Una vida con U2

Artículos Mercadeo Pop Radio

Leía esta mañana a primerísima hora en un caso galopante de insomnio impaciente una entrevista a Brett Anderson, en la que cuenta que se decidió a escribir sus memorias básicamente para recordar. Ha sido en ese preciso momento, creo que a las seis y pico de la madrugada de este miércoles, cuando he decidido que me apetecía hacer lo mismo repasando una sucesión de recuerdos con U2 a lo largo de los años. Así yo también recuerdo, me entretengo mientras pasan las horas y me distraigo un poco en este espera para el doblete en el WiZink Center que tenemos ya mismo. Tan pronto como ya.

De manera que, como tampoco tenemos mucho tiempo, le doy caña al rewind hasta el que estoy casi seguro que es mi primer recuerdo: El vídeo de I still haven’t found what I’m looking for en esos minutos musicales que había antes en TVE2 y que todos grabábamos en VHS. Calculo que yo entonces tenía ocho años y básicamente no me quedaba claro si esos pavos eran amigos o no. Aparentemente sí, pues parecían hacer juntos una canción por la calle, pero tampoco es que se miraran y tal, así que esa duda se quedó ahí. Por esa época también recuerdo que mi hermano mayor decía que iba a ir al concierto de julio de 1987 en el Bernabéu (y terminé escribiendo de esa velada en El País), pero al final pasó y no me quedó claro por qué. Este finde se lo pregunto, que tenemos celebración familiar en plena resaca udosera.





El vinilo del Joshua andaba por casa y yo lo ponía a escondidas cuando el susodicho dueño no andaba por casa. Y así empecé a fliparme tanto que, no me preguntéis cómo porque no me acuerdo, conseguí reunir suficiente pasta para regalarle yo a él el siguiente, el Rattle and Hum, el cual compré en una tienda de barrio cerca de casa en Carabanchel. Así se fue creando el mundo interior ese que antes teníamos cuando nos encerrábamos en nuestras habitaciones para escuchar música como algo íntimo que, a la vez, era ensordecedor y retumbante para el resto del edificio. Con God part II, por ejemplo, que me arrollaba tanto como Desire. Por aquel entonces yo ya tenía muy clarito quienes eran AC/DC y la electricidad que desprendían, pero esto de U2 contenía algo aún más grande sin necesidad de ser tan hard.

El Achtung Baby recuerdo que me lo trajeron los Reyes Magos en 1992 y fue un regalo un tanto decepcionante. ¿Por qué? Pues no lo sé, supongo que querría cosas diferentes. Además, no sonaba con el mismo poderío del Rattle y había demasiadas canciones lentas. The Fly sí molaba porque había ahí guitarreo guapo. Y Misterious Ways un poco y quizás Even Better. Pero me parecía soporífero. Eso fue así unos meses hasta que lo escuché entero y lo volví a escuchar entero. De nuevo en la habitación, leyendo las letras, haciendo la croqueta en la cama, pidiendo a tus padres que te dejaran en paz y todo eso. Cojones, ahí había algo superior y acababa de descubrirlo, aunque aún no sabía exactamente qué demonios era (quizás Heaven and Hell).

Por ahí fue, en algún momento de 1992, cuando las nuevas canciones del grupo me encajaron con sus nuevas pintas y comencé a intentar ver los videoclips de Achtung baby en bucle y a rastrear las emisoras de radio y las revistas. Ese y no otro iba a ser el álbum definitorio de mi adolescencia y, por extensión, de toda mi vida. En plena obsesión por The Fly y las gafas de mosca, vi por la calle un cartel que anunciaba el concierto de U2 el 21 de mayo de 1993 en el Vicente Calderón de Madrid -más tarde se retrasó al 22- y fue como ‘¡diantres! Estaría guay esto’. Por lo que fuera, tuve dinero cinco años antes para comprar el Rattle pero entonces no tenía 3.900 pelas para una entrada y, aparte, no podía ir solo. De nuevo mi hermano se ofreció no solo a llevarme si no a sufragarme. Y para colmo se apuntó un colega (que no ha vuelto a ver a U2 porque le han interesado otras movidas, pero este jueves regresa al redil).


Las entradas las compramos sin problema porque antes la velocidad a la que giraba el mundo era otra. Y empezó la cuenta atrás y el revisionado compulsivo de todo el material del que disponía en todos los formatos de la época. Mucho VHS, bastante casete grabado de la radio, lectura de revistas con el inefable Julián Ruiz viviendo sus años dorados de postureo y estupidez. Muchas veces vi las pocas grabaciones del ZOO TV que tenía. Miles de veces, de hecho. Luego vendría el delirio diario de Sydney. Y mi padre, el hombre, se lo comía porque entonces pues teníamos una tele en el salón y un único reproductor de vídeo y a él no le movía nadie de su sofá por las tardes cuando llegaba de trabajar. Pero si le preguntas por U2, hoy mismo que cumple 87 años, te dirá que sí, que yo me sentaba a poner mis cintas por ahí, pero eso no iba con él. No era de su interés pero convivíamos así un porrón de tardes y funcionábamos.





La semana del conci fui el rey del instituto. Bueno, mi colega también, pero yo más porque sí, porque esto lo escribo yo. Y las horas se hicieron eteeeernas pero allá que fuimos en la Línea 5 desde Carabanchel hasta Marqués de Vadillo. Y salimos de la estación a eso de las tres o las cuatro y retumbaba la intro de Streets. Y cuanto más andabas hacia el estadio más retumbaba. Y eso ya era suficientemente impresionante para mi por aquel entonces, con 14 años directito al concierto que reconfirmaría mis intuiciones y determinaría mis aspiraciones profesionales. Entrar entre la marabunta, un alucine. Escoger un sitio en el estadio abarrotado, un rato genial de nervios. Recuerdo el Rock n roll radio de los Ramones con todo el estadio aplaudiendo pero por entonces no me interesaban demasiado, era demasiado el peso de U2. También me acostumbré a ser un perfecto gilipollas con los años, claro.

El conci, un disparate. Tres segundos. Todo el repertorio glorioso. Aún seguimos allí. Hostias, la vida, cómo pasa. Hasta aquí fue un escrito estándar vespertino. Ahora ya ha ganado el madridismo a la Roma y hay otro espíritu en mi. Y recuerdo que después de aquel conci en el Calderón caminamos hasta casa y dimos con un gato debajo de un coche. Le llamamos y toda esa movida. Congeniamos un poquito. Yo le hice el Misterious ways así con la Morleigh dancer. Paridas. Ahora compro pollos asados al lado de ese lugar. Paridas, evidentemente, pero son las pequeñas cosas que te regala la vida. Y también recuerdo que al día siguiente, en la mesa de la cocina, vi a The Edge con el chaleco naranja aquel y pensé ‘hostias es como el de ayer’. Igual fue un poco real.

Me estoy agobiando porque es tarde y quiero contar un millón de cosas. Es estúpido porque todos tenéis las vuestras, pero a ver, sigo. El POP, joder, el POP. Para empezar, ya antes me dejó loquísimo la de Batman Forever (que me la sé pero paso). Y justo en esa época recuerdo que apareció en mi vida un tron con una casete de caras-b que me descubrió un nuevo mundo. Y la mañana del POP me planté en Madrid Rock y me lo compré ENTERO JODER y tirando las monedas al tabernero con desprecio. Dame mi mierda, cojones ya. Y corrí y corrí hasta el metro de Gran Vía y me metí en el tubo inhumano y salí vivo y entonces pude escuchar con estupor Discotheque. Y luego Do you feel loved y luego Mofo. Y abrazarme las pelotas del amor con If god. Y sentir, joder, tengo que acabar lo que acabé, pero va a ser complicado. Y ese sentimiento fue la polla.

Días y días y semanas y meses encerrado escudriñando POP. Indudablemente más que ellos. No porque sea malo, y una puta mierda, es una obra maestra. Sino porque tendría que ser mejor. No porque lo diga yo, coño, porque es evidente lo que hay. Pero qué guay lo pasé en ese año, grabando todo de la tele, dando chapazas a la peña, bla bla bla, U2 tías. Esa mierda. En mi casa mi hermano desertó, él siempre militó en Pink Floyd, bastante me ayudó. Yo me compré mi entradita y me fui al Calderón con mi mano escayolada porque me había comportado como un perfecto gilipollas otra vez y había golpeado una pared. Pareciera que llevo literalmente toda una puta vida haciendo estas gilipolleces. En esa ocasión me pinté en la escayola una bandera gigante de Irlanda y lo salvé un poquito.

Pop, qué cojones decir. 21 años después es insultante jugar con los recuerdos. Fue fabuloso, lo flipamos, lo dimos, lo tuvimos. Un año después me puse a currar vendiendo pizzas en el Calderón por si volvía alguien, pero ni un concierto hubo (si os cuento lo que coticé, os cagáis encima). Vi a Roberto Carlos corretear por mi banda, no estuvo mal, lo recuerdo con cariño. Coticé quizás un mes en toda una temporada y pasamos al next capítulo que va a ser Beautiful day porque si me paro en Stateless nos quedamos a vivir. Y en ese tiempo recuerdo unas fotos con unas ovejas o cabras por Dublín y que si una peli y que si en fin. Ni recuerdo si por esta época fue Passengers. Sí ¿no? No me hagáis mirarlo, ya bastante tortura tuvimos. Estoy seguro de que fueron esos años, indudablemente guays.

Es imposible que llegue, vamos tardísimo. Pero tampoco quiero que esto parezca una puta mierda. A mi me revienta la patata cuando escucho a U2 cada vez. Ahora estoy con el nuevo New Years Day que me hace mucha ilusión porque demuestra que estos tienen muchas pelotas para reimaginar un clásico coñazo y que sea indispensable (tampoco es para tanto el intento). NYD no es un coñazo en el mundo real, pero sí en el paralelo en el que habito. De esto han escapado y vamos por el año 2000, hostias, tuve que empalmar para pillar entradas para Elevation Barcelona. Dejé el coche aparcado en la puerta de casa de mis padres (donde por fortuna sigo yendo, hoy sin ir más lejos) y me fui de farrita. Un poco como hoy, solo que ese día a las siete sin dormir estábamos alrededor del freno de mano. Y si discutimos un poquito más, nos quedamos fuera, porque pillamos lo que quedaba, que era el fondo norte y palante. Me lo pasé muy bien, seguramente con algunos de vosotros.

Ese finde en Bcn pues fue todo lo loco que puede ser para la gente de bien. Fue loco en lo razonablemente loco. Recuerdo playa, un rato en el Arts por si acaso, pero básicamente recuerdo focalización en la movida. Eso estuvo guay. Fue una fiesta guapa y luego tres horas hasta el hotel mientras Bono quemaba Ibiza. Esas son también las pequeñas cosas que no puedes regalar. Es una parida porque quién coño se compara con la maldita estrella, pero en fin, lo recordamos a veces. La caminata infame desde el Sant Jordi hasta la Rambla de Cataluña creo que 42. Seguramente el huracán ya pasó y no fue para tanto y desde aquí. Desde aquí desearía estar allí 17 años antes.

Me canso, esto es un maratón que no imaginé antes de empezar. Duelen cosas sin querer. Porque saltamos hasta 2005. Esto lo acabamos. Me fui otra vez a Barcelona. El puto Vertigo Tour que ahora parece una rémora, fue el último tour de los U2 reales. En realidad iba con George a Toledo a comprar entradas. Que fuimos, que sí. Y nada, que no salían. Nos partimos el culo, lo dimos por perdido pero nos salvaron desde el Plaza Pollas 2. O sea, a 150 putos kilómetros. Y fue mi primera gran ex. Aparte de esta mierda, ahí ya se acabó la edad dorada del rock n roll. Y nos parecía mal que empezaran y acabaran con Vertigo, cuando en realidad era una puta genialidad. Porque podías sentir la diferencia entre la primera y la segunda, siendo obviamente la segunda muchísimo mejor que la primera. Un juego de trilero estupendo.

Para el Camp Nou tenía yo entrada de grada. Y eso que me fue a la tienda Tipo de Toledo con George (este sigue militando mañana, ayer y siempre) a las seis de la mañana. Y no pillamos. Y tuvo que pillar otro en Fnac 2 en San Sebastián de los Reyes (me repito, pequeña indulgencia). Ahí empezaba Ticketmaster a tocarnos los huevos (hoy he leído que tienen a grandes reventas contratados como brokers, pronto hablaremos de esto si os place). Hace trece años de eso, hace más de una década que me parece otra puta vida aún más lejana de lo que me puede parecer el Joshua Tree. Pienso un instante. Me gustaría decir algo guay. No soy muy capaz. Pero creo que, seguramente, el amor es lo más grande que nos encontramos en el camino.

Ahora que echo la vista atrás, lo recorrido realmente es el premio. Y ese 2005 les vi en Barcelona y fue de locos porque me colé abajo y luego es que me veo en la puerta del Joyca esperando el 34. Como hoy he pasado por ese mismo bar y he dicho «este sitio es un bajón». Y lo es, pero como hace esquina, es esencial en la comunicación del barrio. Desde ahí bajé hasta el Calderón 2005 para otro Vertigo, buah, en serio que esa gira tenía mala hostia. Más allá del espectáculo, se palpaba aún cierta mala hostia que luego no ha vuelvo a existir. Lo del micro de Bono a hostias moló mazo. Y eso después de llegar a la zona delantera (otra vez) sin mafias, sin perfectos escombros como los de ahora, que han sido capaces de salirse de un concierto para hacer cola para el del día siguiente. Creo que el ser humano se precariza noche tras noche y luego que si los sindicatos. Yo qué sé, por decir algo, pero nada de lo mencionado es falso.

Ahora está todo muy pervertido porque es el signo de los tiempos y cualquier imbécil te hace la tres catorce. Lo de las colas para los conciertos de U2 es de parvulario de integración social, pero antes, no hace tanto, molaba un poco. Porque la peña iba como tú a gozarlo. Yo en esos concis de 2005 me lo pasé guay pero juré que nunca más. Así que nunca más. Mientras ahora mismo hay cuatro gilipollas copando esos lugares e intercambiando números para que TÚ no pases delante. Una cosa os digo, podéis ir ahora mismo y reclamar vuestro lugar delante de muchos de ellos porque están guardando sitio a otros que no están. Son la puta gilipollez extrema de niños que no crecen. Mierda, coñazo. Que nos hacen mal, vaya.

No es tampoco necesario seguir por esa senda, no procede. I was drinking some wine, eso es todo. En Barcelona 2009 sí que hubo movidas chungas que te cagas. Que si te cuelan al ensayo, que si eres una pelandrusca. Ah la vida. Yo recuerdo llegar desde Madrid con mi maleta llena de sueños, ver el percal un rato en la salida del Camp Nou y pensar me largo de aquí. Al primer bar, además. Tanta tensión sexual no resuelta, por el amor de Eddie Van Halen. Fueron días duros para la facción barcelonesa. Yo me largué, me levanté a las seis porque estaba despierto desde las cuatro, más o menos como ahora pero al revés, y me planté en el estadio religiosamente a cumplir mi misión.

Estoy escuchando Mercy. Que es lo máximo. Y aquella noche del Camp Nou fue espectatular pero ya no tanto como otras. Porque seguramente uno se hace viejo. Al menos tan viejo como Bono. Que llevo toda la vida comparando mi edad con la suya y siempre palmando (aunque él tenga más, yo soy del 78). Es desesperante. Y encima le suelto pasta. Una noche preciosa después de todo, ese es mi recuerdo. Sobre todo se me queda siempre el momento cuando se encienden las luces. Ese es el instante en el que me ubico. Esa noche de junio de 2009 la recuerdo muy personal, muy mía, muy dejadme de vuestras putas movidas tóxicas. Con U2 me sigue pasando, parece que hay gente que disfruta no dejándote en paz. Es mi mierda.





Nos fuimos a Dublín, fletamos un puto jet. Fuimos con Ryanair. Nos dejamos liar en Temple Bar. Faneca me prestó un Gelocatil en la grada da Croke Park. Me gasté un millón de euros en Guinness, volvimos a casa y al rebotar acabamos en San Sebastián en el mejor concierto de U2 en territorio nacional en lustros. La puta polla por inesperado, porque seguramente estábamos cansados de lo que fuera, de nosotros. De hablarlo, de ensalzarlo, de idealizarlo. Pero Donosti fue la hostia. Recuerdo mi chupa de cuero volando sobre vuestras cabezas y siempre volviendo. Y tocaron Mercy y besé a Diego en los labios como le había prometido para su acojone.

Ahora escucho Winter, menudo temazo, qué barbaridad. Y pienso en abrazar mucho porque hemos llegado a otra parada. Cuando uno sale de una estación cuenta con llegar a la siguiente pero eso es solo una ilusión. En ese camino, por mucho raíles que haya, nada está escrito. Por eso es fantástico que empezáramos el viaje en aquella Barcelona de 2015 donde todo parecía más fácil que ahora. A mi Barcelona me flipa, amo Barcelona. Me lo he pasado de locos allí, otra vez como si fuera otra vida. El 20 de diciembre cumpliré 40 viendo a Rosendo en el WiZink al que vamos mañana y pasado, eso explica mis pequeñas obsesiones.

Siento que me he dejado como tres trillones de historias en el camino, pero esa es la gracia. A estas alturas creo que ya sabéis que creé esta web para hablar de U2 y para entrevistar a Bono. Esto último me da un poco igual aunque está pedido, evidentemente, con Europa Press. Ah bueno, el año pasado fuimos Palo y yo a Dublín, con Javi, George, Elena, Diego y Tito. Este año volvemos a vernos ya mismo, solo que Palo pesa mucho menos porque el Bruno (Bruce + Bono) que llevaba dentro ya ilumina nuestro camino desde hace casi un año. Me apasiona todo lo que me pasa con U2 sin que ellos lo sepan (del todo) y eso que esto ha sido solo un resumen fulero, porque anda que no se puede sacar de aquí mierda guapa. Que no todo es tan bonito.

Tampoco es todo tan bonito a veces entre los fans, pero por supuesto que os quiero a todos los que estamos en los grupos de whatsapp y hablamos cada día y compartimos tantas putas movidas. Y hoy muchos habéis estado haciendo el gamba por ahí buscando a Bono. Después de tantos años somos una familia. Disfuncional, como procede, pero hey qué bonita. Y me pongo Miracle Drug porque fue una época muy mala y lo pasé muy mal pero ahora ya por fin siento lo que significa la esperanza de estar vivo hasta la siguiente gira de U2. Porque la vida es lo que pasa entre dos conciertos de U2.

Y que si me veis me tenéis que abrazar mucho y muy fuerte. Porque para mí U2 es un sentimiento real que os trasciende. Que nos trasciende. U2 no se qué coño es, pero es U2. Os amo a todos. Gracias muchísimas. Me voy a clavar el ZOO TV de Sydney, claro que sí, no sin antes tratar de que vayáis a este otro artículo que he escrito en El Independiente y que creo que ha quedado muy chulo, entre otros motivos, gracias a Xavi Balart. Es una buena lectura para hoy escrita con cariño y conocimiento de causa. ¡Vamos a buscarnos! 






ESTAS VECES HE VISTO A U2 CON VOSOTROS

U2. Vicente Calderón. Madrid. 1993

U2. Vicente Calderón. Madrid. 1997
U2. Palau Sant Jordi. Barcelona .2001
U2. Camp Nou. Barcelona. 2005
U2. Camp Nou. Madrid 2005
U2. Camp Nou. Barcelona. 2009
– U2. Croke Park. Dublín. 2009
U2. Anoeta. San Sebastián. 2010
U2. Palau Sant Jordi. 2015
U2. Palau Sant Jordi. 2015
U2. Croke Park. Dublín. 2017

Comparte
Tagged

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *