Lugar: Jardín Botánico UCM. Madrid
Fecha: 21 julio 2014
Asistencia: 1.500 personas
Artistas Invitados: –
Precio: –
Madrid sí tiene playa
The Beach Boys podrían ser algo mucho más auténtico si Mike Love no hubiera decidido deshacerse de Brian Wilson, Al Jardine y David Marks después de la gira de 50 aniversario de hace dos temporadas. Con un cancionero como el suyo y esos músicos tan genuinos como carismáticos, este lunes no habrían estado a punto de ahogarse en la orilla de una ciudad que por una noche sí tuvo playa.
Aunque precisamente ese cancionero es el que da sentido a este tipo de ejercicios de nostalgia, a los que en realidad no hay nada que objetar, salvo el tufillo a orquesta de crucero fuera de temporada que por momentos (especialmente al principio) dominó el escenario del MadGarden Fest. Es inevitable cuando la concurrencia mayoritariamente apenas reconoce sólo a dos músicos de los siete que hay bajo los focos.
Pero una vez superados los temores, las desconfianzas y los prejuicios hacia este tipo de proyectos, lo cierto es que la velada tuvo un balance feliz y también contó con momentos para recordar, pues no cabe dudar de la solvencia interpretativa de unos músicos que suenan pulcros, limpios y efectivos. Además, las armonías vocales marca de la casa siguen ahí y siguen siendo capaces de emocionar a la concurrencia con apenas un par de notas (y eso las malas copias no lo logran, así que aquí hay alma).
Al frente de la maquinaria está un Mike Love que suma ya 73 veranos cantando a las chicas, las playas y los coches, y al que aparte de reconocerle su talento vocal, dan ganas de darle un fuerte abrazo de agradecimiento, así en general, por su tenacidad y su empeño en continuar en la brecha. «Si cierras los ojos sonamos como en los setenta», decía en una reciente entrevista. Tal vez tenga parte de razón y tal vez sea un consejo para los que quieran leer entre líneas.
Porque son muchas sensaciones encontradas las que uno tiene durante un concierto de estos Beach Boys. Ni Mike ni su escudero Bruce Johnston (en la banda desde 1965, cuando Wilson renegó de las giras) están ya para muchos trotes y eso genera cierta congoja. Pero también es real que sin moverse mucho siguen siendo músicos legendarios a los que reconocer aquello de que el que tuvo retuvo.
Sea como fuere, el público comenzó sentado y frío, pero terminó puesto en pie con los brazos en alto. No hay mejor prueba del algodón que esa. Podemos reflexionar cuanto queramos, pero si a un concierto de música pop el respetable va a pasárselo bien, en el Jardín Botánico de la Universidad Complutense mandaban las caras sonrientes, sorprendentemente de todas las edades, aunque con predominio de respetable veteranía.
Y es que, ¿quién puede resistirse a canciones como ‘Surfin Safari’, ‘Surfer Girl’ (con la hija de Mike, Ambha Love, bailando con papá), ‘When I Grow Up (to be a man)’, ‘Little douce coupe’, ‘God only knows’ (con la voz original del fallecido Carl Wilson), ‘Wouldn’t it be nice’ (con imágenes de Brian Wilson) o ‘Good Vibrations’?
Sonaron en total cuarenta canciones, nada más y nada menos, y por momentos hay que, efectivamente, cerrar los ojos para que la magia surja y tenga sentido que esos abuelitos sean capaces de seguir empastando sus voces agudas de un modo tan angelical. Porque para creer, en ocasiones ayuda no necesariamente meter el dedito en la herida.
A estas alturas el desparrame es generalizado incluso con ese éxito ochentero tardío e inesperado que fue ‘Kokomo’ gracias a la película ‘Cocktail’. El ritmo decae con el homenaje de Love a George Harrison (‘Pisces Brothers), pero vuelve a aumentar con naturalidad con ‘Help me Rhonda’, ‘Barbara Ann’, ‘Surfin’ USA’ y el broche final con ‘Fun Fun Fun’.
Dulce colofón para una velada feliz, nostálgica, viajera en el tiempo y disfrutable. Muy disfrutable porque al final Mike Love y sus Beach Boys siguen ahí porque les da la gana y tanto ellos como el público continúan disfrutando como enanos levantando castillos de arena en la orilla de la playa. Porque Madrid anoche sí tuvo playa.