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Igor Paskual y Álvaro Suite: dos escuderos y un destino cruzado

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Igor Paskual y Álvaro Suite han hecho dos de los discos que más estoy escuchando en el último par de meses. Dos trabajos de autor que escribe, compone, toca e interpreta. Dos obras con las que ambos se reivindican a sí mismos ante sí mismos como creadores, como líderes. No es momento de ser escudero de nadie.

No esta vez, no por ahora. Aunque por un lado lleve Igor Paskual desde 2002 guardando a Loquillo las espaldas -labor no apta para cualquiera dada su anchura-, y por otro acumule Álvaro Suite ya doce años al lado de Enrique Bunbury. Hay muchos galones en este párrafo, mucha jerarquía. Me brota puto rock de los dedos al escribir.

Y la cosa es que por un lado tenemos ‘La pasión según Igor Paskual’ y por otro ‘La Xana’. Dos discos solistas de los guitarristas de dos mastodontes del rock español. Dos discos que han coincidido en el tiempo y que les han llevado a ambos de sala en sala cruzándose por carreteras secundarias sin llegar a coincidir.

Igor Paskual y Álvaro Suite son dos escuderos y un destino cruzado… o quizás sería mejor decir paralelo, pero no me resisto a la mística rockera del cruce de caminos donde Robert Johnson vendió su alma al diablo. Aquí todos la vendimos en algún momento en mayor o menor medida, a cambio de más o menos mandanga. 

El de Igor aúna rock, punk y glam en temás tan despelotantes y sobresalientes como ‘Dios es colombiano’. Mucho ha llovido desde los años de Babylon Chat -grupo que conocí en mis años en Los+Mejores, www.losmejoresrock.com-, pero aquel espíritu sigue aquí multiplicado por x.

Es un álbum rotundo de lirismo descontrolado con un torrente de frases para tatuarse y con sexo ardiente en ‘Nuestra señora de la consolación – Hazlo tú’, punkarreo del bueno en ‘Ratas’ o la paz surfera de ‘Nuevo bautismo’. Desenfrenado como la verborrea de su autor, es un borbotón de sangre y semen: vida.



El de Álvaro tiene un punto más intimista y menos rabioso, pero conecta con el de Igor con el vaso comunicante glam que es ‘Como la espuma’. Este himno vigorizante podría ser de cualquiera de los dos, pero quiso la providencia que cayera de este lado.

DISTANCIA KILOMÉTRICA ENTRE AMBOS

Por cierto, que me acabo de dar cuenta de otra curiosa coincidencia entre ambos: Igor nació en San Sebastián pero es asturiano y Álvaro nació en Huelva pero es sevillano. Debe ser que el rock te hace ser de donde te salga de los huevos y a mí me parece que así es.

Pero volvamos al surco: el disco de Álvaro quizás sea más elegantón y toque las fibras de otra manera, más por la vía de la sensibilidad. Ahí está, de hecho, ‘Toda esa belleza’ con Coque Malla, que inevitablemente yo emparento con ‘Me dejó marchar’ de Coque con Iván Ferreiro. Ese tipo de composición que, en estos tiempos de estúpido ruido constante, emerge reclamando nuestro silencio. Una canción que exige respeto. Ese es el punto que siento al escuchar ‘La Xana’.



¿Y sabéis lo más guay? Pues que en las últimas semanas entrevisté tanto a Igor como a Álvaro y este viernes he caído en la cuenta de que les pregunté al uno por el otro y al otro por el uno, y que eso quedó fuera de la entrevista final en Europa Press sencillamente porque no cabía en el editor de noticias. Tenemos un límite, claro, para evitar casos como esta: con los dos llegué al cien por cien y, como podría haber seguido pero no pude, pues sigo ahora en la cara-b.

«Joder, ¡qué encanto de tío!», medio grita Igor saltando sobre la silla al hablarle de Álvaro y contarle mi idea peregrina de juntar a ambos en alguna estación de servicio abandonada en una carretera secundaria. En un cruce de caminos hacia ninguna parte. Eso no ocurrió, las entrevistas fueron en días diferentes, pero podéis situarlo así en vuestra cabeza si aún sois capaces de imaginar algo en estos tiempos en los que todos necesitamos meter el dedido en la llaga para reconocer a Jesucristo (las declaraciones de ambos son reales y las tengo grabadas). «¡Hostia qué guay cruzarnos!», aúlla Álvaro.

Y añade: «Me siento muy identificado con Igor y le respeto enormemente porque es un guitarrazo de mucho cuidado, un artistazo. Me siento identificado con él porque él también viene de su propia banda, no indie como tal, pero de banda desconocida a la que le rescata un artista grande. Compartimos un poco de historia. Y físicamente no es que nos parezcamos, pero nos va el glam, la chulería, nos gusta ser guapos y beber un vino caro con un clavel».

Asiente Igor y, con mirada intensa y media sonrisa, lanza: «Además, el tiene también glam a dolor, aunque tiene ese punto de medio crooner. Un poco como glam adulto, jaja. ¡Hostia Alvarito, qué bueno! Muy pocas veces la gente… tanto Álvaro como yo venimos de dos bandas underground. Yo conocía a Suite, que lo saco Heart & Gold. Él antes de ser guitarrista de ya tenía su banda, peleando como tal. Y Enrique le descubre tocando con su banda».

Uno sube desde el sur del otro y el otro baja desde el norte del otro. Da igual quien sea quien porque hay cierto mimetismo. Pero es Igor quien sigue hablando: «El pasado queda muy enterrado y se nos olvida, pero este pavo llevaba pateando salas… y ahora saca su disco. No es fácil, porque estos se pasan la vida en Latinoamérica y Álvaro también tiene críos. ¿Y llegas a casa de gira y dices ‘cariño me voy a grabar y este año que tengo libre voy a hacer mi gira?’ Pero llegó su momento y coincidimos».

Puede que no haya en el mundo ningún Álvaro que entienda mejor lo que plantea Igor. Por eso, es ahora Álvaro quien completa: «Estamos más o menos en la misma situación. Tanto él como yo, cuando dejamos en stand by el trabajo con Loquillo y con Enrique, luego retomamos y nos viene bien a todos. Sería contraproducente que cada vez que paramos yo no creara ni tocara, porque volveríamos al punto de partida. Así todos avanzamos hacia delante y le sigo dando músculo a la creatividad. Lo mismo le pasa a Igor, que cuando el Loco dice ‘señores salimos’ él llega con la escopeta cargada».

Se acaba el tiempo de este encuentro, pues incluso siendo imaginario está destinado a ser fugaz. No hay otra máxima hoy en día. «Álvaro mola un montón y el disco me ha gustado mucho, está muy bien producido», sentencia Igor, quien termina buscando la diferencia entre ambos: «Él es muy buen guitarrista, es más guitarra que yo. Yo me considero más escritor, más lírico quizás, pero él como instrumentista me parece que es un pedazo de guitarrista. ¡Es muy bueno y es de puta madre!»



Para cuando el aire se lleva esta última sentencia ya no hay nadie en la gasolinera. Ya no hay gasolinera. Solo quedan (¡solo!) las canciones flotando a nuestro alrededor. A veces siento que las canciones son como esas escenas de las pelis con rayos láser entrelazados que hay que sortear sin que te toquen para, no sé, robar la púa mágica del museo del rock n’ roll -qué emblemáticos Tenacious D, coño- O sea, que están ahí, a nuestro alrededor, pero solo las vemos cuando sin querer las tocamos.

Igual si cerráis los ojos y os concentráis muchísimo, encontráis ante vosotros centelleando las canciones de Igor y de Álvaro. Igual es más fácil si sencillamente las buscáis en Spotify, eso también puede ser. En cualquier caso, sea como fuere, os deseo que deis con ellas y en ellas encontréis refugio. Para eso fueron lanzadas al viento.



Acabemos con las dos entrevistas originales a Igor Paskual y Álvaro Suite en Europa Press. Uno más Beatle, el otro más Rolling Stone, por cierto y por decirlo así:

Álvaro Suite: «Más que romántico, escuchar vinilos es una experiencia sensorial»

Igor Paskual: «Sin cocaína ni cafeína la sociedad capitalista se vendría abajo»

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