Bruce Springsteen: Nacimos para correr

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La historia de ‘Born to Run’ os la cuento formalmente en Europa Press.


Se agolpan las preguntas. ¿Esos cuatro pavos que andan sin rumbo por Las Vegas son amigos? ¿Los cuernos de Angus Young serán de verdad? ¿Cuando cumples años se te riza el pelo y te crece la melena porque sí? ¿Es tan divertido como parece estar en un concierto de Bruce Springsteen y toda su peña? Supongo que sería 1988 o así y lo que molaba es que despreciabas cualquier pista externa: Por algún motivo necesitabas adivinar por tí mismo.



Esa determinación nos diferencia de la infantería actual que reclama los por qués aquí y ahora sin comprender ni tan siquiera la pregunta. Así no va a poder ser, así no vamos a saber trazar la curva. De hecho, aún yo no sé la respuesta a nada y así está bien. Papá, ¿por qué miras al infinito y tus ojos son agua si solo acaba de empezar ‘Thunder Road’? Hay miles de respuestas posibles y todas tan verdad como mentira.



A ‘Born to run’, el tercer disco de Bruce Springsteen, que este domingo cumple 44 años, le bastan entre tres y cinco segundos para partirme el corazón y solo por eso está en el top 3 de mis favoritos. ¿Por qué? Si lo supiera no tendría gracia, coño. Creo que ese piano y esa armónica aglutinan mucho más de lo que yo creo recordar, para bien y para mal: Sueños, amistades, parejas, proyectos. Lo que importa es que la puerta se cierra y el vestido de ella se menea levemente en el porche.



Todos somos ellos dos dibujando un futuro indescifrable. ¿Saldrá mal? Igual no necesariamente a la primera, pero quizás sí a la tercera: No hay dos sin tres. Yo hablo desde la tercera curva y ‘Born tu run’ (‘Run to ron’ según nosotros) es la tercera recta. Nadie va a estrellarse aquí, pues después de tantos años enderezando chicanes aprendimos a trazar la redondilla recta. Y a partir de ahí ya sí que supimos correr.



Me pasa mucho que recuerdo cosas como si no hubieran ocurrido en realidad. En mi casa Bruce era tabú, más o menos, porque le gustaba mucho a la novia de mi hermano mayor y aquello se estrelló. Pero para entonces, ‘Brilliant disguise’ era de mis preferidas -hablamos de 1988-. Con el paso del tiempo llegué a ‘Tougher than the rest’, que es otra de esas canciones que me hacen llorar sin más. Como ‘Thunder road’.









Es ese tipo de melancolía inherente a las hostias de la vida. A los anhelos imposibles, a los regresos desconsolados. Mis amigos de siempre dicen que ‘Bruce es triste’ y se mofan de mí. Me parece bien mantener ese anclaje con la vida real, pues de lo contrario sería insoportable. ‘Born to Run’ es una historia insoportable en realidad, aunque pintada de épica rock y una pregunta trascendental: «Quiero saber si el amor es real». 



Hago recuento de los concis de Bruce y me suelo saltar alguno. Eso es porque los he gozado con diferentes parejas antes de llegar a casa y, no veáis, eso influye. Uno empuja al rincón ciertas cosas y magnifica otras. Es una lástima porque todos ellos fueron momentos remarcables en diversos y muy altos niveles. Ahora en casa manda Bruno (Bruce+Bono) que no llega a dos años y ya estoy harto de: el vídeo de ‘You never can’t tell’ improvisado, ‘Ain’t good enough for me’ de Gijón 2013 y el clip original de ‘Dancing in the dark’. Soy un humano bendecido en realidad.



Regresemos a ‘Born to run’ porque ‘Night’ es un pildorazo magnífico, antes de que la canción titular rompa con todo. Me fascina el rock de estadio como concepto, o sea, ese himno que consigue que decenas de miles de personas empujen todos a una como fuenteovejuna. Eso ocurre pocas veces al año en una ciudad, pero ocurre. ‘Born to Run’ es la sublimación de todas las bondades del rock para las masas, algo especialmente importante cuando este concepto se va a la mierda y Jon Bon Jovi lo pisotea cada noche cantando como un gatito -uy lo que he dicho, para según cuales fans sordos-.



Y hubo un tiempo en el que ‘Backstreets’ fue solo nuestra. Siempre lo va a ser, qué tontería. Solo que entonces lo sabíamos con pura certeza, pues allí nos escondimos hasta que fue imposible ocultarse. También pudo haber sido la nuestra ‘Meeting across the river’, que es una preciosidad absoluta, pero le falta electricidad para lo que teníamos entre manos. ‘She’s the one’ la tiene, pero no necesitábamos que nos describieran desde fuera, ya sabíamos que vivíamos en la jungla: Desde ‘Jungleland’ hasta ‘Welcome to the jungle’.













Al final, ‘Born to run’ es la desesperación por la vida que cada quien imagina. Es un imposible, por tanto, salvo que seas, jocosamente, su autor. Aunque la escapada de Bruce haya sido de New Jersey a New Jersey, pues al final la distancia kilométrica es lo de menos. Se trata de comprender desde donde empiezas el tránsito hasta donde cojones llegues.



No sé, es un poco flipada pero, es que, ‘Born to run’ contiene ese tipo de música inspiradora que salta todo tipo de fronteras idiomáticas. Por supuesto que la música es un lenguaje universal: Antes de saber lo que estábamos recitando en ‘Thunder road’ ya sabíamos que hablaba de nosotros. Si no tienes aspiraciones personales nunca vas a comprender de qué vamos. Pero si algo te late dentro, aquí está tu ritmo.



He vuelto a hacer la prueba: Nada, es imposible. Suenan ese piano y esa armónica, entra Bruce y es como el cuento que te cuentan en la cama para que duermas tranquilo cuando eres crío: «So you’re scared and you’re thinking that maybe we ain’t that young anymore. Show a little faith, there’s magic in the night, you ain’t a beauty, but hey you’re alright oh and that’s alright with me».



Por supuesto que estoy scared y sé perfectamente que no seré joven nunca más. Pero lo soy cada vez que escucho ‘Born to run’ y veo a mis hijos bien canijos bailar con Bruce. Siempre pensé que los padres que inculcan sus vicios – que no pasiones- a sus hijos están locos, pero es que al final del día, at the end of the day, somos los que nos parte el corazón: Y eso es justo lo que por puro amor queremos que sientan nuestros siguientes, aunque estemos equivocados.


Y que estuve en la E Street en New Jersey. Hay una Fender Telecaster gigante allí puesta. Y pude pasear por Asbury Park y el centro de convenciones. No sé, esas cosas que hacemos los pirados. No veáis cómo lo vas flipando cuando te ves allí y suenan todas las canciones a la vez en tu cabeza, eso es un jodido flipe. En el Stone Pony estuve también, o sea, sí, en todo. Porque aunque lo disimulo que te cagas, todo el rollo Bruce y New Jersey para mí lo es todo (estuve en el bar de las stripers de Los Soprano incluso). Es un tipo de amor un tanto psicópata, indudablemente, pero me rebozo con gusto en.


Pero que a ver, que yo escucho el live ese de Broadway y me mola ponerme los discursos de Bruce sin atender a lo que dice. O sea, me gusta su voz. Me enamora su voz del Marvel del rock. Cuando me desvelo de madrugada, algo que ocurre demasiado a menudo a las 2 a las 3 a las 4 o a las 5, a veces me pongo a Bruce contando su vida y me duermo como un bebé que siente que nada le va a pasar. Porque Bruce es casa.


PD: La última de Bruce en Madrid, en el Bernabéu en 2016, teníamos una boda que nos fumamos porque nos respetan el amor por Bruce. Pero cuando andábamos con ‘Thunder Road’, estábamos al fondo del todo y a la mitad nos fuimos y agarramos un taxi. No os podéis imaginar la luz que irradiaba el Santiago Bernabéu y cómo temblaba al verlo desde la ventanilla del taxi Castellana abajo rumbo a las copitas en la Gran Vía: Es vida. Es vida.



Por eso siento, en definitiva, que soy un tipo roto, pero que vive a través.


PD2: Y me duele la rodilla izquierda que flipáis pero, eh, es ‘Born to Run’

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