Crónica del concierto de Shinova en La Riviera de Madrid el 23 de noviembre de 2024

El presente de Shinova es un sábado persistente en tu cabeza

Crónicas

Era un sábado. De aquel año tan puto como cualquier otro. 23 de noviembre de 2024. Juanjo, abuelo en potencia pero oficialmente ‘solo’ tío, puso a Bruno sobre sus hombros. Y ya fue un sábado en serio. Estábamos viendo a Shinova. No sabes lo guapa que estabas. Qué coño vas a saber. Todos estábamos tan guapos. De eso se trata: de quemar fotografías para hacer los recuerdos eternos y vivir en ellos.

Mientras 2.000 personas cantaban y cantaban y venga a cantar, Lucía, que a su vez es mi sobrina, raptó a Bruno (que se llama así por la conjunción mágica en mi cabeza de Bruce y Bono) y se lo llevó de paseo por los camerinos. Siete años tiene y es tan legal que solo robó una chocolatina de Huesitos. Menos mal que ella es tan lumpen como yo y me traficó un poquito de chocolate blanco. Sonaba, os lo he dicho, Shinova y estábamos en la extensión del salón de casa que es La Riviera. Una noche en familia para nosotros es esto.

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Fotos de GLORIA NM.
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Era un sábado. De aquel año tan puto como cualquier otro pero no tanto. No tanto. Shinova presenta un disco notable, ‘El presente’. Notable alto, seguramente. Y yo pienso, opino, constato, que el presente de Shinova es un sábado persistente. En mi cabeza y en la tuya. Da igual cuantas veces, siempre abruma tanta gente cantando junta. Podrían delinquir juntos, un crimen organizado de cojones. Pero no. Resulta que cantan a la vez. ‘Alas’. Cantan ‘Alas’. Y luego ‘Gloria’ y ‘Lobos’. Un inicio potente que nos recuerda la filiación rockera de Shinova, que en mi opinión debiera notarse más, porque ellos vienen de eso, de sonidos más duros. Y cuando se ponen rockosos sacan lo mejor de sí mismos como banda con pegada. Aprieta, dale chicharra, rompe el suelo acelerando.

El sonido es consistente. Gabriel es la segunda voz arenosa que me meto entre pecho y espalda esta semana después de Bryan Adams y eso me hace asentir. Me place. Se lo monta muy bien. Conecta vocal y corporeamente. Puedes ir a un concierto o puede que el concierto vaya a ti si, acaso, tienes la fortuna de experimentar un total encontronazo. Un atropello en condiciones. Como a Bono en el vídeo de ‘Stuck in a moment’, a mí me han atropellado tropecientas veces un porrón de canciones, en no pocas ocasiones aquí, en este mismo lugar. En la barra de la derecha de La Riviera. Esa esquinita es un poco mía. Quizás sea un buen lugar para que pisoteeis mis cenizas danzando. ‘Para cambiar el mundo’. ‘Movimiento’.

‘No cambiaría nada’ me contradice porque resulta que esta otra faceta más pausada, tan melódica, un tanto baladística y melosa también la clavan. ‘Mirlo blanco’. ‘Nuestra postal’. Bueno, ‘Berlín’, que es un temarraco importante. A estas alturas ya el personal ha perdido los papeles de manera importante, algo que siempre es inspirador contemplar. Tres rivieras, que se dice pronto. ¿Os acordáis cuando llenar La Riviera era un exitazo de la hostia? No sé en qué punto estamos en esto, pero es que llenar tres es antológico y hay que darle la importancia que tiene. Pero no se la damos tanto porque es como que ya, vale. Pues en un año estarán Shinova en el WiZink y casi me impresiona menos que tres rivieras ‘in a row’. Hay que darle la putísima importancia que tiene a este hito.

El presente como sábado persistente. El sábado noche es perfecto para pelearse, cantaba Elton John mucho antes del peluquín. Bon Jovi quiere vivir en un sábado noche perpetuo. Y yo, no te jode. Pero esta noche es que lo estoy viviendo. Tanto. Tanto. Estoy palpitando mientras suenan ‘Los días que vendrán’ o ‘Si no es contigo’. ¿Cómo agarrar este momento? ¿Cómo habitar aquí para siempre en este presente? Gabi lo intenta apresar cantando entre la gente, pero no puede ser. Es imposible y es gozosamente dramático por ello. Nos ingresarían en la unidad de demencia como a Juan Gallardo si viviéramos en un sábado constante.

Quiero pensar que él vive en eso. Él que cantaba copla por la terraza cuando el aperitivo se le alargaba. Seguro que está allí. Cuando yo esté aún más demente de lo que estoy hoy y tenga 93 años como mi padre, habitaré en sábados como este en los que estuvimos todos a la vez vivos. Cuando Bruno (y Nico y Clara) vayan a verme a la residencia como hago yo todos los domingos puntualmente, viviré en noches de sábado como esta en las que todos cantamos a la vez y estábamos tan guapos. Íbamos esta mañana tan pichis la Trini y yo escuchando Shinova a la ORPEA de Villanueva de la Cañada. ¿Estos son los de anoche? Sí, mamá. Porque anoche, qué cruel es ella, fue ayer. Ya es pasado.

Me hace gracia ‘Te debo una canción’ porque a partir de ahora el que está en deuda soy yo por esa chocolatina. Es gracioso y mira que son poco graciosos los domingos. Esa nostalgia dominical pertinaz. Pero, bueno, haciendo ese juego de palabras, mantenemos ‘La sonrisa intacta’. Que no es lo mismo que congelada. Intacta. Porque después del puto domingo de los cojones viene el lunes del averno, pero luego el martes, después el miércoles, con suerte el jueves y ya estamos ahí, ya está. El rubicón semanal. Sonando canciones todo el maldito rato para sobrevivir, aspirando alcanzar otro sábado como culminación. Shinova te maquean, te ponen las alas y te empujan palante: venga, coño, que somos de Bilbao. Solo déjate. Fue un bolazo y así se lo he dicho a Juan. Ha asentido y se ha reído. No tiene sentido, pero comprende perfectamente lo que le digo.

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