Todo se cura, o más bien se modula, con Crowded House en el Palacio Vistalegre y Neil Finn, la fina melodía hecha persona, proporcionándonos abrigo y arropándonos en este domingo especialmente frío. En mayor menor medida, todos estamos padeciendo este innecesario jet lag del cambio de hora, la noche que nos ha caído encima a saco, la frialdad invernal, la sempiterna melancolía dominical. Todo regular tirando a mal con el lunes acechando. Pero las dos horas y cuarto de generoso concierto de los neozelandeses nos dan un calorcito que nos hace verlo todo sencillamente más bonito.
Podríamos rebuscar para dar con otro adjetivo menos manido, pero no compliquemos lo sencillo: el vocablo es ese, bonito. Pero resulta que cuando estoy convencido y digo en voz alta que todas y cada una de las canciones de Crowded House son bonitas hay quien asiente, pero sube la apuesta: «Divinas, son divinas«. Como si quisiera sumarse al debate terminológico, acaba en ese momento Neil Finn ‘Four seasons in one day’ zanjando: «Beautiful«, dice a la concurrencia, que aplaude la evidencia. Llevamos tres canciones y ya nadie siente frío porque todos nos sentimos calentitos en estas canciones que nos dan cobijo.
Le digo a Vicen "es q todas las canciones de Crowded House son bonitas".. Me replica: "Divinas, son divinas". Yo creo q si esta noche parpadeas fuerte tres veces se t aparece Neil Finn tapándote con el edredón. Esa es la sensación: el calorcito de sentirse a cobijo en una canción pic.twitter.com/T3wcLhjsJH
— Mercadeo Pop (@mercadeopop) October 28, 2024
Nuevo disco y queridos clásicos
Y eso que el Palacio Vistalegre, como era de esperar, no se llenó a su máxima capacidad para dar la bienvenida merecida a Crowed House. Un pabellón demasiado grande para su tirón por estos lares, eso estaba claro, y por eso los recibió con esos grandes telones que tapan los sectores laterales. La pista a medio llenar, igual que la grada frontal, lo cual, en cualquier caso, tampoco es para nada poca cosa. Allá por 2010 menos de mil asistentes les vimos en la Sala Heineken de Madrid y hace un par de temporadas pasaron por las Noches del Botánico, donde congregaron a 4.000 personas, una cifra que rondaron también en esta ocasión en su excursión a Carabanchel.
Detalles métricos que dejan de tener relevancia cuando se apagan las luces y así, sin más, arrancan con ‘Weather with you‘. La banda nos visita en esta ocasión para presentar su nuevo disco, ‘Gravity stars‘ (2024), tan elegante y melódico como todos los demás, otra cosa no se puede esperar. Buena muestra de ello es la siguiente, ‘Teenage summer’, igual que otras diseminadas por el repertorio como ‘Oh Hi’, ‘Thirsty’ o ‘The Howl’. En absoluto desentonan las más recientes. Pero claro, no vayamos a sorprendernos a estas alturas, no provocan la misma algarabía ni tocan el resorte de levantar el móvil como ‘World where you live’ o la deliciosa ‘Fall at your feet‘.
Un asunto de familia
A sus 66 años, Neil Finn sigue cantando estupendamente y se lo pasa genial en el escenario bromeando con su viejo compañero, el único que le sigue desde aquellos primeros días a mitad de los ochenta, el bajista Nick Seymour. Junto a ellos en esta actual etapa del grupo, que arrancó tras la pandemia en 2020, sangre de la sangre del cantante: Liam Finn a las guitarras y Elroy Finn en los tambores (qué envidia, viajar por el mundo con tus hijos tocando estas canciones). Los teclados de Mitchell Froom completan oficialmente una formación aún aderezada por otro par de músicos de apoyo que también aportan lo suyo desde su segundo plano.
Los músicos se aplican y van sobrados. El sonido, notable, acompaña. El escenario es sencillo pero suficiente con un fondo que cambia de color para apuntalar las emociones. En el repertorio no falta el envidiable fondo de armario de temporadas diversas con temas como ‘To the island’, ‘Whispers and Moans’, ‘Message to my girl’ (de cuando eran Split Enz) o ‘Chocolate cake’. Espacio también para otros algo más populares como ‘When you come’, ‘Private universe’ o ‘Pinapple Head’. Todo con una facturación de un buen gusto como de otro tiempo, de cuando el pop significaba lo que significa para los que nacimos en el siglo XX.
Como si los Beatles no se hubieran separado
Sentado al piano, anuncia Neil que van a hacer algo diferente esta noche y se arranca con ‘Don’t dream it’s over‘ él solo como si quisiera pillar un poquito a traición con el pie cambiado a todo el mundo (a los de abajo pero también a los de arriba del escenario). Es el himno atemporal del grupo, la razón por la que cuatro décadas después mucha gente sigue pagando su entrada para ver en directo a Crowded House. Una melodía irresistible. Un estribillo para entrar a vivir, que reafirma cada vez que suena el viejo dicho de que, si no se hubieran separado, los Beatles estarían ahora haciendo canciones como las de Crowded House (ya la quisiera Paul McCartney esta, desde luego, mas no).
En el nivel más alto de comunión de la velada la más rockera ‘Distant sun‘ pone punto y final al concierto en sí con satisfacción generalizada. La pantomima del bis se llena con los cánticos clásicos de «oé oé oé» y la banda mantiene la energía arriba con las buenas guitarras eléctricas de ‘It’s only natural‘. Pop rock de la más alta altura. Neil dedica a su papa (así dicho) ‘Some greater plan (for Clare)’ antes de mandarnos a todos a casa con la belleza noctívaga de ‘Better be home soon’, una nana en toda regla (así lo parece en esta velada) con hermosas armonías vocales que es como si Neil Finn nos tapara con el edredón. Esa es la sensación: el calorcito de sentirse a cobijo en una canción.