Crónica del concierto de Elton John en el WiZink Center de Madrid en junio de 2019

Elton John (2019) WiZink Center. Madrid

Crónicas
ELTON JOHN EN MADRID. FOTO: PABLO NICENBOIM

Elton John en Madrid: No disparen al pianista, que dice que se pira

Elton John (Reginald Kenneth Dwight, Pinner, Inglaterra, 1947) dice que se va. Que ya ha tenido suficiente con medio siglo de carrera y, a los 72 años, quiere dedicarse a la vida familiar y contemplativa. Un buen plan y una decisión que toma cuando todavía es capaz de clavarse cerca de tres horas de concierto y tener a 12.000 personas comiendo de su piano.

Eso fue lo que pasó en la noche de este miércoles 26 de junio en el WiZink Center de Madrid, abarrotado hasta la bandera -el aforo es menor al haber sillas en la pista- en una emocionante y bastante rockera ceremonia colectiva en la que el británico repasó medio siglo de himnos de la cultura popular de nuestro tiempo. Una velada de despedida que por imperativo debiera ser triste, melancólica, nostálgica, pero que en lugar de eso tiene júbilo, euforia y festejo. Porque él es así.

Y bueno, hay que decir que en realidad Elton recordó los años setenta del siglo pasado, pues de aquella década fueron todos los temas interpretados salvo tres o cuatro excepciones -siendo Believe, de 1995, el más reciente-. No en vano, aquel fue su período más prolífico e inspirado, en el que parió sus más recordadas composiciones -siempre con el poeta y letrista Bernie Taupin como fiel escudero, mención requerida-.

Infalible, en cualquier caso, en la única parada española de este ‘Farewell Yellow Brick Road World Tour’ con el que el caballero del Imperio Británico dice adiós a los escenarios de todo el mundo -mientras su biopic hace caja en los cines, jugada maestra-, que comenzó en septiembre de 2018 en Estados Unidos y tiene por delante aún otro centenar de fechas hasta diciembre de 2020. En el ecuador ha sido turno para Madrid, pues.

Todo está pensado para el disfrute del gentío. Empezando por el escenario multicolor y original, con un pantallón que intercala imágenes de los músicos con otras para ilustrar las historias cantadas. Y acabando por las canciones, pasando por una banda enérgica que básicamente se sale y lleva la velada a un punto inesperadamente desatado y rockero.

El repertorio de la velada es el habitual, arrancando con ‘Bennie and the Jets’, ovación en pie y el maestro de ceremonias aporreando el piano (con dedos para nada de pianista), cantando bien (un poco gritón, como es costumbre, pero es que sigue pudiendo) y levantándose reiteradamente para reclamar más y más aplausos. Y la banda bien limpia y poderosa en ‘I guess that’s way they call it the blues’ y todo lo que viene después.

ELTON JOHN EN MADRID. FOTO: PABLO NICENBOIM


Vitoreados fueron clásicos tan reconocibles como ‘Tiny dancer’ -con toda su grandilocuencia rock californiana y el ya clásico océano de teléfonos móviles encendidos-‘, ‘Rocket man’ -momentazo destacado con eclosión galáctica final-, y los baladones ‘Sorry seems to be the hardest word’ y ‘Someone saved my life tonight’. Para entonces, el público ya ha aprendido la dinámica de levantarse y aullar entre canción y canción, en un curioso ritual que va progresivamente a más. No importa que Elton siempre haga lo mismo, que se levante igual con la boca abierta y agitando los brazos. No importa cuantas veces lo haga, el público responde siempre con vehemencia exponencial.

Con ‘Levon’ aprietan el acelerador en una especie de jam session en la que se lucen todos, con el guitarrista John Jorgenson -pedazo de héroe- marcándose un solo hard rock con una guitarra de doble mástil en la mejor tradición del género. Y Ray Cooper -con Elton desde 1971- dirige desde la percusión una especie de batucada explosiva de purito júbilo con todo el pabellón bailando en pie.

De un extremo a otro con la congoja solo al piano de ‘Candle in the wind’, con imágenes en las pantallas de Marilyn Monroe, a quien originalmente estaba dedicada allá por 1973 -en 1997 sería adaptada para Lady Di tras su muerte-. Y se concatenan los diez minutos de ‘Funeral for a friend/Love lies bleeding’ con un ímpetu evidiablemente ajeno a la edad y el batería Nigel Olsson -con Elton desde su disco de debut en 1969- marcando el ritmo con elegancia y con guantes como un chaval.

ELTON JOHN EN MADRID. FOTO: ISABELLE SCHNIEPER

‘Daniel’ -de su álbum de 1973 ‘Don’t shoot me, I’m only the piano player’-, ‘Believe’, ‘Sad songs’ y ‘Don’t let the sun go down on me’ -con gritos de «Elton Elton» acompañados al piano y sucesión de agradecimientos al público español y a los músicos- conducen decididamente al tramo aún más vivaracho con ‘The bitch is back’ -y el público ya pasando de los asientos, empotrado contra el escenario-, el hit ochentero bailón ‘I’m still standing’ -que suena tremendo esta noche- y la desafiante a la par que festiva ‘Saturday night’s alright for fighting’, que pone al gentío bien arriba y con ganas de mucho más glam. Y de más pelea a guitarrazos y de mucho más confeti.

Con más de 300 millones de discos vendidos, éxitos son precisamente lo que le sobra a Elton John, quien tras más de dos horas y media de recital -compensando baladas con pasajes de rock para un público variopinto pero entrado en años- dejó para los bises la celebérrima y reverencialmente disfrutada ‘Your song’, su primer gran éxito de 1970, casi ya punto final. Cantada con un batín inenarrable marca de la casa, por cierto.

Como es natural, la voz y el piano del músico inglés han sido los protagonistas principales del concierto, aunque arropados por su tremendamente solvente y conocida banda de seis músicos -John Jorgenson, Ray Cooper, Kim Bullard, John Mahon, Matt Bissonette y Nigel Olsson; bajo, guitarra, batería y dos percusionistas- que sabe perfectamente cuando subir o bajar una marcha según corresponda.


Aunque huelga decir que por lo general gustan de llevar el motor alegremente revolucionado, como en la mencionada ‘Saturday night’s’, que suena aún más rápida que en su grabación original. Algo nada habitual según van pasando los años, pues todos los artistas optan por bajar los tonos y los tempos -pones al actual Jon Bon Jovi a cantar esto y se desmaya a la mitad al quedarse sin aire-. Pero estos chavales están desatados y enfilan el final como un tren sin frenos.

Para rematar la faena, despedida definitiva con ‘Goodbye yellow brick road’, canción que da título a su exitoso séptimo álbum, editado en 1973, del que suenan hasta seis cortes y considerado por muchos como su obra cumbre, de la que llegó a vender más de treinta millones de copias. Desenlace lógico, pues da título también a este adiós escalonado por todo el mundo en el que con cada actuación Elton propone un viaje hasta aquellos locos setenta ya tan lejanos, pero cada noche de esta gira pertinentemente recordados. Un mundo que ya no es, pero que pareciera que sí cada noche que Elton se sienta al piano.

Icono, activista contra el sida y celebridad de nuestro tiempo, puede que diga adiós a la que ha sido su vida noche tras noche a sus 72 años, pero la colección de canciones que nos deja le mantendran siempre ahí. Su obra le sobrevivirá a él y a todos nosotros. Como si el tiempo no pasara. De ahí justo surge la euforia que se impone a la nostalgia y hace que el público salte, cante y aplauda como si no hubiera mañana. Porque en realidad no lo hay, de hecho, pues nadie lo tiene asegurado.

Imitando la escena final de ‘El show de Truman’ (1998), se abre una puerta negra en el cielo azul de la gran pantalla y Reginald la cruza despidiéndose. Abandona así la irrealidad del escenario para recuperar su propia vida. Pero al igual que le pasa a Jim Carrey en la peli, le cuesta tomar la decisión. No quiere pirarse en realidad. Le da pavor y por eso se marca conciertos de tres horas en una gira de tres años. El pianista dice que se pira, pero siempre termina regresando para sentarse ante las teclas.

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