Lugar: La Riviera. Madrid
Fecha: 23 marzo 2018
Asistencia: 1.000 personas
Artistas Invitados:–
No hay lugar para traidores
¿Sabéis la peli esa de Alan Parker? Sí, esa, los Commitments, en la que una banda de soul dublinesa lucha por conseguir el éxito contra viento y marea y, justo al final, cuando esperan que Wilson Pickett acuda a uno de sus conciertos y les descubra, todo se va a la mierda. Wilson llega unos segundos tarde y ya da igual porque todo había acabado.
No sé por qué pero de eso me acuerdo en el concierto de Aurora & The Betrayers, presentando en la noche del pasado viernes en La Riviera madrileña su portentoso tercer disco, Tune out the noise (2018). Supongo que m acuerdo porque van contra viento y marea, siguiendo el camino que les sale de ahí mismo ajenos a modas y a trending topics. Haciendo las cosas por los motivos correctos, sin la más mínima traición a su corazón.
Y porque el talento de la banda es más que notable, comandada por toda la magnética presencia de Aurora García, que aparte de una potente y versátil voz, tiene aura de estrella. Gesticulando, contoneándose con autoridad, marcando el ritmo con encomiable decisión. Haciéndose la jefa del escenario por decreto. Sabiendo que hacen lo que hacen por que quieren, aún sabiendo que «es un puto acantilado», como me dijo días atrás en entrevista previa a esta importante actuación.
Importante porque su local de ensayo está apenas a un kilómetro de La Riviera y eso es jugar en casa. Y eso impone. Importante porque Madrid es siempre plaza relevante y porque se trataba de intentar llenar esta ya legendaria sala a pesar de su condición de grupo underground. No consiguieron esto último, pero al final el ambiente fue bien majo, yendo de menos a más en intensidad.
Porque la propuesta de Aurora & The Betrayers es ambiciosa desde el primer momento, comenzando como si estuviéramos en el San Francisco de los hippies de finales de los sesenta. Teclado y hammond, uno a cada lado del escenario marcando un inicio de rock progresivo e hipnótico con Aurora plantada ante el micrófono llevándose todas las miradas. Engatusando al personal.
En el repertorio, todas las canciones de su reciente álbum, totalmente rock y alejándose del soul de sus predecesores, aunque siempre queda ese poso en algunas canciones en particular. A ratos me vienen a la cabeza Led Zeppelin y Jethro Tull también. Y me acuerdo sobre todo de Jack White en algunos momentos porque creo que algunas si algunas de estas canciones las firmara el estadounidense estaríamos todos flipando mucho más.
Como There will come a time (Hey you!), por ejemplo, con esos bruscos cambios de ritmos con la guitarra absolutamente en llamas y las caderas de Aurora haciendo temblar la noche. Rock vintage pero contemporáneo, en definitiva, para una de las bandas más prometedoras que tenemos por aquí, de esas de largo recorrido que puede que nunca peten a lo bestia pero siempre estarán ahí. Y que cuando toman el escenario te dejan con la boca abierta con canciones como Bloody eyes o Spiders.
Totalmente Joe Cocker suena Don’t waste more time, que en el disco tiene la colaboración de Carlos Tarque de M Clan, Carlos Raya y Julián Maeso. Ninguno apareció en el escenario y ni falta que hace, pues la banda se basta y se sobra para defender su material con contundencia y solvencia. Y con mucha elegancia soul en Holding on, atrayente en el homenaje a Bowie que es Spiders y casi diríase que ye-yé en Tune out the noise.
La noche, lo dicho, va de menos a más. El personal parece un tanto apabullado, quizás esperando más el soul de antaño que estaba avalancha de rock. Pero la cosa fluye y también hay hueco para temas más viejos, claro, como Voodoo, la siempre vibrante Hey hey!, Walk the to the stars, You can come back o Steppin’ to the bad side. Con apoyo de coristas y metales en momentos determinados para subir otro peldaño más, como acontece en Losing my mind, con una docena de músicos dándolo todo en el escenario.
El público termina entregándose a la causa, dejándose ganar. Cierto que costó un poquito y la recepción inicial era algo tibia, pero cuando la banda cogió velocidad y empezó a encadenar un pelotazo tras otro, la cosa se fue de madre. Notable como poco, por aquello de tampoco regalar los sobresalientes para que no se acostumbren y se duerman en los laureles. ¿Llegó a tiempo Wilson Pickett? Yo creo que esta vez sí. Y si no fue así, no sabe lo que se perdió, porque Aurora & The Betrayers le encantarían.