– M-Clan (2000) Auditorio El Torreón. Pozuelo de Alarcón (Madrid)

Crónicas

Lugar: Auditorio El Torreón. Pozuelo de Alarcón (Madrid)

Fecha: 5 septiembre 2000
Asistencia: 1.000 personas
Artistas Invitados:
Precio: 600 pesetas
Músicos: Carlos Tarque (voz), Santiago Campillo (guitarras), J. Antonio Otero ‘Oti’ (baterista), Ricardo Ruipérez (guitarras), Pascual Saura (bajista), Luis Prado (teclados)

Setlist: Chilaba y cachimba, Eres funky, ¿Dónde está la revolución?, Quédate a dormir, No quiero verte jamás, Perdido en la ciudad, Miro atrás, 39 grados, Donde el río hierve, Mujer norteña, Usar y tirar (con snippets de Start Me Up e It’s Only Rock n Roll, de los Rolling Stones), Llamando a la Tierra, Un buen momento.
– ¿En serio quieres que hagamos eso?
– No se me ocurre otra forma de poder ir
– Ya, pero… ¿merece la pena asumir tanto riesgo?
– Mira, si no quieres, no vengas, ya lo hago yo solo.
– Eso sí que no. Estaré contigo y lo sabes
– Así me gusta. Entonces, ¿mañana a las ocho en tu portal?
– Vale.

Robar el coche de su madre para poder ir de Madrid a Pozuelo para ver a M-Clan le parecía una estupidez a todo el mundo. A todos menos a él, que prefería decir que tan solo lo tomaría prestado. De todos sus amigos, sólo Sony, su compañero de correrías, estaba dispuesto a meterse en líos, una vez más, junto a él. El hecho de que ninguno de los dos tuviera carnet de conducir parecía ser poco más que una anécdota. Estaba decidido y punto. Lo harían y sería una jugada maestra, de guante blanco. Si querían asistir al concierto, no les quedaba más remedio -pensaban- puesto que el transporte público acaba su horario demasiado pronto como para poder regresar.

A la hora pactada, allí estaba él con el coche, pose chulesca y confiada al volante, gafas de sol, pitillo de Ducados, cazadora de cuero a pesar de estar aún en verano, y 18 años recién cumplidos. Estaba totalmente acojonado, mirando constantemente a través de todos los espejos a su alrededor, pero no lo aparentaba. Sony bajó de su casa y entró en el coche. Sonaba Algo más fuerte, del disco Coliseum de los murciélagos-clan. Había que ambientarse y espantar los miedos lo más rápido posible. Su madre no acostumbraba a usar el coche a última hora de la tarde, pero siempre cabía la posibilidad de que ese día lo hiciera… Tampoco se lo había preguntado, para evitar levantar sospechas.

Un poco de callejeo, el volumen del casette sube, la adrenalina también. En la avenida de los Poblados, a la altura de la comisaría de Campamento, un coche de policía municipal se pone detrás. Dudan, pero no se inmutan. El coche les adelanta a gran velocidad cuando se abre el semáforo y se larga. Pronto le pierden de vista. Instantaneamente, las manos dejan de sudar, el corazón recupera su ritmo normal y la risa floja y las miradas cómplices ayudan a volver a la tranquilidad. Suena Vuelve un poco más tarde y se descojonan mientras gritan «que nooo, que no vuelvas!»

A Sony no deja de sorprenderle lo bien que su colega conduce a pesar de no tener carnet y de haber estado a los mandos apenas una decena de ocasiones. Maneja con tranquilidad y solvencia, sin endurecer el gesto, siguiendo el ritmo de la música con los dedos y canturreando, moviendo la cabeza. Ni si quiera se equivoca en las rotondas de Prado del Rey, y va tan sobrado que pita a los conductores más lentos, en un claro síntoma de demencia provocado por el rocanrol que lleva en sus venas. ¿No habían quedado en que no levantarían sospechas?, pensó, sin atreverse a decirlo en voz alta para no romper la magia que se estaba creando y ya se sentía.

Pozuelo es un municipio conservador y derechón, de gente de pasta, de los más ricos de Madrid. A la gente de dinero le gusta sentirse seguro y ver a las fuerzas del orden en sus calles. No es el caso de los dos conductores indocumentados e ilegales, que además, han tenido más de uno y más de dos problemas con los agentes de la supuesta ley. Son las fiestas del lugar y eso complica la situación, puesto que la presencia policial es más notable de lo normal.

Sin embargo, el ambiente festivo hace que puedan llegar y aparcar sin mayores problemas. Sony duda de que M-Clan merezcan tanto la pena y piensa que hace tiempo que perdieron su espíritu rebelde. A él ya no le suenan a nacionales 120, ni a peleas en cualquier antro, ni a noches que no acaban, ni a nada de lo que robar el coche de tu madre para asistir a un concierto puede significar, pero se deja llevar esperando que su querido amigo esté en lo cierto todavía y sí que haya algo de eso en la música de los murcianos.

El Auditorio es nuevo, como casi todo en Pozuelo, y está muy bien conservado. Es un recinto envidiable, al aire libre, con capacidad para unas 3.000 personas tal vez. Pero hoy no se llena ni de coña. Apenas serán unos 1.000 cuando se apagan las luces y comienza el universo paralelo de la música en directo, gracias a la cual durante un puñado de minutos sólo importa lo que tienes ante tus ojos y lo que oyen tus oídos. Los pocos que son tampoco tienen cojones. Hasta el grupo lo nota. Parecen estar esperando a que Llamando a la Tierra dé sentido a su presencia allí. Carlos Tarque les vacila, les toma el pelo, dice que es «un placer estar otra vez en Brunete», pero ni con esas. Apenas un pequeño abucheo cómplice es toda la respuesta que provoca. No será una noche para el recuerdo.

No será para el recuerdo para la mayoría. Para Sony y su amigo, sí. Han visto a M-Clan varias veces en el último año y hoy tienen la suerte de poder disfrutar sin apreturas, casi encima del escenario, mirando a los ojos a los músicos, intentando estrechar lazos con unos músicos que les están acompañando de manera muy especial en el último año. Disfrutan especialmente de las canciones viejas, de Perdido en la ciudad, Dónde está la revolución y Dónde el río hierve. Esas son, después de todo, las que les dan la fuerza para delinquir y sentirse legitimados a ello.

Como no podía ser de otro modo, se enfadan cuando el auditorio se viene abajo con los primeros compases de Llamando a la Tierra. Joder, ellos reconocen que es un gran tema, que de hecho ya les gustaba (más) con la Steve Miller Band, pero se sienten incómodos, violentos, con ganas de pelea entre tanto niñato y tanta gente bien que siente como suya una canción que tiene casi treinta años y que siempre fue de amantes del buen rock, no de radio fórmula popera carente de gusto. Se sienten con todo el derecho a reivindicarse como los únicos del lugar que conocen la verdad, la única verdad, la razón de todo el circo. Un buen momento les calma ya que vuelven a ser los únicos que gritan y se despellejan para deleite de Santiago Campillo y sus guitarrazos desérticos.

Adrenalíticos perdidos regresan al coche y salen disparados del pueblucho este que ignora por completo lo que es el rocanrol y que apenas tiene aroma a pasodoble chungo. Sony tiene ganas de movida, el espíritu sureño le ha poseído por completo. Maxi, por su parte, quiere ir todavía más allá. Camino a Madrid éste suelta las manos del volante y señala al edifio de RTVE de Prado del Rey. No abre la boca, para variar, pero Sony comprende que pretende cerrar la noche como un maldito héroe descerebrado. Maxi a vuelto, esa oda a las correrías entre colegas que ya nunca suena en los directos de M-Clan pero que ocupa sus corazones, suena a todo trapo. Tan alto que apenas se distingue por culpa de la distorsión.

Entran en la rotonda a toda velocidad, en cuarta o quinta velocidad, y en lugar de salir de ella, el volante se queda fijo. El coche se dirige desbocado hacia la puerta de Radio Televisión Española. Sony abre los seguros y se deja la voz con un ardiente «yaaaaaaa». Saltan del coche y sus cuerpos ruedan por el asfalto. Mientras giran escuchan los gritos de los guardas de seguridad, que no pueden evitar que el coche entre en el recinto que tienen que defender y se empotre contra la puerta principal, por la que, tristemente, no salía ninguna cara conocida de esos programas de calidad que promueve la tele pública. Las llamas se apoderan del lugar. Luego llega el caos. Tras ellos, algunos lloros, gritos nerviosos, la policía, los bomberos, algún que otro helicóptero.

Maxi y Sony corren, doloridos pero exultantes, hacia la oscuridad de Somosaguas y la Casa de Campo. Corren y corren, jadean, no miran atrás, se ríen, chocan sus manos, gritan en silencio. A cubierto entre unos arbustos miran su obra y constatan que les ha salido mejor de lo que esperaban. Todo está ardiendo y no paran de llegar coches de policía. Son más grandes que la vida, unas leyendas vivas en Carabanchel. Bueno, todavía no lo son, pero lo van a ser y lo saben. Muchos querrían tener el valor y la temeridad suficiente para hacer lo que ellos han hecho: una declaración de principios incomparable.

Cruzan la Casa de Campo, cruzan todo Aluche, se toman unas copas, comentan alegremente su historia pero nadie les cree. Los camareros de la zona están hartos ya de historias absurdas como la suya. Acaban la noche en el Gruta, donde el pincha discos les niega una copla de M-Clan, «al menos una», por considerarlos poco apropiados para el lugar. Los tiempos están cambiando, pero ellos no. No temen que la policía identifique la matrícula del coche, no temen a su madre, ellos nunca estuvieron allí. Antes de emprender su corto pero intenso viaje Maxi había pasado por la comisaría de Carabanchel Bajo y había denunciado la desaparición del coche de su madre. Tal vez les cogieran o tal vez no, pero ellos sentían que el poder y la irrealidad de la vida del rocanrol les protegían.
La web de M-Clan es http://www.m-clan.ws/
El mejor foro español del grupo: http://m-clan.mforos.com/
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2 thoughts on “– M-Clan (2000) Auditorio El Torreón. Pozuelo de Alarcón (Madrid)

  1. historia bien narrada, aunque mas bien el prota pudiera ser el mismo Pete Doherty en uno de sus míticos cebollones, y no precisamente motivado por el rock sureño de M.Clan, ¡un poco surrealista!

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