franz ferdinand madrid

Franz Ferdinand (2022) WiZink Center. Madrid

Crónicas
El festival de Franz Ferdinand será eterno o no será

Recordaba anoche entrando al Palacio de los Deportes de Madrid la anterior vez que nos reunimos allí para ver a Franz Ferdinand allá por 2009. Con aforo completo de 15.000 asistentes en aquella ocasión, el triple de 2022, en un concierto solo con la pista abierta y con las gradas tapadas. Da tiempo a mucho en trece años, a ganar muchas cosas y a perder otras, como por ejemplo a 10.000 personas que a saber donde demonios estarán ahora.

Franz Ferdinand tocando ‘The dark of the matinée’ un miercolés y tú por ahí a saber haciendo qué. También es verdad, todo hay que decirlo, que la banda escocesa pasa en esta visita otoñal por Barcelona y Bilbao, y que ya tocó en verano en tres festivales (en Mallorca, A Coruña y Málaga). Muchas oportunidades han tenido sus seguidores de verles aquí y allá, y la demanda parece en este momento razonablemente satisfecha.

Tanta presencia festivalera también incide en la capacidad para vender entradas por su cuenta de un grupo que vive principalmente de unas canciones que ya recuerdan a épocas cada vez más lejanas. Unos festivales que, por cierto, parecen haberse convertido en el hábitat natural de Franz Ferdinand, que no ofrece música nueva verdaderamente relevante desde hace una década y que ha sufrido en los últimos años una profunda reforma en su formación.

Todas las fotos son de Ricardo Rubio

Porque de la ardiente alineación original como cuarteto ya solo quedan el caristmático Alex Kapranos y el bajista Bob Hardy, acompañados ahora por otros tres músicos para conformar un quinteto que, eh, las cosas como son, sabe cómo montar una buena fiesta. Eso es lo que importa al final, haya más o menos público, teniendo en cuenta, asimismo, que vender 5.000 entradas en Madrid no es poca cosa y es, a su vez, el sueño húmedo de millones de bandas que jamás llegarán ni a acercarse a esa cantidad.

‘The dark of the matinée’, decíamos, primera canción de una velada que empezó con la quinta marcha metida y a tope de revoluciones, que cogería rápidamente velocidad de autovía con ‘No you girls’, ‘Curious’, ‘Walk away’ y ‘Right action’. Cinco canciones en poco más de un cuerto de hora, pim pum pam. La bailable ‘Billy goodbye’ da paso al despelote de ‘Do you want to’, que parte la noche en dos con el público, mayoritariamente cuarentón, bailando con determinación y coreando con obstinación.

‘Glimpse of love’, ‘Evil eye’ y lo mejor de lo más cercano en el tiempo, ese notable ‘Always ascending’ que se esfuerza en encontrar nuevos sonidos. ‘Love illumination’ y ‘The fallen’ mantienen el pulso antes del gran momento de ‘Take me out’. Ahora que la popularidad de las canciones se mide en el número de teléfonos alzados, queda claro que ‘Take me out’ es un clásico. Lo sabe el grupo, lo sabe Kapranos, que por eso mantiene el riff inicial durante cerca de un minuto como esperando hasta que ve el suficiente número de teléfonos grabándole antes de soltar el pie del freno y dejar que nos reflejemos a través de la música en aquellos que éramos.

Madrid es un animal criminal que aniquila por cantar un buen lololó. Hay quien opina que no hay verdad en esa predisposición, pero yo veo ahí esencia de ciudad. Y aquí nos arenga Alex Kapranos: «I say, don’t you know? You say you don’t know. I say: take me out». Coro colectivo, disfrute generalizado. Por supuesto que Franz Ferdinand siguen siendo divertidísimos en directo, estupendamente solventes, y con repertorio de éxitos que asegura un buen rato de evasión y enajenación. Cada cual al nivel que busque y encuentre.

Muy bien recibidas ‘Ulysses‘ y ‘Outsiders’ que, con una hora de show, dan paso a un bis encabezado por ‘Lucid dreams’ y seguido por otro buen pelotazo: ‘Michael’. ‘This fire’ enciende la traca final que desata un fuego fuera de control a punto de arrasar el lugar. No es un lema disparatado para cantar mientras el maestro de ceremonias se empeña en arrodillarnos y acto seguido levantarnos. Ese tipo de energía que se crea, se eleva y no se destruye, sino que te transforma.

La velada se acaba en apenas ochenta minutos, duración de concierto festivalero. Aunque nadie parece echar de menos nada más, todo el mundo sonríe satisfecho cuando se encienden las luces porque, en realidad, ha recibido exactamente lo que esperaba. Bien eso. Pero los escoceses corren cierto riesgo de quedarse en grupo nostálgico para festivales si no se reactivan discográficamente con acierto más pronto que tarde. Mientras tanto, en cualquier caso, siguen adelante con una consigna clara: el festival de Franz Ferdinand será eterno o no será. Lo cual, dicho todo con sinceridad, tampoco suena nada mal.

SIGUE A MERCADEO POP EN

Comparte
Tagged

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *