Si Bono tiene 60 entonces yo tengo…

Artículos Mercadeo Pop Radio

Es curioso, fascinante más bien, cómo medimos el tiempo. Lo calculamos erráticamente mientras se nos echa encima inoxidablemente. Inexorablemente quizás, incluso.

Es curioso, fascinante más bien, cómo el tiempo transcurre para los demás más rápido que para nosotros. Sin plural mayestático, nosotros, o sea, cada súper yo, permanece monolíticamente precioso y elegante. Los demás en definitiva, son los otros.

De manera que, sin pretender robaros tiempo de más, Bono cumple 60 años y yo, que llevo toda mi vida calculando mi edad en relación a la suya, sigo teniendo 15. La niña bonita, se decía antaño, en un convencionalismo de lo más perturbador. Claro que, para mí, la niña bonita es Boniato.

Y no es que la vida sea lo que pasa entre cada concierto de U2, que un poco sí, pero más allá de esa chulería, las canciones de U2 son compañía. Desde hace, jocosa o irónicamente, según lo que queramos exprimir los significados, tantos años como yo acumulo.

Me jode estar cayendo hacia el lado meloso, no lo pretendía, pero es que estoy escuchando ‘Kite’. Porque entonces Bono tenía 40 y yo 21. Pero como ya hemos planteado, solo envejece él. Y eso que canta mejor que en Popmart, cuando tenía 37 y yo, por tanto, 18.

Soy tan de letras que me jode escribir los números con números, de modo que me perdonáis si me fallan las mates. Siempre me fallaron, en un rasgo de evidente genialidad. Tanto que en COU me las ingenié para que mi novia de entonces, una diosa, me pasara el examen entero. 

Por aquel entonces yo debía tener 16, de modo que Bono 35. «Gallardo, me sorprende tanto esto que no me lo creo del todo», espetó el profe ante toda la clase, que estaba por supuesto al tanto de la artimaña. No hay ni que decir que sonaba ‘Even better’.

Este recuerdo ha venido por la cara, sin más. Sonaba U2 en mi cabeza, como ahora, en cualquier caso, pues en el instituto yo era el de la chupa vaquera que se caía a cachos con el parche del Achtung. Muchos fuimos ese tío, pero resulta que estoy escribiendo yo, así que esta vez no hay mayestático: soy yo.

Es curioso, fascinante más bien, la cantidad de mensajes que me llegan por Whatsapp para recordarme que es el cumple de Bono. Crees que la gente te conoce pero, at the end of the day, la gente es desconocida. Si lo llevo pensando toda la vida, trons.

Cuando esperaba a que mi hermano se fuera a currar para poner el Rattle a toda hostia yo debía tener, supongo, diez años. De manera que Bono tenía 28. Joder, pero que hace mucho que tuve 28 y sigo teniendo diez. Mi objetivo es que mis hijos me adelanten y lo conseguiré.

Cuando mi hermano, irremediable y generosamente, me pagó la entrada para el ZOO TV en el Vicente Calderón, estaba de alguna manera pagando por todo lo que hizo antes. No hace falta ni aclararlo: sabía lo que hacía cuando se iba, le gusta y pagó por ello 3.900 pelas. Lo apruebo, salí barato.

Y recuerdo que al día siguiente, el domingo 23 de mayo de 1993, vimos las noticias en TVE todos comiendo en casa y cuando salió U2 todos se callaron. Menos yo, que aullé porque tuve una visión. Y entonces tenía 14 años y Bono pues yo qué sé: ¿33? Anda, Jesucristo era McPhisto.

Y eso que el Achtung, que me lo regaló, oh sorpresa, mi hermano, no me gustó. Iba a hacer alguna broma sexual sobre lo que no te gusta al principio pero luego te da la vida pero, al mismo tiempo, es que hablamos de un disco que desvirga. Pues sí porque, de alguna manera loca, perdí la virginidad escuchando el Achtung.

Cuando salió ‘Pop’ fui a Madrid Rock, lo compré y me encerré en mi habitación: no hay Netflix que compita con eso. Al concierto de Popmart en el Calderón fui escayolado porque en una noche de borrachera adolescente me enfadé por cosas de chicas y pegué un puñetazo a una pared: Lo solucioné pintándome la bandera de Irlanda, listo para fardar.

Con la misma chica ‘culpable’ de aquello fuimos a los Premios Amigo. Yo era becario en Europa Press pero por supuesto que iba a ir, de modo que fui. Fue tan emocionante que recuerdo dónde aparqué el coche de mi hermano -sí, otra vez- y me senté en el suelo en silencio a flipar. 


Cada vez que paso por ese lugar exacto de Carabanchel me acuerdo de aquel rato a solas. Suplicando que las fotos hubieran salido bien, porque entonces, queridos niños, había que revelarlas y ese era el momento definitivo. Cuando aquello pasó, Bono tenía 40 y yo pues, 21.

Y fuimos a Dublín, que es La Meca. Primero una vez en 2009 y luego literalmente con otra vida en 2017 (porque Bruno, cuyo nombre es la conjunción de Bruce y Bono ya estaba allí en la tripa de su mamá). Y sí, tengo una foto en la casa de Bono y toda la parafernalia, pero esta es de mis favoritas de siempre porque no hay filtro ninguno: somos nosotros at our best y el fotógrafo es nuestro amado Javier Herrero de la puta EFE, con quien dormirmos por allí (para aclarar, yo soy el de Europa Press).


No sé si se puede cuantificar lo que U2 le ha dado a Irlanda pero, en mi caso, varios viajes con incontables cervezas y canciones. Me hago cargo de lo que los niños sienten en Disneyland porque para mí eso es recorrer las orillas del río Liffey imaginando mil putas movidas: como que aparece Blancanieves con gafas de mosca.

Spoiler: no apareció. Pero yo qué sé, joder, son putas cosas acuden a una mente dislocada. Podría seguir hasta el infinito, pero ya os he robado más tiempo del que inicialmente dije que os quería robar: todo mentira, lo quiero todo.

Mis hijos tienen problemas para comprender que antes de que nacieran ya pasaran cosas. Y yo les digo pues, a ver, en 2012 ya había visto a Bono como millones de veces. Y gritan «noooo, ¿pero cuántos años tenías?» Y respondo: «Exactamente eso calculo cada puto día».

De manera que, quisieran o no, les clavé el ‘Songs of Innocence’ (2014) sin parar y se lo cantaban entero en el coche, de cuando éramos la centella de la M30. Tengo una cuenta en Mega de 50 Gigas de los cuales 49 son vídeos de mis hijos cantando U2. Y cada poquito borro alguno porque está más que petada.

Pero es que, joder, borrar vídeos de tus hijos y U2 es borrarte un poco a ti. Ahora que tengo 41 y Bono cumple pues 60, me voy dando cuenta de que envejecemos todos a la par. No me lo termino de creer, pero me voy dando cuenta. Y no me gusta, prefiero que sean los otros.




Es una puta movida. En noviembre de 2017 al fin logré ese tesoro que es hacerte una foto con tu favorito. Fue en los Premios 40 en mi querido WiZink y la ha escogido para ilustrarlo todo porque sí. Pero es que en 2018 le dimos las gracias a Bono por todas las malditas canciones que me desvelan por las noches (les dejé con los abuelos y me marché disparado a ser yo mismo plenamente).

Y aquel día él tenía 58, yo 39 y Clara y Nicolás Gallar seis y acababan de salir del cole. Según les recogí, me los llevé al Villamagna, de la misma manera que una vez mi cuñado me recogió del cole para ver el final de la Vuelta a España en Leganés: y ganó el irlandés Sean Kelly, que pasó ante nuestra cara a toda hostia. Como la vida: esprintando.

Comparte
Tagged

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *