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Razkin (2021) Sala 0. Madrid

Crónicas
Hay un hombre en pie en el escenario

Hay un hombre en pie en el escenario aferrado a una guitarra eléctrica y debe ser Pedro Razkin en el centro de Madrid. Todos le conocemos como el cantante de La Fuga de la última década larga pero, ya sabéis como es esto: todo se va a la mierda en una fracción de segundo y los motivos son de cada cual. No tienes tiempo para decidir lo siguiente que puedes imaginar ser, de manera que solo te vas a mover por corazón de polizón. Pues ya está: empezamos a escribir el siguiente episodio de la guerra interminable.

En cada escenario que haya alguien en pie con una guitarra enchufada a un ampli hay un triunfo de la humanidad. Si es acústica, me cuesta un poco más, pero supongo que vale igual. Las viejas huestes del rock reclaman, a lo Manowar, un cortocircuito que reviente toda la Navidad desde el kilómetro cero. ¿A quién demonios le importa el ibex si solo es sábado en la noche y sostiene una cerveza frente a una banda de rock? Esa es la propuesta de Razkin hoy.

Y le costó, eh. La Sala 0 es bastante guay. Está en los bajos del Palacio de la Prensa, en Callao, así que al entrar y al salir solo puedes pensar en Santiago Segura colgado del cartel de Schweppes en ‘El día de la bestia’. La gente se arroja a las calles como si buscara una pandemia y se ponen cuernos de reno y toda esa mierda. Es sábado en la noche, nadie sabe muy bien lo que hace, todos nos movemos por instinto. Ocurre que mientras la masa va haciendo fotos a la luna por Gran Vía nosotros encontramos, porque siempre lo hacemos, una puerta a la cara oculta.

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Entramos: claro. Hay un concierto de rocanrol. Hay un hombre en pie en el escenario que prosigue su camino. Y que cuenta ya con dos discos en solitario: buenos cimientos para empezar a construir. Roma no se construyó en dos discos, eh, si vamos en serio solo estamos con los bocetos. La premisa está clara: rock urbano con intención lírica. A partir de ahí, cualquier cosa puede pasar, pues pasa Razkin de corsés y encadena ‘Cara o cruz’, ‘Hoy es uno de enero’, ‘Si se quiere se está’, ‘Huracán’ y también ‘Hostal’. Esta última, himno de rock callejero porque todos conocemos esa necesidad: y si no te lo sabes, yo no te lo voy a contar, pregunta por ahí.

Este concierto es una metáfora de la vida misma. De lo que cuesta todo siempre tanto. Y la moraleja es que Razkin se termina imponiendo. Acorde a acorde, canción tras canción, va haciéndose con un público inicialmente escaso y frío. Pero, como en el milagro de los panes y los peces, consigue acaben siendo literalmente más en número y más en ganas de meterse entre pecho y espalda lo que tenga que ofrecer. Así que la velada acaba en una buena cena que requiere de sus espirituosos para quedar todos en paz.

Juega Razkin en Madrid y siempre, además, la carta de la versatilidad. Por convicción, porque es claro que jugar siempre a lo mismo es la muerte en vida. Solo detente un momento a pensarlo y, por mucho que te guste lo que haces, descubrirás una espita. La versión de ‘Me cuesta tanto olvidarte’ de Mecano a guitarra y voz lo deja clarísimo: que lo estamos cantando juntos.

Y acto seguido clava el salto al vacío del rock con ‘El raro eres tú’ y ‘Sucia poesía’ y resulta que había agua. Podría no haberla, pero lo que diferencia a Razkin de la mayoría es que saltó sin mirar. Igual así incluso aprende a salir a volar, volar, volar y joderle al tiempo: hay un hombre en pie en el escenario que somos todos los que estamos debajo.

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