NACHO CAMPILLO. FOTO: SERGIO REVIEJO |
Nacho Campillo (Badajoz, 1960) celebra treinta años de andadura musical con Pacífico 360, un nuevo disco en solitario en el que plasma todas sus «influencias, desde Neil Young o los Beatles», pasando por el grupo con el que consiguió gran éxito en los ochenta y noventa, Tam Tam Go!, y con pinceladas de Reyno, su anterior proyecto.
«Hemos querido ofrecer una miscelanea», resume a Mercadeo Pop el extremeño, quien para la ocasión ha estado acompañado por tres músicos: Jorge García a la batería, percusiones, guitarra acústica y coros; Sergio Sancho en guitarra eléctrica, pedal steel, dobro y coros; y Arturo Ruiz al contrabajo y coros.
Nacho, además de su voz, añade a la propuesta un toque de trompeta y ukelele, dando al conjunto un toque intimista y de gran madurez artística. «Es un disco con mucha madera. Como el anterior pero un poquito más producido, hay más guitarras eléctricas para dar pinceladas de ambiente», explica.
Y aún agrega: «Hay una parte más rockera y otra más acústica, con algunos temas grabados en directo. Son canciones sencillas, pero las hemos dado unas cuantas vueltas, siguiendo mi manera de hacer y con un puntito un poco británico. Empecé a grabar a guitarra y voz yo solo y luego fuimos añadiendo capas. El resultado es muy sencillo y sin grandes artificios».
Como guinda aparte de nuevas canciones, en Pacífico 360 encontramos también una versión de Los Madison de Txetxu Altube (Compás de espera), e incluso una revisión «en plan chicano» de Espaldas mojadas, el gran éxito de Tam Tam Go!, un tema «vigente aún por todo lo que pasa con la inmigración», aunque fue escrita originalmente en 1990.
MENOS ES MÁS
El oficio de más de tres décadas de canciones lleva a Campillo hasta el momento actual, en el que afirma sin dudar que «con los años vas aprendiendo que menos es más y estas canciones funcionan a guitarra y voz». «Por eso en este disco hemos seguido la premisa de menos es más y hemos añadido arreglos para luego ir quitando y quedarnos con el espíritu», destaca.
Profundizando en esta manera de trabajar, apunta que cuando uno empieza en la música, «por puro desconocimiento, intenta tapar cosas y meter cuerdas, metales y de todo, pero al final» llega la constatación de que «una canción es una canción y muchas veces no necesita nada de eso».
Y aunque esté claro que ya tiene su propia manera de hacer las cosas, asegura Campillo que su premisa siempre es «seguir aprendiendo». «No dejar nunca de aprender porque cuando dejas de aprender mueres de alguna manera, tanto artística como personalmente», reflexiona, para luego añadir: «Tienes que estar siempre con todos los sentidos pillando de donde puedes, sobre todo de los grandes y también de la gente joven».
LOS TIEMPOS HAN CAMBIADO
Aunque celebre sus (más de) treinta años de carrera con nuevas canciones, resulta inevitable echar la vista atrás y por eso rememora Campillo que cuando empezaron con Tam Tam Go! les costó «mucho salir adelante» porque cantaban en inglés «cuando nadie lo hacía». Eso sí, admite que cuando ficharon por una multinacional las cosas fueron más sencillas.
«Ahora hay dos frentes abiertos ahora en la música. Por un lado el artesanal, un poco del mundo independiente, un frente más guerrero haciendo las cosas más a mano y es más gratificante porque los logros que vas consiguiendo son muy agradecidos. Luego está el terreno de las grandes discográficas que va a fichar gente de la tele y tienen nombres más consagrados», señala.
Esto le lleva a afirmar que ahora en las discográficas «no hay un seguimiento de carreras a largo plazo, va todo muy rápido». Así, recuerda que cuando Tam Tam Go! empezó, una discográfica «apostaba por tí un disco, dos discos… y te esperaban y aguantaban el tirón», algo que ahora no pasa porque «si no funcionas rápidamente te meten en un cajón y tienes que buscarte la vida». «Son como dos industrias paralelas y no coinciden, están como enfrentadas», apostilla.
«Yo soy un superviviente de la música y sigo dando guerra después de treinta años, pero la industria está para pocos discos», plantea Campillo, quien lamenta que con el fácil acceso que hay a la música en formato digital, tambíen sea muy sencillo «cambiar de canción». «Pero hay que adaptarse a los tiempos y no tirar la toalla, hay que darle la vuelta a la tortilla», apunta.
Sobre su actividad al margen de las casi inexistentes ventas de discos, señala que él tiene su estudio y va haciendo sus «cositas, picando de todos los palos». Y remarca: «Hay que inventarse proyectos y yo he hecho música para obras de teatro, estoy escribiendo un guión para una película musical con su correspondiente banda sonora… Reinventándome».
OTROS 30 AÑOS
Como músico vocacional y apasionado, no se ve Campillo haciendo otra cosa. «Si miras a grupos de fuera como los Stones que llevan más de cincuenta años, lo nuestro es como muy pequeño», bromea, para luego destacar que seguirá «mientras la creatividad siga vigente, haya ganas y haya salud».
«Es lo que tengo. La música me lo ha dado todo en la vida, ha sido mi compañera de viaje. Sigo enamorado de la música y de su entorno a pesar de los obstáculos. Ser músico nunca ha sido una profesión con garantías, aunque es verdad que ahora hay mucha incertidumbre. Pero nos gusta, nos apasiona y seguimos ahí», sentencia.
Sin considerarse nostálgico, sí que admite que en muchas ocasiones los promotores le piden recordar en los anuncios de sus conciertos que es «el de Tam Tam Go!», algo que aunque preferiría que no ocurriera, en realidad tampoco le causa problema. «Si así se venden más entradas lo comprendo», señala.
Y aún indica a este respecto: «Menos a dos o tres artistas, a los de mi generación siempre nos ponen la etiqueta de nuestras viejas bandas. Yo preferiría que no fuera así pero tampoco reniego de mi pasado, estuve en Tam Tam Go! durante 25 años y tengo el nombre registrado. Si facilita las cosas, estupendo. A un chaval de veinte años igual Tam Tam Go! le suena, pero Nacho Campillo no».
«Es que los grupos y los artistas van pasando, pero las canciones son las que se hacen inmortales», concluye, admitiendo que al final ellas son el «legado» que cada creador «va a dejar para el resto» por encima de su propio nombre. «Es bonito que esas canciones de la memoria colectiva se queden ahí para siempre. Aunque solo fuera por eso, ha merecido la pena estar ahí un ratito», remacha.
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