Lugar: Teatro Circo Price. Madrid
Fecha: 27 de enero de 2019
Asistencia: 1.800 personas
Morgan en Madrid: Un milagro en el que creer
Morgan son un pequeño gran milagro, una anomalía en Matrix, un sueño hecho realidad. No descargaré sobre ellos la responsabilidad de hacer del mundo un lugar mejor, pero desde luego que su éxito provoca que recuperemos la fe en nosotros mismos. Que una propuesta tan elegante, de calidad y aparentemente fuera de onda como la suya haya agotado dos veces el Teatro Circo Price -a 1.800 butacas por noche- es sencillamente alucinante.
Aunque bueno, bien pensando, no tiene nada de alucinante, puesto que su talento es una obviedad. Tan solo se trata de prestarle atención. Se trata de sentarte en tu butaca, que empiecen a tocar Planet Earth y dejarte llevar por sus atmósferas, por la voz de Carolina ‘Nina’ de Juan que te parte en dos y por los solos de guitarra de Paco López en plan David Gilmour. Muchos creemos que solo hay dos tipos de música, la buena y la mala. Y Morgan están desde luego en el lado del bien, combatiendo contra el lado oscuro en estos tiempos en los que impera el dudoso gusto.
El público que este domingo abarrotó el Price en la segunda de sus dos actuaciones sabía a lo que asistía. Con inquietud y respeto, contemplando la interpretación en silencio pero rompiendo en aplausos cuando era preciso. Ovaciones aderezadas con aullidos y silbidos para una banda a la que se le intuye un largo recorrido, pues hasta ahora solo tienen dos discos, North (2016) y Air (2018). Rebosantes de elegancia, se imponen con su pericia transitando por el rock, el soul, el pop e incluso el jazz. Haciendo fácil lo difícil.
Y en estas estábamos cuando aparece un perfecto gilipollas caminando por el centro de la platea, se planta delante del escenario y lanza contra la batería de Ekain Elorza algo que no se supo muy bien qué era, pero que por suerte no era duro y no alcanzó su objetivo (como una bola de papel enrollada, no sabría concretar). Los seguratas se abalanzaron sobre él y le fueron sacando hacia el fondo poco a poco. Casi se nos caen encima a Bea y a mí, y aparecieron aún otras tres personas más para reducirle. Mientras esta desconcertante escena acontecía, el grupo siguió tocando con su habitual precisión, haciendo del momento algo un tanto surrealista. Tanto que incluso llegué a pensar que igual era una performance, pero no, de eso nada.
«¿Estáis todos bien?», preguntó Nina al terminar, provocando una lluvia de aplausos a partir de la cual la relación entre banda y público se afianzó más para el resto de la noche, con momentos memorables como la emocionantísima Sargento de hierro o la igualmente conmovedora Volver con toda la intimidad imaginable con la cantante ante su piano. Para terminar de rizar el rizo, durante buena parte del recital el quinteto titular estuvo acompañado por las Golden Girls -tres coristas encabezadas por la propia madre de Nina- y una sección de metales de cinco miembros. Ambición decidida con la música como único bien superior.
Nina es divertidísima en sus charlas, por cierto. Y adorable dando palmitas y saltitos de pura ilusión. Se crea así un ambiente de naturalidad y complicidad que es otro de los secretos del directo de Morgan, aparte de su calidad interpretativa y de unas canciones que crecen y crecen sin que por ahora podamos adivinar donde está su techo. El personal está clavado en sus asientos y se suceden otros temas como Oh oh o Home, atreviéndose incluso a la titánica tarea de versionar el Somebody to Love de Queen, empresa de la que huelga recalcar que salen sobradamente airosos.
Another road (gettin ready) pone la festividad con su toque funky, y el versátil e impoluto guitarrista Paco López se arranca con un Lose yourself to dance tirando de falsete que queda de puta madre e incita a, efectivamente, entregarse al baile aunque sea domingo en la noche y el lunes tenga una pinta irremediablemente horrible. Para terminar, rendición acústica de Marry you sin micrófonos, puro lucimiento para esa voz que a mi me recuerda a Norah Jones pero con un toque más de rotura rockera. Se une el resto de la banda y finiquitan bien arriba un concierto de esos que convencen y convierten el agua en vino, los panes en peces, la vulgaridad cotidiana en una velada refinada de celebración de la vida. ¡Que son un jodido flipe, coño ya!
Tanto es así, que anoche me di cuenta de una pequeña tontería personal. Yo siempre he defendido que hay canciones que nadie debería versionar jamás. Porque no. Por respeto y porque sencillamente el mundo merece ahorrárselo. Entre ellas destaca Comfortably numb, intocable donde las haya. Sin embargo, en este caso particular creía que nadie debería versionarla jamás porque no había una banda adecuada para tal empresa. Hasta ahora. Ahora ya la hemos encontrado. Me encantaría ver qué son capaces de hacer Morgan con este clásico de Pink Floyd en particular. En fin, son cosas que se le vienen a uno a la cabeza…