The Black Keys (2012) Palacio de los Deportes. Madrid

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Como una pedrada a mala hostia

Lugar: Palacio de los Deportes. Madrid
Fecha: 28 noviembre 2012
Asistencia: 15.000 personas
Artistas Invitados: The Maccabees
Precio: Desde 46 euros
Músicos: Dan Auerbach (voz y guitarra), Patrick Carney (baterista), Gus Seyffert (bajista y coros) y John Wood (teclista y coros)

Setlist: Howlin’ for you, Next girl, Run right back, Same old thing, Dead and gone, Gold on the ceiling, Thickfreakness, Girl is on my mind, Your touch, Little black submarine, Money maker, Strange times, Sinister kid, Nova baby, Ten cen pistol, She’s long gone, Tighten up, Lonely boy, Everlasting light, I got mine

Uno se predispone chungamente cuando sus acompanantes le taladran ya en el suburbano con frases como «mira cuanta gafapasta, mira cuanto pintamonas, cuanto postureo repugnante», pero ah jaja, venga hombre, relajarse, esta es una noche de rock y ahí es cuando nos hacemos grandes, envidiables e inmortales tú y yo a ojos de los demás, demás que son los otros, ajenos a nuestra máscara perfecta, tú que me quieres con una intensidad que no se puede cuantificar numéricamente, tú que te interesesas en leerme, tú que supuras música de manera constante. Tú, en definitiva, que vives, te apasionas, que brillas, que lates, que no descansas, que no conoces límite. Tú que tienes la jodida llave negra.

Pero debo ser un acróbata para actuar así y pensar así y decir las cosas que pienso de una manera aparentemente equilibrada. Espero que nadie espere eso de mi porque eso es esperar en vano. Por eso admito aquí y ahora que no me creía, para empezar, que se hubieran agotado realmente las entradas de todo un señor Palacio de los Deportes con 15.000 localidades. Y confieso que opino que demasiada gente se acercó ayer al recinto madrileño sencillamente para poder decir aquello de «yo estuve allí» a sus amigos, enemigos, padres, hermanos, hijos y nietos. ¿Es algo reprochable? En absoluto, no lo creo, ojalá se llenaran los conciertos al menos con personal que está de paso por taquilla.

Más allá de reflexiones vagas que, total, no importan cuando se enchufan los amplis, en verdad tiene que ser la leche ser el grupo de moda en todo el planeta, que todo lo que hagas sea considerado oro alicatadísimo, y pasar de ser una pareja de pringados de manual a ser la referencia definitiva de autenticidad en el planeta rock. Pero por favor, tengamos una cosa clara: este par de dos ya tocaron en Madrid, en la mitiquísima sala Ritmo & Compás, en noviembre de 2004, ante tal vez cincuenta personas. ¿Son quienes allí estuvieron mejores personas que nosotros? Seguramente sí, qué demonios.

En cualquier caso, eh, nadie ha regalado nada a The Black Keys. En ocho años han llegado a su posición actual porque no han parado de trabajar y dar pasos en la dirección correcta, Danger Mouse mediante. Sus dos últimos discos, ‘Brothers’ y ‘El Camino’, son mundialmente aclamados con razón, y suponen la concreción de un estilo tan arenoso como potente, la reconfirmación ya sospechada de que el futuro del rock está en el pasado, en las raíces, en el blues, en el folk, en la contudencia bien entendida, en la sucesión de notas poderosas que te hacen tragar sangre, que te agotan, que te perturban, que te confunden, que tu subyugan. Que te hacen levantar la cabeza un instante y decir, joder, ya vale, dadme un maldito respiro.

Y es que The Black Keys pueden crecer tanto como quieran, pero siempre serán una banda de garaje, con una propuesta musical tan contundente que sólo puede saborearse en plenitud en las distancias cortas, como si te encierran en un ring frente a Mike Tyson. Ese tipo de sensaciones en las que cada nota golpea, duele y te resta energía progresivamente. Picapedreros tiznados del rock, alzados a los altares de esa modernidad que acude a la llamada de la selva para posturear, nunca será igual hostiarse con Tyson que verlo por ‘pay per view’, por mucha high definition catódica que pongas en el asunto.

La banda pone de su parte para llenar el pabellón, aunque tal vez lo justo, pues no parecen amigos de mucho alarde (la bola de discoteca en ‘Everlasting light’ les quedó de maravilla, ciertamente). Sorprende de primeras el despliegue visual, si bien es verdad que son detallitos facilones. En directo son cuatro, pero los dos contratados juegan bien su papel y apenas se dejan ver, siempre en segundísimo plano. Y es más, ciertamente mejora la propuesta cuando se quedan solos en el escenario Dan y Patrick, con un sonido que, aún modelado ligera y convenientemente para las grandes audiencias, sigue manteniendo la suciedad que uno espera de este par de lerdos inadaptados (fotos de Jesús Jiménez).


Después de todo, el público es jugón. Por eso decía aquello de que tanta reflexión, total para qué. La gente ha pagado su entrada y hoy podrá fardar de estar súper en la pomada, pero es que, a ver, realmente estuvo en la pomada y lo disfrutó de lo lindo. Desde ‘Howlin’ for you’ hasta ‘I got mine’, pasando por momentos memorables de coro colectivo en ‘Gold in the ceiling’ o ‘Tighten up’. Pasando por esa pequeña gran obra maestra que es ‘Little black submarine’, que empieza como el ‘Dust in the Wind’ de los Kansas pero termina como Jimmy Page y John Bonham a las siete de la mañana desatados en un after gay.

La actuación se desarrolla como un bofetón en la oreja detrás de otro, con potencia y austeridad bien calculada. Y como estamos entre amigos, admito otra cosa: yo ya no escribo estas cosas en solitario nunca más, pues tengo la fortuna de que mientras ando de concierto seduciendo a algun ser humano, a poder ser femenino aunque no obligatorio, me apuntan en la oreja cosas como que la batería suena que te cagas porque está amplificada de manera sobrenatural. Pero es que, para que no quede duda: suena genial, tienen temazos y en directo se lo montan muy bien. Aunque otra cosa os digo, Black Keys, si os salís del guión previsto tampoco vais a coger la gonorrea, eh, porque improvisación la justita y repertorio casi calcadísimo al resto de la gira.

En estas nos plantamos en la recta final y se desata el delirio del baile del negrata simpático con ‘Lonely boy’, reclamo perfecto para que el personal suelte desde 46 euritos como quien regala hipotecas, sólo que en esta ocasión las consecuencias no pasarán de una bien llevada resaca de jueves. Porque los conciertos nos gustan todos los días de la semana, pero un poquito menos los miércoles, porque la tensión sexual no es la misma, porque la sensación de destructiva violencia no es la misma. Aunque a nosotros, que llevamos constantemente a Black Sabbath en la cabeza, eso nos da igual, puesto que tenemos bien claro que hasta que el cuerpo aguante hay que darle cuanto pueda, ya que al cabo de un rato, total, ahí te quedas.

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8 thoughts on “The Black Keys (2012) Palacio de los Deportes. Madrid

  1. Pues aunque me duela decirlo ya que como grupo de rock poco tengo que descubrir su musica me llenaba, me llena y me llenara (creo), pero su puesta en escena de ayer me parecio flojisilla, nada de conexion con el publico que mas parecia que estaba sentado en un gran salon de 15000 personas poniendo su cd en casa, vamos ni un alargue de cancion ni un riff de guitarra mas de la cuenta, ni nada que no fuera como el cd, vamos que comparto que "improvisacion la justa" y puesta en escena nula, salvo su salida de nuevo al escenario donde nos dejaron clarisimo que dos canciones mas y ya…. ahi sonaron diferentes, ahi nos movieron con la bola de discoteca y ese final guitarrero, igual es mucho un palacio de deportes para estos chicos y debemos de ir a verlos a joy eslava o al moby dick por muy de moda que esten…. espero mejoren

  2. hay muchas mas noches de rock a los que no va ni dios lastima de pais y sobre todo de la cantidad de pintamonas que no conocen sus primeros discos de blues rock desgarrador .viva la puta mtv y la publicidad desgarradora .aun que que cojones estos chicos se lo marecen han sabido agotar entradas a precios prohibitibos para los tiempos que corren mientras hay conciertos como tracer a los que vamos tres y a 12 euros mejor lo vemos .

  3. Etuvo bien, pero tampoco fue para tanto.
    Esperaba más y no llegaron a alcanzar mis espectativas… Unos teloneros que no calentaron el ambiente, unos Black Keys muy correctos, comedidos, que no se implicaron en absoluto con el público… Pero sí, no se puede decir que estuvieran mal pero, en realidad, no fue para tanto.

    El conciertazo de esa semana fue el de los Hives, ahí sí que tienes un ejemplo de lo que es un concierto en toda regla, no interpretar las canciones rápido, una detrás de otra, como si en el Palacio de los Deportes hiciera rasca y se quisieran ir pronto a casa.

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