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Cala Vento en Madrid: siempre hay otra forma de hacer (bien) las cosas

Crónicas

Lo de Cala Vento en la noche del 1 de diciembre de 2023 en Madrid nos deja una enseñanza: siempre hay otra forma de de hacer (bien) las cosas. Las puedes hacer peor, las puedes hacer fatal y también puedes convocar a todas las fuerzas oscuras del fin del mundo. Hacerlo bien o hacerlo mal. Cala Vento lo hacen bien por muy diferentes motivos. Para empezar porque sencillamente molan. Sin rodeos: molan. Pues ya estaría. Fácil. Y encima dicen cosas, tienen discurso y un mensaje importante de reivindicación de un mundo diferente y, en última instancia, mejor. Qué bien que no prediquen en el desierto: aquí estamos. (Por cierto, la foto que ilustra esta crónica es de Alfredo Rodríguez).

Repion y Biela

Otro motivo por el que Cala Vento molan, va. Convocar a Repion y Biela como bandas invitadas. Un gesto que puede parecer menor pero que en realidad lo resume todo. Empatía, colectividad, casi diria que lucha de clases. Porque sí. Porque las palabras son feas o bonitas pero se borran mucho más rápido que los actos. Elegir tus teloneros con mimo y exquisited solo produce un mundo mejor. Repion, muy a lo Dover, melodías bonitas y guitarras contundentes con voz femenina. Biela, también trío, más power pop, ramalazo ramoniano, mucho ritmo. Dos bandas a seguir muy de cerca porque lo merecen y que cierran la boca a los que dicen eso de que ya no hay bandas como las de antes. Como las meigas, haberlas, haylas.

Un mensaje de introducción animando a todo el mundo a pasarlo bien respetando y salen Cala Vento. Dúo a batería y guitarra. A trompazos y latigazos. Tambores y truenos. Aleix y Joan. En su vigesimosegunda actuación en Madrid (dicho por ellos) consiguieron convocar a 2023 personas (dicho por ellos) en La Riviera. Eso es poco menos que una consagración. Le pegan duro, rascan profundo. Arrancan con ‘Más que satisfechos’ y ya se monta el primer pogo. Pogazo. Mucho cántico. La gente canta mucho. La conexión es importante desde el minuto cero.

Florecen los pogos

‘¿Qué hay del placer?’, ’23 semanas’, ‘Passar pantalla’ que es totalmente Berri Txarrak (por algo cuentan con Gorka en el disco) y cantan en euskera. Rock sencillo y directo interpretado con firmeza. Como una metralleta. Redobles de guerra con cencerro incluido. Relámpagos eléctricos. ‘Gente como tú’ y ‘Un buen año’ son dos jitazos. La cacerola con los macarrones se calienta y se sale la espuma: no la friegues, chúpala. Hervimos. La cacerola es La Riviera y nosotros la espuma: lámenos. No deja de resultar sorprendente que no haga falta nada más, pero no hace falta nada más. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen. Aleix se maneja eficaz, pasa liviano pero sólido por los trastes de la guitarra mientras Joan traquetea sin descanso.

‘No hay manera’ y ‘Casa linda’, que da título al último disco de los catalanes. Y hay una casa linda de cartón al fondo de la sala, en la entrada de los baños, para que cada cual pinte lo que quiera con unos rotus (qué peligro es dar rotus a la gente cuando estamos de celebración, pero qué idea chula igualmente). ‘Ferrari’ y ‘Equilibrio’. Florecen los pogos en los lugares más insospechados, se multiplican delante y detrás, a diestra y siniestra. ‘Isla desierta’ y ‘Teletecho’ (en esta ocasión sin Amaral, oh). ‘Conmigo’ cierra el repertorio y Joan se recorre la sala tumbado sobre el gentío, que le mantiene en alto durante todo el paseo.

Todo bien

Cala Vento triunfaron en Madrid. Sin más. Y son una anomalía alegre porque ellos se lo hacen todo y, sin ayuda de grandes dineros, sin un gran aparato promocional, a su manera ajenos a la dictadura de la industria musical, nos congregaron felizmente en La Riviera. Siempre hay otra forma de hacer (bien) las cosas. Todo está bien hecho. Volvimos a estar vivos en La Riviera tan estupendos. Es La Riviera, eh, lugar importante. Es la extensión de nuestros salones. Al menos del mío. La puta palmera lleva décadas jodiendo pero, ay qué flaqueza, ya nos cae medio bien. Mientras nos vamos, aparecen Aleix y Joan en el puesto de merchandising y se ponen a vender y a firmar ellos mismos. Sus cosas y las de las bandas invitadas. Un detalle sencillo pero no menor y que gusta muchísimo a la hinchada. Fue un viernes fetén.

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