundo que podamos.
«Después de haber pasado toda una noche de fiesta por la ciudad, Bono llegó al estudio habiendo dormido solamente dos horas, resacoso y sin voz. Y entonces ocurrió. No se puede conseguir algo así voluntariamente. Es una especie de momento absoluto, te lo encuentras o no», rememora The Edge, a lo que Bono apostilla con humor canallita: «Probablemente calculé mal mi ración de copas de la noche anterior. Tenía la idea de escribir sobre la naturaleza atemporal de la existencia, pero hacerlo con resaca le da un aire de comedia y sencillez que equilibra las pretensiones filosóficas».
Así fue, en definitiva, como U2 volvieron a casa. Todo el mundo parecía encantado con ello. Incluso les dieron tres Grammy en 2001 (ya sabemos cómo son los premios a este nivel, no nos flipemos tampoco) por ‘Beautiful day’ como Mejor Interpretación de Rock, Mejor Grabación y Mejor Canción del Año.
«Después de ‘Pop’, América había perdido el interés por U2. Nos sentíamos vulnerables y un poco afectados. Así que cuando el disco salió tan bien y ‘Beautiful day’ ganó todos esos premios, me sentí respaldado. Desde entonces, valoro los aplausos y los premios de una manera muy diferente», reconoce Larry Mullen.
Tan decididos estaban a recuperar su estatus relativamente perdido tras esta buena acogida que U2 incluso hizo una de las campañas de promoción más intensas que se les recuerda, dejando de lado sus primeros años, como es obvio.
Aparte de hacer muchas más entrevistas y programas de televisión, incluso se acercaron a Madrid para participar y dejarse acariciar en los Premios Amigo en noviembre del año 2000. Algo insólito para un mastodonte como U2. Como becario que era me colé por allí y lo recuerdo como una noche mágica. Irreal, prácticamente, si no lo hubiera escrito todo en su momento.
En 2001 nos organizamos las vacaciones para ir al concierto de U2 en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Milagrosamente nos hicimos con las entradas tras un madrugón catedralicio y una cola pavorosa en la Fnac de Callao. Poco después de nosotros, mientras celebrábamos que las teníamos, la taquilla se cerró. Entramos por los pelos, pero entramos. Y aquel fue mi primer viaje a un gran concierto fuera de Madrid: una sensación incomparable.
Y tocaron ‘Kite’ y también ‘In a little while’. Y fuimos felices sin preguntarnos prácticamente nada. Porque todo lo que no puedes dejar atrás son los días y las noches que fuiste incontrolable y genuinamente feliz. Los momentos que, en definitiva, nos trajeron hasta exactamente aquí. Hasta este punto y por hoy final.
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