Low Festival (2014) Ciudad Deportiva Guillermo Amor. Benidorm

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Lugar: Benidorm (Alicante)
Fecha: 25, 26 y 27 de julio de 2014
Asistencia: 75.000 personas
Artistas Invitados: Massive Attack, The Hives, Editors, Vetusta Morla, Kaiser Chiefs, Sidonie, Izal, Blood Red Shoes, Niños Mutantes, Second, Corizonas, The Horrors, León Benavente, Iván Ferreiro…

Incendios, sesiones de hipnosis y mucho karaoke

Hay grupos que tienen el poder de modificar la atmósfera y crear un ambiente único a través de su música. Eso sucedió en Benidorm a las once y media de la noche del sábado 26 de julio de 2014, cuando Massive Attack consiguieron que todo el Low Festival enmudeciera y permaneciera latente durante su actuación de manual.

Tan impresionante como estar frente a su bombardeo audiovisual resultaba vagabundear por un festival en el que reinaban el silencio y la oscuridad mientras la lírica de ‘Teardrop’ y los bajos de ‘Angel’ zarandeaban a las 25.000 personas que abarrotaron la Ciudad Guillermo Amor en la segunda jornada del festival.

Realmente inquietante y casi atemorizante pasear por un recinto en el que incluso los camareros de las barras murmuraban bien bajito para no molestar a los padres del trip-hop. Su deseo era que nada sonara mientras ellos desarrollaban su espectáculo y lo cumplió absolutamente todo el mundo durante hora y media, hasta la despedida con ‘Unfinished Sympathy’, tras cuyo final el festival ya era definitivamente otro lugar, con un estado de ánimo alterado y diríase que todavía más feliz.

Contrastaba este sentimiento hipnótico y casi politoxicómano de éxtasis con la atmósfera generada en la primera noche, la del viernes, por los suecos The Hives, quienes lejos de buscar la hipnosis trascendental, podría decirse que protagonizan una sesión de sodomía guitarrera tan directa como inapelable y disfrutable. También consiguieron que Benidorm (¡ciudad hostil!) fuera un lugar más feliz. Incendiado, pero justamente por eso más habitable.

Porque los suecos arrancan con ‘Come On’ y el lugar ya está del revés en apenas un minuto. Con una capacidad de aceleración inalcanzable, prosiguen con ‘Main Offender’, ‘Walk Idiot Walk’, ‘Main Offender’, ‘Go Right Ahead’ y montan la de dios con ‘Tick Tick Boom’, obligando al público a arrodillarse mientras Howlin’ Pelle Almqvist se desgañita con sus habituales chapurreos en español que tanto gustan a la concurrencia. «¡No hay silencio en un concierto de los Jaaivs, no es posible, senioritaaaas!».

‘Hate to Say I Told You So’ provoca una avalancha que enfada mucho al personal de seguridad en la valla frente al escenario, mientras Pelle baja por enésima vez al foso para meterse entre el público. Es una batalla por ver quien suda más que puede hacer pensar que el festival ha alcanzado su momento álgido a las primeras de cambio, pero la euforia de The Hives encuentra un gran complemento en la grandilocuente épica de unos Vetusta Morla en estado de gracia que toman el escenario poco después.

Lo de la banda madrileña es de otro planeta ahora mismo. Con una escenografía sobria y liderados por un Pucho más bailón (y aleteador) que nunca, Vetusta Morla son capaces de generar una energía pocas veces vista en las manos de un grupo de rock español. Estamos tan metidos en la vorágine que puede que se nos escape el detalle, pero marcan camino como en su día hicieron otros pocos elegidos (cada cual que ponga quien quiera, yo lanzo a la palestra a Héroes del Silencio, aunque cada uno a su manera, claro).

‘La Deriva’, ‘Golpe Maestro’, ‘Lo que te hace grande’, ‘Un día en el mundo’, ‘Cuarteles de invierno’, ‘Mapas’, el sentido karaoke con ‘Copenhague’, las pedaladas de ‘Tour de Francia’, ‘Sálvese quien pueda’ y la siempre trotona ‘Valiente’ suenan en un concierto que muestra a una banda madura y cada vez capaz de asombrar por su turbulencia sónica y su consistencia. Estamos cansados de escribirlo y de leerlo, pero no de disfrutarlo. El final con ‘Los días raros’ es aplastante, sin más.

Es complicado moverse por un festival cuando ya vas acumulando horas en las piernas y amigos perdidos en cualquier recoveco, cada cual tratando de satisfacer su necesidad de ese preciso momento. Pues bien, tras la sudada de The Hives y la intensidad de Vetusta Morla, apetece un poco de golfismo guitarrero con Sidonie, con Marc cantando entre el público ese temazo que es ‘Un día de mierda’ para cualquiera familiarizado con la evaporación de la euforia tras una noche excesivamente loca.

En formato quinteto, los de Barcelona son en la madrugada un valor seguro para mantener el ritmo alto y lo logran con piezas tan brillantes como ‘Un día más en la vida’ o ‘El Bosque’. Se hace corta su aportación al Low Festival, que por nuestra parte queda cerrada el viernes con una sesión bailonga capitaneada por los siempre seguros We Are Standard.

El sábado con el calor apretando es turno para probar fortuna con la languiez nihilista post punk de The Horrors, que consiguió atornillar a sus incondicionales, pero no así conectar con el público más curioso y ocasional. Tienen toda la presencia escénica que se les pueda reclamar, pero un sonido un tanto plano, a pesar de composiciones remarcables como ‘So Now You Know’ o ‘I See You’.

De hecho, Corizonas fueron capaces de atraer a sus pies a más público que The Horrors. No en vano, son ya uno de los nombres fundamentales en la escena patria desde hace un par de temporadas, gracias al carisma de Vielba y a la perfecta ejecución de los temas por el resto de la banda. Además, ‘The falcon sleeps tonight’ y ‘Run to the River’ nunca fallan. Su ya clásica versión del ‘Superaunt’ de Black Sabbath remató una faena que se cortó abruptamente antes de lo previsto por el mencionado deseo de Massive Attack de absoluto deseo para su actuación.

Esta petición también fue acatada por Second, quienes no pudieron comenzar su recital hasta el final de los de Bristol. El (perenne) buen estado de la banda murciana quedó refrendado con la riada de público que se acercó a verles y que no cesó de corear temas de pop majestuoso como ‘2502’, ‘Rincón Exquisito’ y ‘Muérdeme’. Lo escribiré tantas veces como haga falta: Second merecen más popularidad de la que ya de por sí disfrutan, que no es poca.

El Low Festival a estas alturas está ya desbocado y termina de estallar cuando Editors toman el escenario con esa pieza esplendorosa que es ‘Sugar’. El poder de convocatoria de los británicos parece en esta ocasión casi infinito y el público se deja las fuerzas con ‘Munich’, ‘Smokers outside the hospital doors’, ‘An end has a start’, ‘All sparks’, ‘Bullets’, ‘The racing rats’ y ‘A ton of love’ (esa canción que los U2 de ahora matarían por componer). La traca maquinera final con ‘Papillon’ deja los depósitos vacíos y provoca que más de uno y más de dos opten por el reposo del guerrero.

Los dos grandes últimos conciertos del Low Festival tuvieron lugar el domingo con Izal y Kaiser Chiefs. Lo de Izal ya está confirmado como el hype de la temporada, aunque tiene toda la pinta de ser mucho más que eso, sobre todo a tenor de la entusiasta respuesta de un público ante unas canciones que en directo se presentan más robustas y convincentes que en las hasta ahora dos grabaciones de la banda. La parroquia lo canta absolutamente todo, con momentos destacados en ‘Hambre’, ‘Qué bien’ y ‘Agujeros de gusano’. Decir que hay Izal para rato es una obviedad.

Y mientras Niños Mutantes dan una lección de pop más que bien hecho, Kaiser Chiefs aparecen en escena liderados por el cada vez más mediático (al menos en las islas británicas) Ricky Wilson. No pierden el tiempo y van a por todas con las canciones de su fantástico debut, aquel ‘Employment’ de 2005 que sigue sonando vivo a través de ‘Everyday I love you less and less’, ‘Na na na na naa’, ‘Modern way’, ‘I predict a Riot’ y ‘Oh my god’.

Junto a estas canciones, otras como ‘Everything is average nowadays’, ‘Never miss a beat’, ‘Ruby’ y ‘The Angry Mob’ apuntalaron un recital que, al contrario de lo sucedido con Izal, dejó dudas sobre las posibilidades de futuro de una banda que basa buena parte de su propuesta en los aciertos de sus primeros pasos. A pesar de eso, en directo siguen resultando certeros, vigorosos, capaces de resucitar a un muerto. A eso pueden dedicarse mientras recuperan la inspiración, algo tampoco descartable. Muy divertidos, caramba.

Y mientras Love of Lesbian desgranaban su habitual e infalible concatenación de éxitos para jolgorio de una concurrencia que todavía mantenía ganas de cantar más y más, Benidorm (¡ciudad hostil!) comienza a difuminarse en la calurosa noche del último domingo de julio. Como si todo lo vivido no hubiera sido más que un espejismo en el desierto, una dosis de sentido común en una localidad demencial que cada año parece haber ganado un poco más en altura y haberse dejado por el camino otro poquito de la mínima indispensable cordura. Manifiesto delirista.

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