Muchos conciertos. Uno de ellos, este de Guns n Roses en Madrid en 2006

Todos los conciertos en los que casi morimos

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Es que no puedes estar esperando a Axl Rose dos horas. No en 2006. En 1991, 1992 y 1993, podríamos haber echado la vida ahí tirados para tocarte como el dios enajenado que eras. Pero mira, en 2006 no, macho, ya te vale. ¿Qué pasó? Buena pregunta. Pues pasó que los camareros estaban contratados hasta las 23:59 y todavía a esas horitas estaba el cantante de Guns n’ Roses a saber haciendo qué coño (baladí no es esta palabra). ¿Qué pasó? Insistes, como tu velada indiferencia. Pues pasó que asaltamos las barras, nos servimos cientos de litros de cerveza y para cuando salió Axl Rose de verdad, en vivo y en directo, el ambiente era de ira perfectamente absoluta. Eso es lo que le gustaba a este pavo: salir a gritar ante una multitud fuera de sus casillas. Yo no he vivido nada igual, tengo que decir. Así que, sin duda, gracias.

Llevar a la gente al extremo provoca respuestas igualmente extremistas. Así empiezan las guerras, en definitiva. Pues aquella noche con la pachanga de Axl y sus mercenarios no pasó nada peor porque no tenía que pasar. Pero estuvo ahí. Asaltar barras, arrancar sillas y tirarlas hacia el escenario. Ese tipo de ambiente súper educativo del rock. La movida es que ya nadie te genera eso, y es una putada. Porque en la esencia del rock está la rabia. Y no está bien, pero tampoco, si me preguntas, está mal. De hecho, estoy a un punto y seguido de decir que está bien. Está bien. Echando la vista atrás, la de conciertos anodinos que empezaron puntuales y ya no recuerdas. Pues mira, de este recuerdo que tardé tres horas en llegar a casa con Javi. O cuatro. Y era jueves. Pues ahí está. A fuego.

Morir con Slipknot

Sentí miedo real no hace tanto. Mucho, eh. Fue en el Download de La Caja Mágica en 2019. Con Slipknot. Como uno se dedica a esto, a veces tiene la fortuna de que le ponen delante. No es siempre así, por lo general nos tiran ahí al sembrao o al asfalto, hasta el punto de que te preguntas ¿pero tú quieres que hable medio bien de lo que está pasando o quieres que te joda? Esa noche estaba delante y menos mal porque tengo un recuerdo nítido de cuerpos de tipos de cien kilos pasando sobre mi cabeza desde la zona digamos B hasta la zona A. Aupado y trasladados a su vez por tipos de otros cien kilos. Cuanta carne.

Chicha y chicharra. Pero es que la cosa iba a peor todo el rato. Y la valla que separaba ambas zonas no hacía más que ceder. Una de esas que piensas ‘hostia puta y si’. Aún ahí metido me llevé dos buenas hostias en las costillas. Pero es que no paraba. Cuando empezaron a sacar cuerpos medio inertes de las primeras filas detrás de la valla de separación empecé a pensar que quizás, solo quizás, irme dos metros más allá no le iba a importar a nadie. Cuando me giré, la peña se estaba peleando con los puños a mucho dolor. Digamos que era una embajada del metal, territorio neutral. Pero coño, ahí lo normal es la paz, no semejante guerra. Hostias como panes de puta madre. Las que me llevé fueron souvenirs.

Los Rage, macho

Andaba yo en la universidad, convencido de que estudiar Ciencias de la Información me haría un adulto de bien. Así que me aprendí de puta madre el examen de quien sabe qué asignatura. Da igual. La noche del 14 de febrero del 2000 estábamos todos en ‘The battle of Leganés‘. No recuerdo nada igual. Estaba en primera fila y de repente me estaban pegando al fondo de La Cubierta. Y me gustaba. No, no fue así en el Electric Festival de Getafe en 2008 con todo el rollo Guantánamo (me dice Rafa que en las primeras filas vendías speed y pidió que le sacarán con los pies por delante, me dice que ‘People of the Sun’ la escuchó desde la enfermería).

No lo fue, porque hasta la ira se imposta, y cuando presentaban ‘The battle of Los Angeles‘ los Rage todavía lo tenían. Luego ya no tanto. No lo transmitían igual porque no era igual para ellos. Pero entonces sí. Era acudir a pegarte con tus iguales por un ideal que saldría de todas nuestras hostias conjuntas. Suena raro, pero es solo energía. Y sangre y, seguramente, lágrimas y semen. En los fluidos está el dolor, el placer y la vida eterna. De fondo suena Incubus mientras follas o lloras o te pegan en un poliklin.

Pedro Pedreño

Porque hubo varios Festimad que tuvieron su parte hiriente. Iba mucho con Pedro Pedreño, cámara de mi Europa Press hasta que me echaron como una pedazo de mierda y él luego a su vez de Telemadrid que murió asesinado por un kamikaze en la carretera. Es una puta mierda pero por jodido que sea hasta le pega. Qué lástima, mi amigo. Él me ensenó a ir a los de Móstoles a trabajar, pero ya para 2005 en Fuenlabrada dijo que no le molaba. Un jodido visionario. Aquella vez acertó. Fue un terror. Es decir, uno de los días más felices de mi vida. Porque sí que es verdad que de tanto ir conciertos necesitas que se te pongan los elementos en contra para sacarles otro tipo de fuerza. Lógicamente, si acaban bien, joder, claro. Cuando sale mal del todo por algún infortunio no tiene ni literatura ni gracia ninguna.

Festimad 2005

Pero en este caso vamos a intentar ponerle un poquito más de literatura. Porque estamos aquí, echando de menos a los de allí. Festimad 2005, Fuenlabrada. Si os lo tengo que contar es que sois muy jóvenes. Sois de los que hacéis pogos con Niña Polaca y toda esa hornada indie que no es para hacer pogos, por favor. Eso son solo empujones de urba con piscina. Puesto el pie en pared en los poguitos estos, tengo especial agrado en recordar la cara de Amparo y Cristina Llanos contemplando a cámara lenta cómo Vitor se agenciaba una botella de lo que cojones fuera de la zona reservada del Festimad mientras aquel Festimad del que usted me habla ya ardía. Ya era obvio que no íbamos a salir iguales de semejante secarral en llamas.

No está bien que nos hagan esto

Como vino, Nais se fue. Se hizo una foto. Pero se fue. Dijo ‘esto va a estallar’. Y estalló. Después de dos o tres putas horas sin música, con mucho viento y no pocas avalanchas, el personal decidió apedrear los coches de publicidad a ambos lados del escenario. Y Brandon Boyd, con su santo coño moreno, dijo en el camerino: «Yo salgo». Y salió. Le apedreamos. Yo no, joder, yo no. Pero nos salvó la vida. Esa energía se convirtió en vida. Luego salieron los System of a Down y mis gafas de sol volaron. Es mi recuerdo principal porque eran azules y me hacían unos ojos de puta madre. Pero volaron. Acto seguido, a cabezazos. No hemos venido a ser románticos. Hemos venido a pegarnos y vamos cuatro horas tarde. Tenemos tanto que recuperar. Por supuesto, a hostias.

Un pogo con Fermin

«En todos los conciertos donde hay pogos salvajes, siempre cae gente al suelo pero milagrosamente son elevados un extremis por ángeles de la guarda, justo antes de que la marabunta les aplaste. Eso pasa siempre. El otro día en Fermin Muguruza (mi entrevista, mía, más leída del año en infoLibre) en Mérida pasó por lo menos tres veces delante de mí. Los punkis tendrán sus cosas pero son ante todo buenas personas y preocupados por sus congéneres», me cuenta Fer. Y tiene más ganas: «En un concierto de Emir Kusturica en La Riviera, estaba Javier Bardem entre el público. Tenía un mini y se empeñó en rociarnos con él a todo el mundo. Aparte de eso, iba tan pasado de revoluciones que sus bailes y gritos molestaban mucho a la peña. En este caso, lo que peligró fue su vida, no la nuestra, porque la peña estaba muy muy mosqueada con él. Además, como era muy conocido, pues destacaba más. Estaba pasadísimo el colega».

Lo del Mad Cool

Sigue Fer escribiendo en WhatsApp, dice que una más. A mí, en verdad, ya me vale. Solo he venido aquí a decir que los conciertos son lugares de vida y también de muerte. Vuelve Fer, que es mi amigo desde los cuatro años: «El Mad Cool que fui, con RHCP y Prodigy, contigo. La cantidad exagerada de peña que había, recuerda. Yo quise ir a ver a MIA pero desistí, si iba ya no volvía a ver a RHCP (quizá tenía que haberlo hecho viendo luego el concierto malo malo que se marcó el cojo). Tú te fuiste, pero yo me quedé al final, a Prodigy, el último concierto. Casi la misma gente que antes. Pues bien, el concierto guay y todo eso, pero el problema vino cuando acabó y había que irse porque ya cerraban. Miles de personas conducidas a un embudo que era la única salida disponible. Recuerdo a la peña mirando las vallas del perímetro y diciendo que iban a tirarlas abajo para salir, que como hubiera un problema o estampida o algo así, ahí moríamos todos. De verdad que oí esos comentarios , la peña muy preocupada. Una masa de peña enorme de repente reducida a un pasillo estrecho. Momentos de tensión hasta que te veías en la calle».

Tiene razón Fer porque pienso, en mi mitología, que casi morimos cuando no sabíamos lo que era morir. Ahora que ya lo sé, que ya he visto a mi padre muerto y he depositado con mis manos sus cenizas en el Cementerio Sur de Carabanchel, con Clara, Nico y Bruno mirando, es todavía más extrañamente mortal. Es solo, sabes, te acuerdas cuando te lo conté, cuando te lo susurro cada noche, allano moradas, merodeo y estrello coches por ti, mercadeo pop.

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