El río y la piedra y el sol
Bajar las escaleras de la Sala El Sol es un ritual en sí mismo. Rutinas con las que envejecimos. Subirlas nunca fue tan ceremonioso, más bien una maniobra de escapismo. Descender los peldaños de la Sala El Sol hoy, casi dos años después de la última vez, es volver a la casilla de salida después de haber pasado todo tipo de penurias para, aún así, no tener claro si ganamos la partida.
Pero el motivo es solemne. La presentación para prensa del inminente nuevo disco de Morgan: ‘The river and the stone‘. El río y la piedra y el sol. Un apetitoso sarao como los de antes, eso también es importante. En este mundillo, por lo general, cada cual hace la guerra por su parte, más si llevamos tanto tiempo cansándonos los unos a los otros con nuestras paridas en las redes sociales. Sin tenernos delante, que es lo que lo equilibra todo.
De manera que hoy volvimos a El Sol para degustar todos juntos, los primeros, ‘The river and the stone‘. Ya nace inolvidable este disco por la cantidad de saludos y abrazos que ha propiciado. Y por el reverencial silencio que, después de tanto tiempo, provoca escuchar la voz de Nina sentada al piano. ‘Hopeless prayer‘ es lo que dice su título, es lo que se está curando esta noche. Todos en pie otra vez.
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Porque Morgan va a tocar entero este tercer disco de estudio que ya mismo es ya y del que se conocen públicamente ‘River’ o el pasote ‘Alone’, que el grupo, ahora sexteto para el directo, alarga con júbilo y pasmosa facilidad para jolgorio generalizado. Claro que, eso ocurre, porque los propios músicos se miran no ya cómplices, sino prácticamente perversos. Lo tienen, lo saben. Y cuando Nina alcanza ciertas notas sus ojos son la dicha más pura.
‘Paranoid fall’ es la sorpresa de este disco por su giro hacia el rock más acelerado garagero. Una nueva vía que evidentemente estaba ahí por transitar y que en directo, como era de esperar, te encañona el paladar. ‘Un recuerdo y su rey’ también lo hace, aunque por otra vertiente: con esa delicadeza que tienen todas las composiciones en las que Morgan tiran por el castellano. Que es, quizás, un poco más que el resto. Un poquito.
‘Silence speaks’ vuelve a hacer de los chistidos algo generalizado hasta que solo se escucha a Nina, su piano y el aire acondicionado girando. Algún vaso tintineando, claro. Dientes repicando. Hay una concesión final al pasado, ‘Another road’, que deja a los músicos con más ganas de más que al público. Ese es el secreto último de Morgan: que disfrutan aún más los que tocan que los que miran. ¡Y dan mucha rabia bonita por eso! Por eso son tan unánimemente buenos.