El rock en pie
Bien entrada la madrugada, súbitamente te ves abrazado a tus amigos aullando ‘Oveja negra’ y derramando las cervezas al viento. Esa es la escena que se repite por toda La Nueva Cubierta de Leganés mientras El Drogas alza los brazos en el escenario. Es un salto temporal en el que, de repente, es marzo de 2020 y todo lo acontecido en los últimos 19 meses no es otra cosa que un maldito mal sueño.
Porque, ¿sabes? No te puedes ni imaginar la sorpresa que vivimos el domingo. Porque cuando decidimos acercarnos al San Nicasio Rock, pensábamos que íbamos a tener que estar sentados. No sé. No nos lo planteamos de otra forma. Así que cuando llegamos y vimos que la historia era de pie, nos llevamos una alegría considerable. De buenas a primeras, volvíamos ser nosotros. Y el rock en pie.
Con la pista dividida en dos, eso si, y con suficiente espacio para que nadie esté apretujado si no quiere. En la parte delantera, mascarilla obligatoria y nada de consumir bebida ni comida. En la parte de atrás, el gentío organizado en torno a mesas altas, pero igualmente de pie. Con mascarilla obligatoria salvo cuando se beba o se coma (digamos que en esa zona el control era más laxo, por entendernos).
De esta manera cerca de 5.000 personas, la mitad del aforo del recinto, pudieron desfogarse a conciencia sin las dichosas sillas de la tortura. Hay incluso conatos de pogos que se quedan en amigables empujones porque, claro, hemos perdido la costumbre. Alguno acaba tirado por el suelo, esguince seguro. ¿Y qué? ¿Qué más da? Las consecuencias, que son inevitables, nunca pueden estar por encima del ritual. El rock en pie.
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En total, cinco horas de rock sin concesiones en Leganés. A Silver Fist no llegamos. Sí al rock pétreo y arenoso con cierta inspiración stoner de Ciclonautas, que presentan su disco ‘Camping del hastío’ y que pegan bien duro con ‘El sol’ o ‘Bombo sicario’. Quizás sean demasiado lineales, pero ciertamente no bajan la intensidad, siempre alta, en ningún momento.
Vúmetros al once igualmente con Sôber, que presentan ‘Elegía’ pero tiran de su amplio repertorio para recordarnos por qué son una de las bandas esenciales del rock español de los últimos lustros. ‘Diez años’, ‘Blancanieves’, ‘Vulcano’, ‘Eternidad’, ‘Arrepentido’ o ‘Loco’ dan buena muestra de ello. Así, todas encadenadas, engrandecen a la propia banda, que suena compacta y tan épica como siempre.
Teniendo en cuenta que ya habían pasado unas horas de música, para cuando aparece El Drogas en escena ya no hay quien pare nada. ¿Sabes lo que quiero decir? ¿Te acuerdas de cómo era? Pues así sigue siendo. Por supuesto que se pueden disfrutar los conciertos sentados y sin tomarte nada, pero no es así como los llevamos viviendo toda la vida.
Poder moverte de aquí para allá, brincar como una cabra montesa, pisar mal. Expandirte, agarrarte a los tuyos, hablar con extraños en la barra, saludar a viejos colegas con los que te cruzas inesperadamente. Todo eso también es un concierto. No es exactamente así en el Auditorio Nacional pero, créeme, sí en La Nueva Cubierta de Leganés (con el techo abierto, por cierto, para que la cosa sonara como tiene que sonar).
El Drogas la lía, en definitiva. Se ha reinventado de manera sobresaliente de un tiempo a esta parte, vive una etapa merecidamente dulce. No dejes de ver su documental si tienes la posibilidad, porque es la esencia del rock español. Y, claro, a ver, cuando vuelve a Barricada es un despelote generalizado: ‘Barrio conflictivo’, ‘Así’, ‘No hay tregua’, ‘En la silla eléctrica’.
Menudo carisma desprende Enrique Villarreal a sus 62 años desde las tablas cuando muta en El Drogas. Imponente y desafiante, respaldado por una banda que, efectivamente, no da tregua en esa pedrada en la boca de los misóginos que es ‘Están para violarlas’. No la da en ningún momento, de hecho. Tampoco en ‘Peineta y mantilla’, escupitajo contra la corrupción del PP con Cospedal merecidamente en el primer verso.
¿Recuerdas cuántas veces cantamos ‘En blanco y negro’ en cualquier antro inmundo? Aquello de «solo quiero ser más rápido que ellos, echar todo a perder un día tras otro y un buen rato después saber llegar a casa antes de que el sol me diga que es de día». Incontables. Pero sí me acuerdo de que la última fue la otra noche en Leganés y fue tan especial como siempre. Como si el tiempo no nos hubiera pasado por encima porque, sabes, el rock vuelve a estar en pie.