Toundra (2015) Joy Eslava. Madrid

Crónicas

Lugar: Joy Eslava. Madrid
Fecha: 29 enero 2015
Asistencia: 1.000 personas
Artistas Invitados: Trono de Sangre
Precio:

Aplastamiento y victoria

Resulta ciertamente curioso observar a la gente entrando a un concierto de Toundra y desperdigándose por la sala en lugar de apretarse unos contra otros ante el pie de micro de turno, punto de referencia inevitable ya de por sí carismático, cante quien cante, cuando se trata de rock en directo.

Esta es sólo la primera de las peculiaridades en torno a la banda instrumental madrileña, consecuencia directa de la ausencia de cantante, su sella de identidad por autonomasia, y el rasgo que hace aún más fascinante si cabe el secreto de su (cada vez más mayoritario) éxito.

Un éxito que en realidad es una victoria y un triunfo, pues es el ejemplo a seguir por todos los que buscan un sueño y se empeñan en hacerlo por el camino largo, el complicado, el agotadoramente intrincado. Y aunque Toundra son ya un secreto a voces desde hace tiempo, llenar dos veces la Joy Eslava madrileña no está al alcance de muchos.

La cita en esta céntrica sala madrileña viene motivada por la recientísima publicación de ‘IV’, su, claro, cuarto largo, en el que ahondan en la fórmula de rock progresivo, arenoso y pétreo (supongamos que Pink Floyd se cruzan con Pearl Jam, por ejemplo, nada menos), aunque también abriéndose un poquito más a sonoridades más folk.

Pero más allá de etiquetas, lo drástico es la capacidad del grupo para crear ambientes y paisajes sonoros que cambian el estado de ánimo del público, con constantes cambios de ritmo, aunque manteniendo siempre el rodillo que aplasta, el martillo pilón que tritura, con una base rítmica opresiva y unas guitarras afiladas a la par que pesadas. Y una tensión repleta de matices que te lleva a apretar los puños sin darte cuenta y te saca las fuerzas a cucharadas.

En su segunda noche consecutiva en Joy Eslava sonaron ‘Strelka’, ‘Marte’, ‘Magreb’, ‘Lluvia’, ‘Belenos’, ‘Viesca’, ‘Réquiem’, ‘Kitsune’, ‘Zanzíbar’ y ‘Cielo negro’, en algunas de ellas con hasta una docena de músicos en escena con secciones de cuerda y metales. Tal es la infinita ambición creativa de Toundra, que corre el peligro, por otro lado, de diversificarse en exceso y perder concreción (el núcleo duro de fans sabe de sobra lo que quiere y no necesariamente necesita cambios).

Hubo tiempo incluso para la improvisación tras la rotura del pedal de una de las guitarras, que llevó a la banda al límite de una tensión resulta creando algo de la más absoluta nada.

En la recta final fue momento para ‘Oro rojo’, ‘Bizancio’ y ‘Medusa’, poniendo así fin a una velada en la que el estribillo, oh anatema, fue un concepto inexistente. Siendo ésta otra de las muchas peculiaridades de una banda que vence al complicarse la vida. Y por eso su triunfo es profundamente inspirador.

Comparte

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *