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El verano que vivimos peligrosamente

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Nadie va a más conciertos que Rafael Mozún. Es imposible. Me tiene loco publicando sus crónicas de Noches del Botánico que ya ni recuerdo que hemos ido (miento). Pero da igual porque, tachán tachán: este es el verano que vivimos peligrosamente. Porque ir a conciertos agota. Toda la vida que te da te la quita. Y de eso os quiero hablar.

Todo comenzó hace mucho mucho tiempo. Y bla bla bla. Pero llegamos a junio de 2022 y es ahi cuando pierdo la cabeza. Decidí perder el norte, dejar atrás pareja e hijos y adentrarme en la noche. El meollo de esta decisión a lo Jeff Buckley en el río comienza en el momento que acaban los colegios y yo me veo medio free for all, que cantaba Ted Nugent. Pero viene de antes.

Por acotar, yo diría que esta temporada alta de debacle humana comenzó el 29 de mayo con la enésima Champions del Real Madrid y Los Zigarros en Aluche. Y el 1 de junio los Rolling Stones en el Wanda Metropolitano. Que vaya tela de combo. Luego Robe en Madrid Escena el 11 de junio. Pero es que todo eso entra dentro de lo normal para cualquiera. Conciertos más o menos esparcidos.

Porque para nosotros un concierto es como subir el Tourmalet. Lo damos todo. ¿Hay otra maldita manera? Para no desfondarnos ni subimos, qué coñazo. La cosa es que llega un momento en el que contemplas tu calendario y solo ves penurias. Es divertido, mucho, pero duele. Mogollón. Porque hay que también escribirlo y exprimirse la cabeza. Y, para mí, el verano empezó el 22 de junio con Simple Minds: Jim Kerr vive, la lucha sigue (y Palo donando médula y yo escapándome con nocturnidad).

El 23 de junio Arde Bogotá. El 24 lo de Vetusta Morla en el Wanda. El 26 de junio Tom Jones. El 27 Wilco. Os aseguro que sería divertidísimo si uno fuera un ser contemplativo, la encarnación del hedonismo. Si me dieran masajes como a los futbolistas y muchos cariñitos a la mañana siguiente. Nada de eso ocurre. Todo es fuerza de voluntad para acudir al trabajo (que no es este) y determinación para sobrevivir. Qué grandes noches y recuerdos me llevo. Los amaneceres me gustan menos que las madrugadas.

Parece, de verdad, lo juro, que fue antes de la pandemia cuando vimos a Calamaro el 28 de junio en el WiZink. Me encantó. Me encanta. Qué fantasía de pavo. El jueves 30 nos fuimos al Río Babel a por Dani Martín: no a pegarle esta vez, pues nos gustó un montón. El caso es que estoy releyéndome muy por encima en este momento y me doy cuenta de que me lo paso como un niño chico. Lo intento tanto. Sin parar. No voy a volver a tener 43 nunca más.

El 3 domingo 3 de julio fuimos a los Kiss con Bruno disfrazado de Gene Simmons. Desde aquí os doy a todos las gracias por ser tan simpáticos con un niño de cuatro años que lo recuerda sin parar. Somos lo más todos juntos por el rock. Os he observado mucho este último mes y me doy cuenta de ello. Os he vivido de diferentes maneras y visto desde distintas perspectivas. Contra todo pronóstico, me gustáis. Se nos da bien pasarlo bien. Es importante que no se nos olvide. Entre medias de todo esto, Jorge Arenillas que si Fito y que si Queen y yo venga a editar (os recuerdo que no es mi trabajo real y que en casa hay críos).

Y entonces vamos al Mad Cool. Por las mañanas aparcando en la Renfe de Valdebebas temprano para que luego por la noche tengamos el coche cerca, que vamos con niños. Me caísteis bien hasta en el Mad Cool, que ya es decir, con la cantidad de payas@s que vais: algunos me caéis realmente mal, pero tampoco os conozco, solo sé que os hacéis fotos en la noria esa y que sois absurdos. Pero no me lo tengáis en cuenta, soy un señoro.

Qué guay fue ver a Metallica anocheciendo, empezando de día. Mucho. Brandon Flowers sigue siendo el puto amo, pero de largo. Matthew Bellamy es como Atila, ya no crece la hierba (jajaja) en Valdebebas. Florence es toda una inspiración que esparce amor. Uno de los bolos del festival lo dio Jack White cuando ya habían encendido las luces de la discoteca y solo quedábamos las rémoras. Qué largo se me hizo. Otro día más en la oficina: si Ricardo Rubio hablara (es el mejor).

Después del Mad Cool juré que me retiraba. Pero miento sin parar. Me gusta tanto lo que hago. Me prometí que me retiraba porque las segundas quincenas están aquí conmigo Nico y Clara Gallardo. Pero me fui a ver a Bryan Adams a Illescas (tardé menos que a Valdebebas) porque eso es innegociable. Desde casa me escribían con otro teléfono y me decían ‘pero un concierto en un campo de fútbol es muy raro, papá’. No se enteran de nada, y mira que se lo explico en demasía (y me arrojan cosas conduciendo por brasas).

Tampoco yo me entero una mierda de nada. Aparento no hacerlo igual que digo que sufro viviendo de concierto en concierto. Todo es tan mentira como real si tú quieres que así lo sea. La fantasía de la música en directo. El año que vivimos peligrosamente (peliculón) y vivimos para contarlo.

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